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PERIFÉRICOS

Palàcios: "Cada obra invalida la anterior"

Al escritor valenciano le entusiasma la idea de un libro que no acabe nunca

Josep Palàcios, de 51 años, es un descubrimiento de ahora mismo para el público literario de un país que en ocasiones acostumbra a ignorar a sus talentos. Traductor, editor y, sobre todo, escritor en lengua catalana desde hace tres décadas, este erudito detallista y complejo afirma en su casa de Sueca (Valencia) que "cada producto ha de invalidar totalmente los anteriores". Se define como escritor de un solo libro. Ha corregido una y otra vez, sobre las galeradas, la versión definitiva de su última obra, AlfaBet. Se entusiasma con la idea de un libro "que no se acabe nunca".

La casa de Palàcios, repleta de volúmenes bien ordenados en las librerías, está situada a pocas calles de la de Joan Fuster, en Sueca, una ciudad de 24.000 habitantes a orillas del Júcar que funciona como una pequeña capital cultural del País Valenciano debido al núcleo de intelectuales que ha producido."La vitalidad cultural de esta ciudad es Fuster y la sombra que ha proyectado", asegura Palàcios.El escritor, reacio a las entrevistas y a las fotografías, ha consentido que AlfaBet, reescrito sobre una primera versión de 1987, sea su primer libro de narraciones publicado en una colección de amplia difusión por la editorial Empúries; de Barcelona. Hasta ahora, la mayor parte de su obra, en buena medida elaborada en colaboración con el pintor Manuel Boix, ha visto la luz en ediciones de cuidadísima tipografía y escasa difusión.

"No siento una gran necesidad de decir cosas", afirma. "Las digo porque, en definitiva, me divierten". Palàcios reconoce que a la crítica y al mundillo literario "les ha interesado poco" lo que ha hecho hasta ahora, aunque algunas opiniones no han dejado de complacerle. Como la de quien le decía: "Eso que tú haces no suele hacerse por aquí".

"Podría haber pasado toda la vida sin publicar un solo libro", dice. "Los libros son importantes en la medida en que los hago". Palàcios, sin embargo, siempre ha vivido entre publicaciones: de obra propia; de clásicos de la literatura catalana -entre las que destaca su monumental edición del Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell realizada junto a Boix en cuatro volúmenes entre 1979 y 1986-; y de traducciones de Camus, Sauvy o Rostand, entre otros. "Aunque no creo mucho en ella, la literatura es una de las cosas en las que más creo", sentencia.

Este autor perfeccionista explica que "no ha dejado de ser un escritor existencialista", la marca de fábrica de su formación intelectual. Capaz de releer completa La montaña mágica, de Thomas Mann, sólo para encontrar una frase, Palàcios confiesa que le gustaría "hacer un libro realmente bonito, físicamente bonito", a partir de su propia literatura. "El producto absoluto es aquel", argumenta, "en el cual el fondo y la forma literaria, artística y tipo gráfica son un todo".

Con una prosa tan elabora da que su último libro fue pro puesto para el Premio Nacional de Literatura en la especialidad de poesía, Palàcios niega ser un autor excesivamente experimental. "Pero sí que resulto experimental", puntualiza, "en algunos fragmentos con exageraciones sintácticas".

Goticismo y efectismo

"Mi obra no es la suma de las cosas que he escrito", afirma al explicar su concepción del ejercicio literario. "Cada producto debe invalidar el anterior. Yo aspiro a ser autor de un solo libro. Se trata de una actitud muy romántica, lo reconozco, pero al fin y al cabo el existencialismo no es más que un romanticismo". Esta actitud está matizada, en el caso de Palácios, con "fermentos neoclásicos". "Si pudiera", declara, "situaría mi obra en el primer tercio del siglo XIX, con aspectos de goticismo y de efectismo".El hermetismo de Palàcios sólo es aparente, según el escritor, que defiende "los plagios absolutamente literales". En una de las narraciones de AlfaBet este plagio se reduce a una palabra de Joan Roíç de Corella. "Una palabra que", en su opinión, "sonaba como un tiro" en la obra del escritor valenciano del siglo XV.

En el retrato de Palàcios encaja perfectamente su elección del libro que le hubiese gustado escribir. Ni más ni menos que el Tristram Shandy, del inglés Laurence Sterne, una de las obras más singulares, por su divagación, su sarcasmo sentimental y su juego tipográfico, de la literatura del siglo XVIII. Palàcios, sin embargo, apostilla: "En realidad, aún me gustaría más reescribir muchos otros libros".

De una gran lucidez sobre la precariedad de su entorno social, el escritor afirma: "Los personajes que vivimos en un espacio cultural miserable, proyectamos una sombra mayor de la que nos corresponde. No nos leerán en la vida pero no dejan de saber que estamos aquí, en un ámbito de misterio que no me parece nada mal". Y profundiza con cierto fatalismo en las urgencias de una sociedad como la valenciana. "No podemos dejar de experimentar cierta denigrable sensación de hacer las cosas por patriotismo. Y la verdad es que un escritor nunca ha de pensar colectivamente. Su postura siempre debe ser subversiva".

Acostumbrado a colaborar con artistas plásticos, Palàcios opina que "un pintor puede perder la referencia de la realidad. Un escritor, en cambio, no puede perder nunca la referencia de la palabra porque el pensamiento es la palabra". Contento con el trato que el editor de Empúries, Xavier Folch, ha dado a su constante reescritura sobre las pruebas de imprenta de AlfaBet, el escritor explica con entusiasmo la afectuosa propuesta que le formuló: "Ya veremos la forma de que puedas fabricar un libro que no se acabe nunca".

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