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FESTIVAL DE SANTANDER

Teresa Berganza, la gran rossiniana

La soprano madrileña Teresa Berganza tuvo el viernes, en el claustro de la catedral de Santander, uno de sus días grandes, y el festival internacional que dirige con grandeza de miras José Luis Ocejo, otro de sus triunfos después del muy significativo que moral y artísticamente ha supuesto el primer homenaje rendido a Ernesto Halffter después de su muerte. En él, Guillermo González desentrañó la obra pianística del discípulo y colaborador de Falla y nos dio a conocer el íntimo homenaje a Federico Mompou y el casi biográfico de Joaquín Turina que, con el dedicado a su hermano Rodolfo, constituyen la creación última de Halffter. González dio sobre una lección interpretativa y un aviso: el pianismo de Halffter ocupará pronto el puesto importante que merece por su calidad, exigencia, perfección de escritura y autenticidad.

Recuerdo el entusiasmo de Halffter cuando, en los años cincuenta, conoció a Teresa Berganza, con la que colaboró en muchas ocasiones y que ahora, una vez más, ha triunfado plenamente en Santander con su arte joven, vital, comunicativo, alegre y conmovedor.

Cantata de Rossini

Las naves del claustro resultaron insuficientes para acoger a un público vibrante de entusiamo a lo largo de todo el programa de Teresa Berganza y de su colaborador puntual, el pianista Alvarez Parejo. En la misma base del éxito estuvo Rossini, con Tancredo y Fenerentola, junto a las habaneras de Carmen y de Chueca y al montañecismo de buena ley de Arturo Dúo Vital y Obradors. Con la exhibición magnífica de esos trozos clásicos en su carrera, Berganza nos descubrió una singular cantata del músico de Pésaro, suerte: de monograma, sobre Juana de Arco, y que es un genial resumen de los distintos registros técnico-expresivos del compositor, y fue una no menos genial demostración de todos los secretos que cualifican el arte de la cantante. Para ella, el tiempo parecería haberse detenido si no fuese por la madurez y densificación de los conceptos que otorgan a su hacer nueva trascendencia y aire de magisterio.

Bizet en sus canciones, Strauss en la prolongación del romanticismo con sus lieder y ese F. Gracián de nuestra música contemporánea que es Joaquín Rodrigo en su feliz transfiguración de los madrigales renacentistas, completaron el recital de Teresa Berganza en una noche que sin exceso alguno podemos calificar de inolvidable.

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