El arquitecto de la guerra fría hace las paces con Moscú
George Kennan llega a la conclusión de que la amenaza soviética ha dejado de existir
El Senado se puso en pie, público y estenotipistas incluidos, y rompió a aplaudir, en un espectáculo nunca visto. George Kennan, el arquitecto de la política de contención del comunismo -aún doctrina oficial en el Washington de George Bush-, de claraba, hace unos días, que la guerra fría, cuyos fundamentos ideológicos él mismo suministró en 1946, ha concluido, y que la Unión Soviética ya no es una amenaza. "Debernos comenzar a pensar en la reconversión pacífica de nuestro poder militar".
Este hombre de 85 años, que gusta de tocarse con una boina vasca y camina con energía ayudado de un bastón, estaba afirmando en el Congreso lo que la cautela de la Administración todavía no parece dispuesta a reconocer. Estados Unidos se ha quedado, gracias a la revolución de Gorbachov, sin el enemigo que ha justificado más de 40 años de vigilancia armada hasta los dientes y un arsenal nuclear basado en la idea enloquecedora de la destrucción mutua asegurada.La senadora republicana Naney Kassembaun le preguntó a Kennan, diplomático, escritor brillante, premio Pulitzer y académico, si los norteameri canos tendrán dificultad ahora en ajustarse a un nuevo mundo sin un enemigo que justifique cuantiosos gastos militares. Y Kennan, que vivió las purgas de Stalin en los años treinta desde la Embajada de EE UU en Moscú, el Berlín de Hitler, la Praga invadida por los nazis y de nuevo el Moscú de la pos guerra como embajador de Truman, le respondió diciendo: "Es una gran pregunta y no es absurda".
"Existe un peligro para to dos nosotros. Hemos basado nuestros cálculos durante 40 años en la presunción de que te níamos un enemigo grande y peligroso que, si no era disuadi do, nos haría algo terrible. Esta presunción se está ahora desin tegrando bajo el impacto de los cambios que están producién dose en la Unión Soviética y en el resto del mundo".
El autor del viejo pensa miento internacional que ha ci mentado la política exterior de EE UU en las cuatro últimas decadas declaraba muerta una doctrina. Y también se sentía reivindicado por Gorbachov. Porque Kennan, que se ha quejado siempre de que él con la contención no predicó que EE UU se arrogara el papel de gendarme mundial ni la utilización de la fuerza militar para oponerse a una URSS expansionista, sino las presiones económicas y políticas, había advertido que "con tiempo y paciencia por parte de Occidente, el régimen soviético se dulcificaría".
A escasos kilómetros de donde Kennan certificaba el fin de una época, en la Casa álanca, el consejero de Seguridad Nacional, Brent Scowcroft, apadrinado intelectualmente por Heriry Kissinger, preparaba una revisión de la política norteamericana hacia la Unión Soviética destinada a sustituir a la contención. Todos los síntomas de la revisión estratégica que Bush anunciara a mediados de mayo indican que el Washington de 1989 se resiste a responder con audacia al reto del nuevo pensamiento de Gorbachoy.
Kennan afirmó ante el Comite dr Relaciones Exteriores del Senado que "claramente ha pasado la epoca de contemplar a la Unión Soviética primariamente como un posible, si no probable, enemigo militar".
El hombre que más sabe de Rusia en este país, "ha sido mi vida durante 60 años", declaró que "lo que estamos presenciando hoy es la ruptura de gran parte, si no de todo, el sistema de poder por el que la Unión Soviética ha sido mantenida unida y gobernada desde 19l7". Kennan, que elaboró su doctrina de la contención en un cable llamado Fuentes de la conducta soviética, enviado al Pentágono desde Moscú cuando Stalin había ocupado los países del Este y amenazaba con tragarse a Grecia, pidió una nueva política para responder a Gorbachov. El mensaje a Washington fue publicado en 1947 por Foreign Afflairs, bajo la firma de Mr. X.
Ahora, este icono de la guerraftía, que vio con clarividencia las disidencias de Yugoslavia -donde fue embajador con la presidencia de Kermedy- y de China del comunismo de Moscú, y, en 1950, con los franceses aún en Indochina, advirtió contra una implicación norteamerica.na en Vietnam, denuncia que el Gobierno de Bush no está haciendo lo suficiente para alcanzar acuerdos razonables, sobre armas nucleares y convencionales, con Moscú.
El otro gran poder
Kennan considera precaria la situación política interna de Gorbachov, "sobre todo por los magros re:sultados de la perestroika. Pero sus iniciativas enpolítica exterior", dice, "no han hallado una seria resistencia interna. No hay razón para suponer que los acuerdos con un Gobierno dirigido por él no serán, si son correctamente negociados y respetados por sus sucesores".
Kennan aconseja que EE UU deje que la liberalización en la URS S evolucione naturalmente, sin empujar a reformas drásticas. Es contrario, a diferencia de Kissinger, a suscribir un Yalta 2 sobre los países del Este, y asegura que es "tan tenue" el control de Moscú sobre los mismos que una intervención militar soviética "no sería ya una opción realista".
En 1987, Kennan, uno de los últimos estadistas de este país, acudió a una recepción en Washington ofrecida- por Gorbachov. El líder soviético le reconoció y abrazándoles le dijo: "Señor Kennan, nosotros, en nuestro país, creemos que un hombre puede ser amigo de otro país y continuar siendo al mismo tiempo, un ciudad,¿no leal del suyo. Y así le miramos a usted".
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