Un solo de trompeta
Hubo en la corrida sanferminera toros malos, toreros voluntariosos y un solo de trompeta. El solo de trompeta tocaba los primeros compases de En er mundo, y nos dejaba con las ganas de oír el resto. En er mundo es una bella y sentía composición creada para que se luzca el trompetista y para que gocen los que tienen buen oído. Ya es sabido que no todo el mundo tiene buen oído, ni el oído es la oreja, así sea como soplillo.El público sanferminero coreaba el solo de trompeta: "¡Oooleee!". Mientras tanto, los toreros hacían cuanto podían para agradar al público sanferminero, y los toros se lo impedían. Víctor Mendes se esforzó en reunir un buen par de banderillas, del que salió con el toro pisándole los talones (más bien oliéndole el fondillo), tomó precipitadamente el olivo (nombre poético que se da a la barrera), cayó en el callejón pegándose un trastazo morrocotudo (lo llamaban con otro nombre, también poético, cuya sonoridad desgarrada impide repetir aquí) y resultó con una muñeca lesionada.
Ibán / Manili, Mendes, Cepeda
Toros de Baltasar Ibán, con trapío, cornalones, astifinos, mansos, de feo estilo. Manili: pinchazo, estocada y tres descabellos (silencio); estocada ladeada y rueda de peones (silencio); estocada corta (aplausos). Víctor Mendes: cuatro pinchazos y descabello (silencio); lesionado en un brazo al salir de un par de banderillas, no pudo continuar la lidia. Fernando Cepeda: media trasera caída (aplausos y salida al tercio); bajonazo descarado (vuelta por su cuenta). Plaza de Pamplona, 13 de julio. Octava corrida de feria.
Aun lesionado, prendió Mendes otros dos pares asomándose al balcón, porfió al incierto animal de largos cuernos, mató como pudo, se marchó muy dolorido y contrito a la enfermería, y de allí no volvió a salir. Consecuencia inmediata fue que Manili hubo de matar los dos toros suyos y de propina el otro que correspondía a Víctor Mendes. Estas propinas no suelen dar gusto con toros buenos, y menos aún con toros malos, cual era el caso. Pero Manili es mucho Manili y los toreo a los tres consintiendo-obligando, o escapando si el toro mulireservón le quería atrapar.
Porfiaba Manili cuando, "¡Tiruriruriruriii!" (el solo de trompeta), "¡Oooleee!" (el público). Y la afición melómana quedándose con las ganas de oír En er mundo. Después era Fernando Cepeda quien porfiaba. Fernando Cepeda tuvo un principio desagradable. En un quite a la verónica, el toro le pegó un pítonazo en los mismísimos. Se quedó el hombre encogido, seguramente viendo meteoritos. Lógico. Un pitonazo en los mismísimos es terrible accidente. Le deja a uno sin habla y todo lo demás.
Los toreros, sin embargo, son de una entereza sobrenatural, y Fernando Cepeda olvidó el dolor para torear valientemente a sus malos toros. Al primero de ellos le instrumentó dos verónicas de exquisita factura, y la afición atenta -la que hubiese entre el estruendo sanferminero- las anotó en su dietario taurómaco. Luego porfió derechazos y naturales, a ese toro y al otro, con muchos riesgos y escasos resultados positivos. Olés apenas podía haber, con aquel ganado tan reservón. Salvo cuando la trompeta hacía "itiruriruriruriii!", y Ilioooleee!" el público. Chistus entonaban joticas navarras, voces bien templadas cantaban el vals de Astráin, pero el solo de trompeta se había hecho el amo. Mediada la tarde, la afición melómana ya había renunciado a escuchar completo En er mundo y sospechaba que el trompetista únicamente tocaba los primeros compases porque no sabía otros. Intentos de derechazos abajo, ¡titiruriruriruriiis!" y "¡oooleee!" arriba, no hacían corrida. Qué iban a hacer.
Una corrida con toros malos, toreros voluntariosos y solos de trompeta que tocan los primeros compases de En er mundo nada más es un peñazo. Que lo diga la afición. Si no fuera porque comió a dos carrillos, bebió llenando el cuerpo hasta el nivel de la campanilla, cantó, bailó, discutió, se habría dormido allí mismo. Cierto que algunos se durmieron igualmente, pero cuando la trompeta hacía "¡tirulirulirurifi!" se despertaban de una salto y gritaban: "¡Oooleee!".
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