La policía israelí sitia las mezquítas de Jerusalén
Más de 2.000 policías de diversos cuerpos sitiaron ayer la explanada donde antaño se asentó el templo de Salomón y hoy las mezquitas de Omar y El Aqsa, en la ciudad vieja de Jerusalén, para evitar que se produjeran incidentes tras la muerte el día anterior de al menos cuatro palestinos (siete, según la agencia de prensa de la OLP), por disparos de policías fronterizos israelíes, en Nahalin, aldea cercana a Belén. Contrariamente a las previsiones, o tal vez a causa de ellas, la oración del viernes se desarrolló en calma y los 8.000 participantes en la misma se disolvieron sin incidentes y casi sin un murmullo.
Por primera vez desde hace muchos meses, las oraciones no fueron seguidas del desfile nacionalista tradicional en el que los jóvenes palestinos gritan consignas favorables a la OLP, cantan canciones nacionalistas y hacen ondear banderas palestinas. Ni siquiera hubo este viernes gritos de "¡Alá es grande!". Apenas nada. Sólo un pequeño grupo de mujeres piadosas entonaron brevemente un canto palestino para pasto de la veintena larga de equipos de televisión presentes. "Para hacerles un favor", se burló un sargento de la policía israelí.Las fuerzas de seguridad estaban en todas partes: vigilando la explanada de las mezquitas, en los tejados de los edificios próximos, a un lado y otro de las murallas, en los accesos. Había policías de uniforme y de paisano, miembros de unidades especiales, de grupos antiterroristas, de la guardia fronteriza, conocida por su combatividad... y por su brutalidad. En total, más de 2.000. "Hemos reconquistado el monte del templo", aseguraba con sarcasmo, micrófono en mano, un periodista de la radio israelí. Y todo este despliegue de fuerzas, para 8.000 musulmanes rezando. Lo cierto es que se esperaba a más de 30.000.
El viernes anterior acudieron unos 20.000 y, tras la plegaria, unos 1.000 de ellos, jóvenes, se manifestaron, gritaron consignas anti1sraelíes y lanzaron piedras sobre unos centenares de judíos que rezaban ante el Muro de las Lamentaciones. De puro milagro no hubo heridos.
Al día siguiente, para vengar la afrenta, un fanático religioso judío, con uniforme de reservista, apretó el gatillo de una ametralladora, mató a un palestino e hirió a otros tres. Esta vez, la policía estaba preparada. "No se tolerará el lanzamiento de una sola piedra", dijo el ministro Bar Lev. Pero también para impedir una intervención de extremistas judíos.
Para reunir a tantos efectivos, se movilizó a agentes de las cuatro esquinas de Israel. Incluso las escuelas de policía fueron vaciadas de sus reclutas para reforzar la operación en el Monte del Templo, como los judíos conocen a la zona porque, efectivamente, allí se elevó en otro tiempo el templo de Salomón. Lamezquita de Omar, según la leyenda, flie construida allí en el siglo VII. Cuando tantos lugares santos de diversas religiones se concentran en el mismo lugar, la paz de Dios es raramente respetada.
El lenguaje de la fuerza
¿Por qué hubo tan pocos fieles ayer? "Porque las amenazas de la policía, el asesinato de un joven mártir y la matanza de Nahalin asustaron a millares de musulmanes", asegura un responsable del WAKF, administración de los lugares santos del islam en Israel. Muchos judíos están de acuerdo.
Es el viejo y conocido argurnento: "Los árabes sólo comprenden el lenguaje de la fuerza". Ministros y diputados israelíes habían advertido ya: "Si los judíos no pueden rezar tranquilamente ante el muro, los musulmanes tampoco podrán en el Monte del Templo".
[Meshulam Amit, jefe la policía paramilitar de frontera, cuyos efectivos mataron a varios palestinos en Nahalin el pasado jueves, reconoció ayer que se habían cometido errores, que serían investigados y que se extraerían las conclusiones oportunas, informa Reuter.]
Ayer, el orden reinó en Jerusalén y las oraciones de unos y otros se elevaron al cielo sin ser profanadas por violencias en la tierra. Pero la tensión entre palestinos e israelíes no ha desaparecido. Antes al contrario. En las miradas de los musulmanes, silenciosos, había millares de puñales, según policías Judíos. Y viceversa.
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