Incompetencia
Taylor Hackford es un guionista, director y productor norteamericano que tiene fama de poseer un poco escrupuloso olfato para descubrir historias para películas heterodoxas, pero pese a ello muy comerciales. Ganó mucho dinero con su realización de Oficial y caballero y, aunque no tanto, defendió bien sus cuentas corrientes con la produción de La bamba. Ahora nos ofrece una historia de corte argumental muy distinto, pero en el fondo parecida, sobre todo a la primera.No es Cuando me enamoro una película convincente. Más bien todo lo contrario. Casi nada funciona correctamente en ella, e incluso, bajo la apariencia de una producción bien cuidada, se ven en la pantalla errores mecánicos tan evidentes que ponen en entredicho la bondad de esa producción, con fallos que indican descuidos impropios, o por lo menos infrecuentes, en la mecánica de rodaje de Hollywood, por lo general muy solvente en sentido técnico.
Cuando me enamoro
Director: Taylor Hackford. EstadosUnidos, 1989. Intérpretes: Dennis Quaid, Jessica Lange, Timothy Hutton. Estreno en Madrid: cines Palacio de la Música, Novedades, Aluche, Amaya, Juan de Austria.
Por ejemplo, y hay otros, la escena de Timothy Hutton bebiendo una cerveza en la barra de un bar es un alarde de descuido en el empleo del raccord (efecto de continuidad en la composición física de los personajes y en la situación de los objetos que aparecen en diversas tomas seguidas) durante el rodaje: la jarra de cerveza que tiene entre las manos Hutton cambia de contenido en cada toma, de tal manera que unas veces aparece con es puma y otras sin ella, unas veces está llena y otras medio vacía. Un error de gramática de rodaje propia de aficionados.
Este tipo de errores mecánicos, por lo general, no tiene demasiada importancia en el resultado final del filme. Pero en este caso son indicios 'de desajustes mayores. El filme, en efecto, está mal realizado, mal rodado incluso, mal, rematadamente mal hecho. El descuido afecta a cuestiones más serias que el simple raccord de un plano-contraplano en el que hay un vaso de cerveza que crece y mengua por arte de birlibirloque.
Por ejemplo, afecta a la propia credibilidad física de los protagonistas, Dennis Quaid y Jessica Lange, que nunca dan el tipo, ni como adolescentes (pues falla ostensiblemente su edad en esta serie de escenas) ni como adultos (pues falla entonces su composición). Y no hay manera de creer una historia de amor si sus oficiantes no son en sí mismos fisicamente creíbles.
Timothy Hutton, el tercero en discordia del bobo triángulo de Cuando me enamoro, aunque apagado y tristón en su función mediadora de amigo incombustible de la pareja, soporta mejor los cambios de edad. Se hace creíble al comienzo, pues tiene rostro joven y esto le permite darnos sensación de envejecimiento durante el cuarto de siglo sobre el que discurre la historia, al contrario que Quaid y Lange, que están viejos desde el comienzo y por ello no hay manera de creer en su envejecimiento posterior.
Se trata de errores de exterioridad que, cuando están compensados por virtudes de fondo, se hacen irrelevantes, pero que cuando, como en este caso, no cuentan con fondo alguno que los apoye (todo en este mediocre filme es pura exterioridad) crecen y se hacen incluso agobiantes. De esta manera, el sobre el papel atractivo reparto de Cuando me enamoro es la primera víctima de la manifiesta incompetencia de su productor y director.
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