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LA CRISIS CENTROAMERICANA

Cristiani: "No soy el jefe de los 'escuadrones de la muerte"

El candidato de la derechista Arena trata de borrar la siniestra imagen de su partido y promete dialogar con la guerrilla

Antonio Caño

A. C. ENVIADO ESPECIAL "Yo no soy el jefe de los escuadrones de la muerte", dice Alfredo Cristiani, candidato de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y principal aspirante a la victoria en las elecciones presidenciales de hoy en El Salvador. Moderado, hábil y conciliador, Cristiani, un empresario recientemente metido en la política, trata de borrar la siniestra imagen de su partido, promete un Gobierno "verdaderamente neoliberal" que dialogará con la guerrilla. Promesas de paz que no todos creen. La sede de la Unidad Nacional de Trabajadores Salvadoreños (UNTS), sindicato próximo a la guerrilla, está rodeada de sacos terreros por el miedo a los ataques de la ultraderecha. No son ellos los únicos que temen una noche de cuchillos largos si gana Arena.

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Alfredo Cristiani no piensa que nadie se deba sentir amenazado por la victoria de su partido y advierte, tajante, en una conferencia de prensa: "No vamos a ser los causantes de un baño de sangre en El Salvador". El candidato arenero niega que su partido esté involuerado en actos de violenta. "¿Usted cree", pregunta, "que si Arena estuviera matando salvadoreños votarían por nosotros?".Distintos observadores relacionan, sin embargo, Arena con el terror ultraderechista de años pasados, y uno de sus más destacados dirigentes, el mayor Roberto D'Aubuisson, está acusado por la justicia salvadoreña del asesinato, en 1980, de monseñor Arnulfo Romero.

Cristiani no disculpa del todo a su compañero de filas en este caso, pero considera que el asunto ha sido politizado en favor del gobernante Partido Demócrata Cristiano. El candidato de Arena promete que, en caso de llegar a la presidencia, el caso Romero seguirá abierto a investigación y que el mayor D'Aubuisson, no formará parte de su Gobierno.

Movimiento táctico forzado por la pésima reputación de D'Aubuisson, en Estados Unidos, o diferencias reales con el líder de la ultraderecha, lo cierto es que Cristiani quiere presentarse alejado del antiguo oficial del Ejército salvadoreño, quien, sin embargo, ha participado activamente en la campaña electoral y ha llenado mítines con su tradicional discurso incendiario y su programa populista.

No hay de qué preocuparse, dice Cristiani a la opinión pública internacional. Su Gobierno, asegura, velará por los derechos humanos y tratará de erradicar la violencia. Cristiani reconoce que, por el momento, no consigue convencer a ciertos países de su buena voluntad, pero manifiesta que cada vez que habla con gobernantes extranjeros les explica: "Aquí hay un partido político que ha estado haciendo un esfuerzo dentro del proceso democrático; permitan que el pueblo salvadoreño, si quiere llevar a ese partido al Gobierno, lo lleve. Ustedes juzguen por lo que vean después, no por lo que crean que va a hacer ese partido".

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Eso mismo, añade, le dijo hace un par de meses al vicepresidente de Estados Unidos, Dan Quayle, quien le aseguró, según Cristiani, que la Administración norteamericana "está dispuesta a trabajar con cualquier partido político que resulte electo" hoy A cambio, el candidato arenero le manifestó que "no existe ningún problema en que se mantengan las condiciones impuestas hasta ahora" por Estados Unidos para la concesión de una generosa ayuda (unos 600 millones de dólares al año) a El Salvador, entre ellas, la del respeto a los derechos humanos.

"La carta de la generosidad"

El rector de la Universidad Centro Americana (UCA), Ignacio Ellacuría, no cree que un Gobierno de Arena imponga, al menos en una primera etapa, un régimen de violencia. "Puede haber turbulencias, se puede mover el avión e incluso abrirse una puerta y caerse algunos pasajeros, pero no creo que la línea de Arena sea la del recrudecimiento de la violencia, y menos de la violencia terrorista".

"Van a jugar", dice Ellacuría, "la carta de la generosidad, la negociación y la apertura democrática. Sólo si esto les fuera muy mal habría la posibilidad de que una corriente interna dura rebrotase". Pero hay algunas razones para que esto no ocurra. A la presión de Estados Unidos, que no quiere ver ahora su trabajo de ocho años en El Salvador en manos de un grupo de semifascistas odiado por el Congreso norteamericano, hay que sumar el interés concreto de la derecha salvadoreña en que vuelva la paz para permitir el desarrollo.

Arena es el partido de los empresarios, de los terratenientes, de los grandes comerciantes, de todos aquellos que antes creían, como decía D'Aubuisson, que podían acabar con la guerrilla en tres días a tiros y que hoy dicen apostar por la negociación. "Hay que hacer la apertura necesaria para intentar la incorporación del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) al proceso democrático", afirma Cristiani.

El candidato de Arena tiene previsto iniciar el diálogo con la guerrilla inmediatamente después de conseguir la victoria, pero cree que esa negociación debe hacerse sin la publicidad que tuvo anteriormente; debe ser un diálogo "permanente y productivo" y, preferentemente, deber sostenerse fuera de El Salvador.

Esta puerta abierta a un diálogo serio es una de las razones que han llevado al FMLN a apostar por un triunfo de Arena, pero no la única. Con la victoria del partido de la derecha recalcitrante, la guerrilla consideraría definitivamente fracasado lo que se llama el proyecto norteamericano, que consiste en favorecer la creación de un centro democrático entre dos proyectos radicales: el marxista y el ultraderechista.

Con Arena en el poder, el FMLN confía en que le sea más fácil agrupar en la oposición un conjunto de fuerzas progresistas en torno a "una alternativa popular". "Arena es la alternativa más arriesgada, pero si sale bien es como el que apuesta por un caballo al que nadie da vencedor y luego se lleva todos los dividendos", considera Ellacuría.

"No habrá pasos atrás en la reforma agraria", promete Cristiani para desvanecer uno de los principales temores de los votantes más humildes. "La reforma agraria (uno de los pocos éxitos reconocidos al Gobierno de Napoleón Duarte) necesita una revisión para que sea productiva, porque, en la actualidad, la inmensa mayoría de los campesinos no se considera todavía propietaria, pero no vamos a regresar la tierra a sus antiguos propietarios".

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