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Nuevo filme brillante y superficial de Ettore Scola

Era inevitable que después del éxito internacional de Splendor, que se debe casi íntegramente a la electricidad recíproca que crean actuando juntos Marcello Mastroianni y Massimo Troisi, Ettore Scola -que sabe compatibilizar con gran habilidad el purismo ético, la combatividad política y el olfato del comerciante- los reuniese en una nueva película. Aquí está: Qué hora es.

La película carece de signo de interrogación para así hacer un guiño metafísico en una historia donde el drama convencional se combina suavemente con el sainete. El resultado es divertido, bonito, brillante. Un magnífico guión para una realización nada más que correcta. El filme es mucho menos de lo que parece.La presencia de Scola en el Lido veneciano animó algo ayer este mortecino -y hay quien dice que moribundo- festival, pero las causas de tal animación momentánea y pasajera eran más de tipo político que cinematográfico. Ettore Scola, además de cineasta en activo, es ministro de Cultura en el llamado Gobierno en la sombra instituido por el Partido Comunista de Italia (PCI), y a título de tal ha publicado recientemente en las páginas L'Unitá, periódico oficial del PCI, artículos y editoriales muy combativos contra la ley del cine que próximamente presentará al Parlamento de Roma el ministro del Espectáculo, el socialista Carraro.

En la rueda de prensa, Scola no estuvo demasiado convincente y pareció algo apático. De ahí que su conferencia fuera capitalizada por las grandes napolitanas de Massimo Troisi y por la inesperada -y tal vez enteramente "política"- ausencia de Marcello Mastroianni, que no gustó nada al director de Qué hora es y menos aún a sus productores Mario y Vittorio Cecchi Gori, visiblemente irritados.

Qué hora es resulta, después de vista, peor de lo que parece mientras se está viendo. Es por ello una película-globo, fácil de pinchar y de desmontar, como le ocurre a Splendor. Discurre sobre un diálogo muy largo -casi 70 minutos de la hora y tres cuartos que el filme dura- entre Mastroianni y Troisi, que hacen una brillantísima interpretación a dúo, maravillosamente conjuntados. Hay entre ellos esa electricidad recíproca que generan parejas como Vittorio Gassman y Alberto Sordi o Jack Lemmon y Walter Matthau.

Divierten y conmueven, dialogan no sólo con palabras, sino con gestos e incluso con silencios. Y se presiente que van a recorrer el mundo y levantar mucho dinero.

Scola lo intuye: Qué hora es no es una película críptica, que hay que descifrar. Yo creo que en ella todo es evidente". "He quitado del título el signo de interrogación que normalmente lleva la frase para insistir en que el filme quiere ser, además de la crónica de ese reencuentro, un estudio sobre la interacción entre tiempos psicológicos y tiempos reales".

Fue ésta la única referencia de Scola a la médula de la película. El resto de sus declaraciones fueron divagaciones para cubrir el expediente.

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