Iniciativas de Menem
CON UN país arruinado y desmoralizado, sometido a nuevos escándalos, como el de las falsificaciones de papel moneda, el peronista Carlos Menem no tiene otra salida que asumir con audacia la iniciativa, intentando beneficiarse de la cuota de comprensión que los sindicatos, la Iglesia y otros poderosos estamentos negaron a su predecesor. Es pronto para saber si conseguirá enderezar la situación. Pero hay que admitir que sus primeras iniciativas parecen indicar la firme voluntad de transitar por caminos diferentes a los trillados de la demagogia populista del peronismo. Aun a riesgo de asumir riesgos políticos ciertos.Así, el inicio de conversaciones con el Reino Unido, en la perspectiva de prolongar las relaciones económicas en una plena normalización diplomática, parece indicar que los peronistas han extraído lecciones del callejón sin salida a que condujo la aventura militar de las Malvinas. Ello abre la posibilidad de una negociación viable sobre la soberanía de ese territorio. En el frente económico, las medidas de ajuste se han acompañado con la decisión, espectacular para un Gobierno peronista, de miniaturizar el Estado, podando todo aquello que a lo largo de las últimas décadas ha demostrado ser ineficaz. No es que quepa esperar de ello efectos milagrosos, pero está claro que el mantenimiento de un concepto estatal similar al de los tiempos de las vacas gordas del peronismo de los años cuarenta y cincuenta es una experiencia irrepetible.
Finalmente, queda el fundamental problema de los militares. Una política de ajuste económico rcquiere un clima de paz civil, y ello exige cerrar definitivamente, en un espíritu de reconciliación nacional, las heridas todavía abiertas por la dictadura militar. Para lograr tal objetivo, Menem parece decidido a ir hacia, una amnistía de todos los responsables de la guerra sucia, condenados durante la presidencia anterior por crímenes que conmovieron a la conciencia universal.
Alfonsín, que logró sentar en el banquillo a los responsables máximos de las juntas -lo que fue necesario-, hizo grandes esfuerzos por reducir al mínimo el número de los condenados, en aras de la reconcilia-ción. Ahora Menem se dispone a tomar una medida de borrón y cuenta nueva. En el caso de Uruguay, el recurso al referéndum para decidir sobre el enjuiciamiento, o no, de los militares culpables disminuyó los efectos desmoralizadores que una medida de ese tipo tiene para la conciencia cívica de un pueblo. El resultado es mucho más grave si un presidente decide por sí mismo dejar sin efecto condenas plenamente legales por asesinatos horribles. Esta disposición del nuevo presidente a amnistiar todos los crímenes de la guerra sucia suscita la pregunta de si no eran ciertos los rumores que, durante la campaña electoral, apuntaban a un acuerdo secreto entre Menem y los militares.
En todo caso, las recetas y experiencias emprendidas por el nuevo presidente argentino valdrán lo que valgan sus resultados. Argentina atraviesa una situación tan dramática que cualquier avance hacia unos remedios eficaces, aunque costosos, será bien venido. Pero el tiempo apremia.
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