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La Tosa de fuego' caraqueña

El pasado 2 de febrero Carlos Andrés Pérez tomaba posesión de la presidencia venezolana al cabo de más de una semana de fastos, que habían convertido a Caracas en la capital política de Latinoamérica. Cientos de periodistas del mundo entero, un largo cuarterón de jefes de Estado y de Gobierno presentes, Felipe González, y como gran estrella invitada, el líder cubano Fidel Castro.Carlos Andrés Pérez, populista, socialdemócrata a la americana, contundente, capaz de convencer a todos empezando por sí mismo, había trazado un programa de austeridad, de cinturones tensos, de saneamiento drástico de la economía. Con él había llegado el realismo, el fin de la aventura, un nuevo comienzo duro pero esperanzado para el gran país del petróleo fácil, en el que por mor de la crisis el dólar se había puesto dificil.

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El caraqueño se mostraba escéptico, pero probablemente impresionado por su presidente. Gran impulsor de razonables soluciones para el problema centroamericano, Carlos Andrés Pérez se presentaba al país como el estad¡ sta-veterano que, al recibir una nueva oportunidad presidencial, va a saber conjugar la experiencia del repetidor con el entusiasmo torrencial del que sabe que a la segunda va la vencida.

El encuentro con la realidad no ha podido ser más cataclísmico. Su rotunda victoria electoral no es en absoluto incompatible con su tremendo fracaso en las calles de Caracas. Muchos que le votaron en su día y que, aunque criticaban el despilfarro de la toma de posesión, aceptaban que una política grande no podía hacerse con mezquindades, han podido estar material o espirituaP mente en la protesta callejera.

La realidad venezolana, al cabo del derroche, tiene algo de gas inestable siempre cebado para la explosión. Y la exuberancia de hace unas semanas no ha podido hacer más sarcástica la subida de precios en la gasolina y el transporte. Mientras se trataba de ver al gran prestidigitador conjurar un futuro dificil pero aparentemente bien diseñado, la opinión podía dejar en suspenso un sano escepticismo; cuando ha empezado a pasarse la factura de las abundancias por venir Caracas se convirtió ayer inevitablemente en la Rosa defuego latinoamericana.

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