Castro y el narcotráfico

Las especulaciones sobre las ejecuciones de los cuatro militares de alto rango en La Habana están teñidas de suspicacias, y con razón. Durante años, el presidente cubano ha hecho la vista gorda ante lo que cualquiera puede considerar como el modelo cubano de indulgencia hacia el narcotráfico. Parece muy improbable que Fidel Castro no supiera lo que estaba sucediendo. Por eso, muchos piensan que estas ejecuciones pueden tener un propósito oculto. ¿Deshacerse de Arnaldo Ochoa, un general popular y potencial recambio político? ¿Desviar la mirada de los norteamericanos de otros narcotraficantes cubanos y otros delitos relacionados con la droga? ¿Llevar a Estados Unidos a un diálogo político? Sea lo que fuere, este incidente abre dos posibilidades en la lucha contra el tráfico de drogas. En primer lugar, que Cuba deje de hacer lo que aparentemente ha estado haciendo: no más tratos con el cártel de Medellín, ni blanqueo de dinero, ni barcos con cargamento de droga, ni utilizar para el narcotráfico los canales establecidos por Cuba para romper el bloqueo impuesto por EE UU. Una segunda posibilidad es la cooperación entre los Gobiernos de Estados Unidos y Cuba en la lucha contra la droga. Castro se ha mostrado favorable. Este aparente cambio suscita un cierto escepticismo, pero razón de más para ponerle a prueba con una propuesta de cooperación en otros temas, como la inmigración o el tráfico aéreo., 17 de julio