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ACOSO A LA DEMOCRACIA ARGENTINA

Entre galgos y podencos

Los argentinos contemplan hastiados el nuevo atentado contra la democracia

Argentina vivió ayer, una vez más, una jornada de tensión ante el nuevo ataque contra la democracia. La jornada se caracterizó por el desenlace sangriento y una verdadera orgía de la desinformación que se enseñoreó en Buenos Aires durante más de medio día, ante una elite política que parecía empeñada en celebrar una especie de ceremonia de la confusión.

El hastío del hombre de la calle era palpable en Buenos Aires. El calor sofocante y húmedo de este verano austral inundaba las calles, pero por el barrio Norte los perreros, que transportan de una vez casi una docena de animales de todas las razas y pelajes, continuaban su paseo como si nada ocurriese. El camarero del boliche preguntaba con indiferencia al corresponsal de este periódico, que almorzaba pegado al transistor: "Pero, ¿todavía no se acabó el baile?".Los políticos confesaban su ignorancia ante lo ocurrido y su falta de información. Las restricciones eléctricas mantenían oscuras las pantallas de los televisores, mientras las emisoras de radio se dedicaban a discutir si eran galgos o podencos. Los del comando "son zurdos", porque había mujeres entre los asaltantes, y varios melenudos, decía una radio. La siguiente en el dial aseguraba que se trataba de seguidores de El Turco, es decir, el coronel Mohamed Alí Seineldín.

Desde días atrás circulaba por la ciudad el rumor de que se avecinaban acontecimientos militares. El mismo presidente Raúl Alfonsín había reconocido, en una conferencia de prensa el pasado viernes, que no se podían excluir nuevos remezones de la crisis militar.

Advertencia del tarot

El candidato vicepresidencial peronista, Eduardo Duhalde, había pronosticado el fin de semana una nueva crisis. Hasta una tarotista le advirtió a una corresponsal brasileña que no debía salir de Buenos Aires, porque algo se avecinaba. La corresponsal se desesperó, porque cree en esas ciencias ocultas, y se marchó a Buzios (Brasil) con la mala conciencia de abandonar el deber.

A pesar de las predicciones, lo que nadie esperaba era que el golpe viniera del otro lado. "Son zurdos", insistía una radio. Había mujeres y llevaban melena larga. Argumentos definitivos.

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Algo increíble. La guerrilla izquierdista parecía definitivamente muerta e incapaz de una acción semejante. Tampoco se veía sentido a una acción más propia de un comando suicida. No se explica por qué un comando de unos 50 individuos se encierra en plan numantino en el regimiento. La lógica más elemental indicaba que, después del ataque, podían apoderarse de las armas del regimiento y desaparecer, pero quedarse allí parece un absurdo sin sentido.

Sin vacilaciones

Algo alimentaba la versión de que efectivamente se trataba de un grupo de ultraizquierda: la ferocidad con que en esta ocasión las fuerzas armadas respondieron al nuevo atentado contra la democracia.

Ayer no hubo vacilaciones. Los militares no dudaron en emplear toda la artillería contra los subversivos. De repente las fuerzas armadas argentinas parecen haber encontrado la perdida hipótesis de conflicto. El enemigo interior, que parecía definitivamente derrotado, estaba de nuevo allí, vivo y coleando.

El espíritu de combate, que no apareció en los días de las asonadas del teniente coronel Aldo Rico en Semana Santa de 1987 y Monte Caseros, las vacilaciones en reprimir al coronel Seineldín desaparecieron como por ensalmo.

Enfrente estaba el enemigo tradicional, no "los nuestros", , y esta vez las fuerzas armadas no dudaron en reprimir a sangre y fuego. Durante más de medio día sonaron las ráfagas de ametralladora, los bombazos de los morteros y los cañones de los blindados.

A partir de las siete de la tarde, con la televisión ya en funcionamiento, reducida a cuatro horas de ración diaria, en los hogares argentinos entraron las imágenes de la guerra de verdad, con muertos, heridos y edificios en llamas.

Los políticos, que por la mañana estaban sumidos en la confusión y decían que sólo sabían lo que emitían las radios, pedían por la noche en la televisión que caiga todo el rigor de la ley contra los delincuentes que se enfrentan a la democracia.

Seineldín sigue tan tranquilo en el regimiento de Palermo, hasta que se decida su suerte, y tiene largas listas de espera de visitantes y políticos que desean ser recibidos por el coronel amotinado. Al mismo tiempo, el recinto del regimiento de La Tablada se llenaba con los cadáveres y heridos de la represión de esta nueva asonada, que esta vez parece venir de la ultraizquierda.

Argentina ha vuelto ayer a encontrarse con los viejos demonios, con los muertos que gozan, al parecer, de mejor salud de la que se pensaba. Los extremismos parecen retroalimentarse en su fobia contra la democracia. A las asonadas de los fundamentalistas de ultraderecha parece sumarse ahora la de los ultraizquierdistas.

Faltan menos de cuatro meses para las elecciones presideciales. Casi se podía decir aquello de "éramos pocos y parió la abuela" o, como comentaba días atrás un periodista, "en este país, si ponen un circo, les crecen los enanos".

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