Argentina, economía y cultura de renta ante el proceso de regresión
El autor, después de analizar en profundidad las causas que han originado la actual crisis económica que azota a la nación argentina, traza las líneas generales de una hipótesis de trabajo que intenta superar la dramática situación mediante una convocatoria a la sociedad para, según afirma, rescatarla de la declinación a la que la condena la cultura de renta dominante.
Todo análisis, todo proyecto referido a la situación Argentina debe partir, inevitablemente, de una dramática comprobación: el país vive un proceso de regresión económica y social, que se profundiza día a día. La tasa de inversión cayó a la mitad de su promedio histórico, los índices de producción industrial alcanzan difícilmente los niveles de veinte años atras y el Estado está desarticulándose en el marco de una anomia creciente.Frente a esta dolorosa realidad, lo que cabría preguntarse en forma prioritaria es ¿por qué el "despegue", que tuvo aparentemente un lugar hace mucho tiempo, no fue, como lo preveía la visión económica clásica, un fenómeno irreversible, ni generó un proceso permanente de crecimiento y de diversificación de la actividad productiva?.
Es la respuesta a esta pregunta que hoy está aguardando una sociedad angustiada, desamparada y que conserva viva la memoria del bienestar pasado. De esta respuesta depende que los proyectos de reconstrucción del país sean eficaces y permitan la eclosión de la capacidad creadora que hoy existe subyacente y sofocada en vastos sectores de la sociedad argentina.
Es probablemente en el campo de la cultura en el que se encuentran las claves que permiten la comprensión de la evolución particular que ha sufrido la sociedad. Quiero aclarar que, al referirme a "cultura", lo hago en su acepción más general: la lógica que rige el comportamiento de todos los sectores políticos, económicas y sociales, los sistemas de representación colectivos, las expectativas profundas que condicionan las actitudes y las decisiones del hombre en la Argentina.
En este sentido, los análisis más apropiados para la comprensión de lo que ha estado sucediendo en el país son aquellos que ponen en evidencia ¡a importancia primordial de la "cultura de la renta" que se ha difundido progresivamente en el seno de la sociedad.
La Argentina se benefició de una enorme corriente de recursos financieros que afluyeron como consecuencia de su situación privilegiada en el sistema de relaciones económicas como productora y explotadora de bienes agropecuarios. Estos recursos operaron como rentas exteriores que permitieron financiar poderosas infraestructuras materiales de transporte, de comunicación, de energía, así como infraestructuras culturales: escuelas, colegios, universidades de alto estándar científico e intelectual.
Administración fiscal
Estas rentas hicieron posible también una movilidad social que muy pocos países del mundo conocieron en esas épocas. Además, la disponibilidad de grandes rentas dió oportunidad a sectores sociales privilegiados de adoptar una forma de consumo suntuario y muchas veces ostentatorio compuesto por bienes y servicios sofisticados que guardaban poca relación con la capacidad de producción y la creatividad tecnológica existente en el país.
Todo esto se realizó prácticamente sin presión impositiva y sin la instauración de una verdadera y eficaz administración fiscal, por lo cual el contribuyente potencial se acostumbró a acceder a bienes o a servicios provistos por el Estado sin aportar una contraparte pecuniaria o en términos de esfuerzo.
Con la transformación del sistema de relaciones económicas internacionales, el proteccionismo de los países industrializados y las restricciones del comercio internacional, el valor de las exportaciones agropecuarias se reduce considerablemente y, por consiguiente, el flujo financiero exterior que nutría la economía de renta. Si la renta no desaparece totalmente se reduce en forma significativa, la Argentina no puede seguir funcionando según el mismo modelo.
Pero los actores económicos, sociales y políticos se resisten a cambiar de comportamiento y a definir nuevas estrategias adaptativas, en función de las condiciones del contexto internacional. Por el contrario, continúan obstinadamente comportándose como si el flujo rentístico prosiguiera, impidiendo así la apertura de un sendero de transición de una economía de renta a una economía de acumulación productiva.
Al conservar un comportamiento idéntico al que se observo en la época de la economía de renta, los actores socioeconómicos produjeron una "cultura de renta". En una economía dominada por este tipo de cultura, la productividad y la competitividad interna o internacional no pueden ya ser consideradas como criterios válidos para organizar la actividad económica o para repartir el ingreso nacional.
Cultura de renta
En una cultura de este tipo, la inserción laboral sólo es concebida por grandes sectores como una situación de renta, por lo cual se genera un rechazo a toda innovación tecnológica u organizacional que ponga en peligro dicha situación, y, en consecuencia, se neutraliza una de las herramientas privilegiadas del crecimiento.
Por otra parte, la contribución impositiva aparece ante los eventuales contribuyentes como un hecho incompatible con la cultura dominante en la sociedad, y esto lleva a una debilidad estructural del Estado en la captación de recursos, que constituye una causa fundamental de los déficits presupuestarios.
En el marco de esta cultura de renta, la actividad económica se transforma en un proceso conflictivo en el cual no esta en juego la competitividad, sino la ampliación de los espacios de influencia política que dan acceso a la percepción de la renta. Cuando el flujo de la renta exterior se detiene, y no es reemplazado por una lógica de la producción, el Estado se convierte en la única fuente de creación y distribución de la renta, y la actividad económica se rige solamente por una lógica de poder. El comportamiento de los actores en una "cultura de renta", a largo plazo, sólo puede acarrear la desestructuración de la actividad productiva y conducir de manera inexorable a la reducción del exedente económico.
Este es el fenómeno que se comprueba hoy al observar la evolución de los principales indicadores económicos en el transcurso de más de medio siglo y especialmente durante los últimos quince años.
El desarrollo de la especulación financiera en detrimento de toda actividad productiva aparece entonces como un efecto lógico e inevitable de este proceso. En efecto, la especulación financiera es, ciertamente, la expresión más pura de una "cultura de renta", en la medida que realiza las principales expectativas y corresponde al sistema de representación mental de los actores económicos.
La "cultura de renta" conlleva un principio desintegrador, que pone en peligro a la sociedad, como comunidad organizada, y afecta los fundamentos mismos de la Nación. A partir de esta realidad, el proyecto del gobierno es operar una transición fundamental que conduzca de la "cultura de la renta" a la "cultura del trabajo" y que transforme las lógicas del poder en lógica de la producción.
No se trata hoy de administrar el país en el marco de una degradación que parece inevitabla. Hoy se trata imperativamente de convocar a la sociedad para rescatarla de la declinación a la que la condena la cultura de renta dominante.
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