Centenares de miles de chinos exigen en Pekín el cese de sus dirigentes
ENVIADO ESPECIAL El 17 de mayo de 1989 es ya una fecha histórica para China. Más de un millón de personas juntó sus voces en Pekín para exigir democracia y la jubilación política del máximo dirigente, Deng Xiaoping, y del primer ministro, Li Peng. La riada de gente se congregó en torno a la plaza de Tiananmen para apoyar a los miles de estudiantes en huelga de hambre desde hace cinco días.
Entre tanto, Mijail Gorbachov mostraba su apoyo al "difícil diálogo político" entre las autoridades chinas, la Juventud y la sociedad, y buscaba los aspectos positivos de la agitación masiva que transformó su visita a Pekín en un desastre protocolario, informa Pilar Bonet.
Gorbachov declaró que está "satisfecho" de las "intensas y sustanciales" conversaciones con los dirigentes chinos. El principal logro de su visita ha sido la normalización de relaciones entre los dos colosos comunistas, tras 30 años de incomprensión y recelos.
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Deng Xiaoping, centro de las iras de la población
Viene de la primera páginaAnoche, la inmensa explanada que constituye el centro de referencia de Pekin continuaba repleta de público en espera de que el Gobierno anuncie alguna medida concreta que pueda satisfacer las condiciones del millar de huelguistas que resisten como pueden el asfixiante calor ingiriendo sólo líquidos y yogures. Los universitarios piden que las autoridades admitan que el movimiento estudiantil surgido hace más de un mes es "patriótico y democrático" y entablen un diálogo al más alto nivel con sus representantes.
El secretario general del partido comunista, Zhao Ziyang, les había hecho un llamamiento la pasada madrugada para que pusieran fin a su actitud, prometiéndoles que los dirigentes de la nación iniciarán pronto ese diálogo con los representantes del movimiento autónomo universitario, el motor del actual levantamiento popular que vive China. Algunos líderes del movimiento instaron a sus compañeros a abandonar el ayuno, pero sus consejos no han sido escuchados hasta el momento. Las juventudes comunistas, las federaciones oficiales estudiantiles y varios sindicatos de enseñantes han pedido al Gobierno que dialogue con los estudiantes. "Los gobernantes deben guardarse su soberbia y dialogar con los universitarios", afirmaban ayer funcionarios del Departamento de Organización del Comité Central del partido comunista, que también salieron a la calle en solidaridad con los huelguistas.
Todos contra la corrupción
La protesta se extendió ayer definitivamente a todos los sectores sociales de la población. Estudiantes, profesores, intelectuales, periodistas, obreros, comerciantes, funcionarios públicos, empleados de empresas mixtas, soldados, e incluso cuadros intermedios del partido comunista, pasaron toda la histórica jornada en la calle profiriendo gritos contra la corrupción de los gobernantes, y reclamando un rápido proceso de democratización. El propio servicio de seguridad de los estudiantes fue quien ordenó el tráfico, desbordadas como están las autoridades para controlar una situación que definitivamente parecen haberla perdido.
Si es cierto que existe una seria división en la cúpula dirigente de China entre reformistas y conservadores, la manifestación de ayer ha representado un respaldo definitivo a las tesis más aperturistas que sostiene el líder del partido, Zhao Ziyang, y una bofetada para el primer ministro, Li Peng, quien difícilmente podrá continuar en el cargo después de los ataques e insultos contra su persona que se han escuchado en la calle. Algunos observadores especulan con la posibilidad de que Zhao Ziyang jugó ayer fuerte su baza frente a Li Peng y fomentó la participación ciudadana en la protesta para hacer que la vía hacia la reforma sea irreversible.
Sin embargo, otros señalan que la impresionante respuesta popular a los llamamientos de los estudiantes en favor de la democracia es un reflejo del fastidio por la rampante corrupción que existe en el país y la falta precisamente de un control democrático para terminar con ella. "Abajo con los funcionarios corruptos", era uno de los gritos que más se escuchaban en bocas de millares de personas.
Pero realmente quien ayer fue centro de las iras de la población china es Deng Xiaoping, el hombre fuerte del país, que a sus 85 años controla todavía el timón, pese a haber decidido en el último congreso del partido dimitir de todos los cargos ejecutivos a excepción del de presidente de la comisión militar. "Un barco se puede dirigir, pero también puede ser volcado", se leía en una pancarta ayer, en alusión a las palabras expresadas el día anterior por Zhao Ziyang frente a Mijail Gorbachov de que el anciano político "es todavía nuestro timonel".
Una pequeña y breve pancarta era elocuente "Deng, 85 años, Gorbachov, 58". "Ya estás viejo Deng, retírate al campo", decía otra. "El gato se ha convertido en ratón", leía una que exhibían empleados del Ministerio de Industria Nuclear en referencia a la famosa frase del anciano dirigente chino "Gato blanco, gato negro, lo que importa es que cace ratones". El veterano político, purgado tres veces a lo largo de su dilatada carrera revolucionaria, debio comprender ayer que los que hasta ahora le elogiaban por su valentía en impulsar la modernización de China hace diez años, piensan ahora que es conveniente que deje el mando a otros y ponga así fin, como se explicaba en un largo manifiesto colgado en uno de los mastiles de la plaza Tiananmen, a la "regencia de quien está presente detrás de la cortina".
La presencia el martes de obreros de diversas fábricas se multiplicó ayer hasta el infinito. Trabajadores del sector metalúrgico, eléctrico, textil o de la construcción, desfilaban sin miedo por la calle gritando a los estudiantes "Vosotros sois los héroes. Apoyamos el sufrimiento de nuestros estudiantes. Es hora de que los obreros dejen de estar callados". No dejaba de ser sorprendente que uno de los gremios más privilegiados por el actual sistema de doble precios, como es el de los taxistas, decidiera unirse también al movimiento de protesta. Y más todavía lo fue el que empleados bien vestidos de una poderosa corporación estatal para el fomento de las inversiones extranjeras lo hicieran también.
Uno de sus portavoces, una mujer que trabaja como jefe de proyectos, explicaba su postura así: "Nuestra compañía apoya completamente al movimiento estudiantil porque todos somos chinos y estamos trabajando para que nuestro país sea próspero. Los estudiantes quieren presionar al Gobierno para que impulse la reforma".
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