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Entrevista:

Sanguinetti: "El país está de cara a su futuro"

El presidente de Uruguay afirma que los que votaron 'sí' en el referéndum no lo hicieron por temor

El presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, abogado y periodista de 52 años, del Partido Colorado, explica a EL PAÍS que el resultado del referéndum del pasado domingo, favorable a la amnistía a los militares, no fue consecuencia del voto del miedo. Sanguinetti afirma, en su despacho de la sede del Gobierno, llamada edificio libertad, que "hay una especie de agravio a la gente cuando se dice que en esta actitud de votar por la moderación hay temor o espíritu conservador".

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Según el presidente uruguayo, "esta misma opinión moderada votó el año 1980 en contra de una propuesta de los militares, cuando no teníamos libertad política para expresarnos". "Curiosamente, el líder de opinión que en 1980 se enfrentó a los militares, fue ahora el líder en la defensa de la ley de caducidad [se refiere al actual videpresidente uruguayo, Enrique Tarigo]. De modo que a este pueblo se le puede calificar de cualquier cosa menos de temeroso. En segundo lugar, se confunde el conservadurismo con la prudencia, y la prudencia es una de las máximas expresiones de la sabiduría".Pregunta. Usted dijo que con el referéndum se ha acabado la transición en Uruguay. ¿Qué significa esto?

Respuesta. Significa que Uruguay ha resuelto todos los problemas del pasado. Las discusiones remanentes de la época de la dictadura han quedado zanjadas. El país está de cara a su futuro.

Perdón a los asesinatos

P. ¿Se puede interpretar que aquí el 60% de la población votó una amnistía para los asesinos y torturadores?R. Eso es un error de concepto, que se ha manejado como producto de la propaganda proselitista. Cuando, en marzo de 1986, el Parlamento votó una amnistía para los Tupamaros, nadie sintió que era un perdón a los asesinatos y que era una solidaridad con aquéllos que nunca habían estado presos siquiera y que habían logrado huir y que habían dejado pendiente 15 asesinatos en Uruguay. Del mismo modo, sensatamente, nadie podría entender que esto ha sido una actitud de complacencia frente a los excesos de la represión. El tema es que, restaurada la democracia y ubicados hoy en un país con su democracia restaurada, había quienes entendíamos que el único modo de consolidar esa democracia era mirar hacia adelante, que no podíamos quedar rehenes de los fantasmas y discusiones de episodios ocurridos 15 años antes. Ésta era la discusión.

Había quienes sentíamos que la única modalidad de justicia válida hoy era la paz. Había quienes creían, al revés, que la paz sólo requería el largo transcurso de una justicia lenta y azarosa, que lo más probable es que no llegara a nada. Nuestra convicción era y sigue siendo muy firme a este respecto, y esto es lo que votó mayoritariamente el pueblo uruguayo.

P. Vamos a imaginar un escenario. Situación económica deteriorada, un sector de la población juvenil, informado políticamente, que se siente frustrado ante el resultado del referéndum y una presidencia de Pacheco Areco [el ex presidente es uno de los precandidatos del Partido Colorado] y estamos otra vez en 1968.

R. A mí no me gusta hacer fúturología. A los periodistas en general les gusta hacer futurólogos y no se resignan a ser los historiadores del presente, que es su deber. La futurología en política no tiene ningún valor. Estimo y pienso que ése es un escenario muy peculiar y muy sesgado. En cuanto a la frustración de ese sector juvenil, de la cual se habla, yo creo que es agraviarlos suponer que tienen un espíritu tan antidemocrático que, después de que lucharon por convocar un referéndum, no estaban dispuestos a acatar el pronunciamiento del referéndum que ellos pidieron. Supongo que tendrán la desazón que todos tenemos cuando perdemos una batalla, pero de allí a imaginar una frustración que los lleve a contribuir a la destrucción de las instituciones es pensar demasiado mal de esos propios jóvenes. .

P. ¿A usted no le preocupa que el 40% de la población, y un 56,5% en la capital, haya votado por la opción verde [contraria a la ley de caducidad]?

R. En el año 1980 hubo una propuesta de los militares y fue convocado un referéndum de carácter histórico, en el cual el 40% fue a la inversa, es decir, el 40% votó por la Constitución propuesta por los militares. Era un porcentaje sin ninguna duda importante y no intepretamos, ni correspondía hacerlo, que eso significaba estar de acuerdo con la dictadura. Era una opinión que nosotros no compartíamos, con relación a la salida, pero no pensábamos por ello que fuera un 40% de gente de espíritu dictatorial que no deseara la democracia.

Hoy tenemos un 40% que ha propiciado otra solución, que ha sido minoritaria. Naturalmente, yo hubiera deseado que fuera menos, pero no creo que sea un porcentaje excepcional, habida cuenta del mapa electoral del país. Este referéndum se ha acomodado bastante a lo que es la geografía electoral del país. No muestra cambios extraordinarios desde ese punto de vista.

El error de Sartre

P. ¿No es llamativo que la parte más informada de la población la más culta, se incline por esa opción?R. La gente más culta cívicamente no coincide casi nunca con la gente más culta académicamente. Sartre [el filósofo francés] era un importantísimo pensador y alguien a quien, en política, yo no hubiera seguido jamás, porque lo único que hizo fue conectar dictaduras y totalitarismos y se equivocó siempre. Normalmente, los sectores de élites universitarias son los que suelen equivocarse más.

P. ¿Los que suelen incendiar los países, tal vez?

R. A veces, sí.

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