Tú a Washington, yo a California
El ciudadano Ronald Reagan regresa a un lujoso y tranquilo retiro de Hollywood, donde todo comenzó
"Cuando regrese a California me echaré una gran siesta. Bueno, en el fondo, no será muy diferente a lo que he estado haciendo estos ocho años". El presidente Reagan, desde mediodía de ayer el ciudadano Ronald Reagan, ironizaba así hace unas horas sobre su futuro y su pasado.
Un helicóptero militar, ante cuya puerta por última vez se le cuadró un marine, y posteriormente un avión oficial, pero ya no el Air Force One -sólo fue el número 27000, pintado en la cola-, sacó ayer a los Reagan de Washington en su definitivo viaje a California y a un retiro de lujo junto a Hollywood, donde todo comenzó.
A las 10.30 de ayer, los Reagan realizaron su última función social presidencial, recibiendo al matrimonio Bush en la Casa Blanca (por última vez como número dos), para ofrecerles un café previo al viaje al Congreso y la transmisión de poderes, que tuvo lugar a mediodía.
No ocurrió lo descrito por Christopher Buckley en su muy leída novela humorística White House mess, en la que un presidente (Reagan) en pijama y batín se niega a abandonar la Casa Blanca porque hace mucho frío fuera.
Los 93 empleados de la mansión presidencial sacaron las últimas cajas de los Reagan y colocaron en los armarios las ropas de los Bush entre las doce de la mañana y las tres de la tarde.
Adiós sentimental
Reagan, en un adiós sentimental, bajó ayer por la mañana de sus habitaciones y visitó, por última vez, el Despacho Oval de la Casa Blanca desde el que ha dirigido el mundo en los últimos ocho años. Y en un cajón de la mesa que hereda Bush le dejó un mensaje deseándole suerte.
"No volveré a hacer cine", dijo ayer Reagan, "porque sería aprovecharme de este honroso cargo, pero aceptaré otras cosas que estén en el mercado". "Tengo que ver, ahora no sé lo que vale un corte de pelo". Reagan piensa escribir en California sus memorias; Nancy hará lo propio. Prometen ser jugosas, y la ex primera dama ya tiene editor, Random House. Lo que no se sabe es cuánto cobrarán.
El ex presidente, cuyo primer empleo fue de locutor deportivo, ha recibido una oferta de 100.000 dólares para hacer un programa de una hora contestando las llamadas de aficionados a los deportes, para una emisora de música country. Y piensa lanzarse de lleno al lucrativo circuito de conferencias -se habla de 50.000 dólares por charla-, predicando algunos temas inconclusos de su revolución: la ilegalización del aborto y una enmienda para equilibrar el presupuesto.
Reagan, que cumplirá 78 años el 6 de febrero, deja la escena que ha dominado durante casi dos décadas y un país optimista y cambiado, con un índice de popularidad desconocido en la historia presidencial y un 54% de los norteamericanos asegurando que le hubieran reelegido para un tercer mandato. Ayer, el todavía presidente se desayunó con la noticia de que el diario Pravda, en Moscú, le elogiaba.
Reagan, que no se considera un jubilado, ha prometido hacer campaña también a favor de la enmienda 22 de la Constitución, que impide elegir por tercera vez a un mismo presidente, algo que considera profundamente "antidemocrático".
El miércoles, cuando a su perro Rex le regalaron una caseta en miniatura de la Casa Blanca, el presidente dijo: "Al menos a ti no te echarán nunca de aquí como a mí". Realmente, Reagan no deja la Casa Blanca con las manos vacías. Contará con una pensión como ex presidente, a la que se une la de ex gobernador de California, de 150.000 dólares anuales (18 millones de pesetas), una oficina pagada por los contribuyentes, que también darán otros 150.000 dólares para dotarla de personal, teléfono y correo gratis, protección 24 horas del servicio secreto y libre uso de una casa en Washington.
Y todos los viajes pagados. Aunque, como ha afirmado la reina Nancy, "ya me han dicho que los aeropuertos están imposibles". Ayer fue la última vez que no tuvieron que esperar para su tarjeta de embarque y volaron desde la base aérea de Andrews a Los Ángeles, donde sus amigos les organizaron una bienvenida en el aeropuerto. Los Reagan ya durmieron en su nueva casa, un chalé tipo rancho de ladrillo, estilo California-hawaiano, de 2,5 millones de dólares, que 20 amigos han comprado para ellos y se lo alquilan, al parecer, por 15.000 dólares al mes.
Exclusivo barrio
Los Reagan tienen una opción de compra sobre la casa en el número 668 de Saint Cloud Drive, en el exclusivo barrio de Bel Air, cerca de Hollywood, y junto a las mucho más lujosas mansiones de Elizabeth Taylor o Zsa Zsa Gabor. Seis mil quinientos pies cuadrados (600 metros cuadrados), piscina climatizada, tres dormitorios principales con chimenea, dos para el servicio, dos grandes salones y un comedor, un patio con calefacción en el suelo y un garaje de tres plazas. Realmente modesta para los estándares de la zona. Tanto es así que a Nancy, a pesar de que es caballo regalado, le pareció poco la primera vez que la vio.
Los ciudadanos Reagan visitarán a menudo su Rancho del Cielo, sobre las montañas de Santa Inés, en Santa Bárbara, dedicándose a su afición favorita: montar a caballo. Tendrán dos oficinas en el piso 14 de un edificio de Los Ángeles, a 15 minutos de su casa, donde se filmó la película Die hard, que trata de la toma por terroristas de un rascacielos.
Nancy, además de una intensa vida social con sus amigas las millonarias californianas, se dedicará también a recoger fondos para la construcción de un centro contra la droga.
Ronald vigilará la construcción de su biblioteca presidencial, en un valle próximo a Los Ángeles, que tiene un coste proyectado de 43 millones de dólares, que él ayudará a obtener. Los Reagan se llevan con ellos de Washington un jefe de prensa que ya trabajaba en la Oficina del Portavoz de la Casa Blanca.
Recuerdo de los rehenes
Reagan, que lleva despidiéndose del país dos meses, ha vivido unas últimas horas nostálgicas en la Casa Blanca recapitulando sobre su histórica presidencia.
Su último recuerdo, que le trae la memoria del 20 de enero de 1981, cuando Jomeini liberó para él, no para Carter, a los rehenes de Teherán, fue ayer para los nueve rehenes norteamericanos todavía cautivos en Líbano, que no ha podido rescatar.
Pero también ha ejercido el poder real. Nombrando a algunos amigos para cargos, no importantes, que le sobrevivirán políticamente (por ejemplo, a la mujer de su jefe de Gabinete, Sidney Duberstein, para un consejo de educación vocacional).
Impuso medallas de la libertad el jueves por la tarde, una de ellas al secretario de Estado, George Shultz, afirmando que "no hay nada tan precioso e irremplazable como la libertad americana".
Y en su última decisión de política exterior ha permitido a las compañías petroleras norteamericanas que continúen operando en Libia para que Gaddafi, como había prometido, no embargue sus activos.
Reagan se negó a las presiones de los derechistas para perdonar a Ollie North, el conspirador del Irangate, que le causó el principal problema de su presidencia. Pero dijo ayer que está convencido de que será declarado inocente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.