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Entrevista:

Baskirov: "Soy un símbolo de la 'perestroika" El pianista soviético imparte un curso en Santander

Dimitri Baskirov, profesor del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú e intérprete excepcional de Ravel, Scriabin y Prokoflev, ha impartido estos días lecciones de interpretación pianística en el curso Paloma O'Shea de la Universidad Menéndez Pelayo, que finaliza mañana. Baskirov, quien en años anteriores tuvo dificultades para salir de la Unión Soviética, a raíz de que su hija Helena Baskirova pidiese asilo político en Alemania Occidental, piensa ahora que él mismo es un símbolo de la perestroika, "incluso antes de que ésta se formulara políticamente".

Para muchos maestros resulta cornprometida la relación profesor / alumno; cada uno de éstos llega a los cursos con un nivel determinado, una técnica y una personalidad características. Quizá por eso Baskirov puntualiza: "de ahí que me parezca inviable una enseñanza masificada. Cada discípulo debe ser analizado por el profesor del mismo modo que el médico estudia a sus enfermos: minuciosamente y con calor humano. Después aplicará sus saberes y experiencias a cada uno de los casos considerados en su individualidad y sin pretender nunca un aprendizaje por imitación, cosa más frecuente de lo que puede suponerse".Quien haya visto trabajar a Baskirov con dos alumnos muy diversos, ha podido comprobar que el pianista, en efecto, parecía encarnar a dos profesores distintos: minucioso, detallista, interrumpe cada compás o poco menos de cuanto tocaba uno; seguidor de largos períodos, dejando tocar con libertad para dar al final sus consejos de interpretación, en el otro.

"Es natural; no eran iguales los problemas, y lo que no debe pasarse por alto es nada que no esté bien orientado técnica o musicalmente. Si interrumpo con tanta frecuencia a un discípulo, no es por afán de que después de tres cuartos de hora de trabajo todo esté corregido, sino con el fin de que en las horas de estudio solitario recuerde todo o casi todo lo dicho. Así mi trabajo rendirá la mayor utilidad", añade.

Desde que actuó por vez primera en España, Baskirov se hizo con el público, que supo admirar esa síntesis de razón y temperamento que brillan en su arte virtuosístico. Luego vino una gran pausa de casi nueve años de ausencia. Al plantearle a Baskirovsi el retorno, sus nuevas salidas por Europa, tienen algo que ver con la perestroika, responde jubiloso: .¿Cómo que si tiene que ver? Yo mismo soy un símbolo de la perestroika y quizá lo fui antes de que se planteara políticamente. Amo la libertad como el aire que nos da la vida".

Nervioso por naturaleza, vivaz, inteligente, agudo, Baskirov, su manera de tocar, de enseñar y de conversar, prende inmediatamente entre el público, entre sus alumnos; tiene mordente, como dicen los cantantes. Sus consejos podrían convertirse en principios: depuración de cualquier exceso retórico; búsqueda del ideal sonoro que demanda cada autor y cada obra; cuidado extremo de los pedales, incluyendo la posibilidad de no usarlos. "Recuerdo como algo ejemplar la Novena sinfonía o la Pastoral que hacía Furtwängler, con la belleza de algunos tiempos en los que más que exagerar la lentitud llevaba hasta sus límites la posibilidad de tensión".

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