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FALLAS DE VALENCIA

Las babosillas

Bernardos / Domínguez, Cepeda, De la ViñaTres toros de José Matías Bernardos y 1º, 3º y 6º de Montalvo, desiguales de presencia, algunos sospechosos de afeitado, flojos y manejables. Roberto Domínguez: estocada trasera desprendida y dos descabellos (aplausos y salida al tercio); bajonazo y rueda de peones (aplausos). Fernando Cepeda: tres pinchazos bajos, dos pinchazos saltos -aviso- y dos descabellos(silencio); pinchazo, estocada,rueda de peones y descabello (vuelta). Rafi de la Viña. bajonazo y rueda de peones (petición y dos vueltas); estocada corta perpendicular delantera desprendida, rueda de peones y descabello (oreja). Plaza de Valencia, 16 de marzo.

Sexta corrida fallera.

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El día después

Toda la tarde estuvo saliendo el medio toro, a manera de trompeta anunciadora de las dos babosillas que irrumpirían al final. Lo de medio toro es un decir. No se trata de que aparezca por chiqueros la mitad de delante, o la de atrás, o la de arriba, o la de abajo, no es antirreglamentario. Se trata de que el toro aparece reducido, a estilo jívaro, no tanto los corpachones -que continúan siendo inmensos- como la cuerna y, principalmente, su psicología animal. Le dicen mediotoro y a lo mejor es sólo cuarto y mitad de fiereza, temperamento, casta y cuanto define la raza que llaman toro de lidia.

El medio-toro en el sentido dicho también es antirreglamentario, pero no tan evidente como si apareciera la mitad de delante, de atrás, de arriba o de abajo. O sea, que disimula, y siempre habrá técnicos dispuestos a adornar sus gracias aduciendo que tiene la edad, el peso, cuernos dos y por debajo un par. Estos técnicos y determinados sectores de público se fijan mucho en el par y no resisten exclamar: ¡Menudo par tiene!

Los medio-toros de ayer, trompetas anunciadoras de las babosillas que irrumpirían al final, seguramente lucían menudo par -no se pone en duda-, y consecuentes con su condición, estaban atrompetados. Torear era, a la sazón, empresa que aceptaban sin mayor problema. Distinto fue, sin embargo, que los diestros quisieran abordarla.

En realidad quisieron a ratos. Roberto Domínguez dominaba la situación, componía figuras, trazaba pa.ses con pulcritud, mientras rematarlos y ligarlos no parecía entrar en sus planes y se limitó a construir sendas faenas aseaditas. Fernando Cepeda muleteaba con alivio del pico, suerte descargada y al hilo del pitón. Rafl de la Viña, que se hizo presente en plan tremendista, pegando largas cambiadas de rodillas, optaba por el encimismo, empalmando pases de pecho o la suerte natural con la contraria, en una parcelita del tercio de sol.

Como dobló el toro de un bajonazo y la presidencia denegó la oreja que pedía parte del público, le hicieron dar dos vueltas al ruedo, en señal de desagravio y para que se fastidiara el presidente.

Liquidados los toros atrompetados, pisaron la arena las babosillas que anunciaban. Tenían un trapío enternecedor y tan dócil conformar, que se hacían querer. Las quisimos con amor de madre. Allá donde les pusieran el trapo los diestros, allá iban, pacíficas y de buen talante. Fernando Cepeda, a la suya -que era coloradita y de pitón churro- le ligó sin enmendarse, en el mismísimo platillo, tres pases cambiados. Luego, varias tandas de redondos y no tantas de naturales, embarcados con temple, nunca cargando la suerte, sin cruzarse para nada y perdiendo terreno en el remate de los pases. La afición hubiera preferido que empleara ese toreo bueno que bordaba de novillero y de matador utiliza rara vez. Por eso no entusiasmó.

A la babosilla última, berrenda aparejada, Rafi, de la Viña le hizo un faerión de continuos alardes y progresivas vibraciones. Los mejores naturales y redondos de la tarde cuajó entonces Rafi de la Viña, y ese habría sido un toreo para el recuerdo si no lo llega a mezclar con excesos tremendistas, incluidos circulares al derecho y al revés. En esta ocasión la presidencia concedió la oreja, que pidió la mayoría del público, y Rafl de la Viña dio la vuelta al ruedo montado a hombros de un señor, exhibiendo los premios conseguidos: esa oreja, un ramo de flores, una liebre y una naranja. Que hacían rancho, y si lo cenó, le hubo de saber a gloria.

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