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Muere Cristino Mallo, el escultor de lo cotidiano

Su plástica estuvo próxima a la de los pintores de la llamada 'escuela de Madrid'

Con la muerte de Cristino Mallo el pasado miércoles en Madrid, a la edad de 83 años, desaparece una figura singular y entrañable de la escultura española posterior a la guerra civil, una de las personalidades que con mejor sensibilidad y rigor encarna, dentro de ese contexto, una vía de reflexión renovadora de la tradición estatuaria. Nacido en Tuy (Pontevedra) en 1905, Cristino Mallo se forma como escultor en el Madrid de la década de los veinte, cursando estudios en la Academia de Bllas Artes de San Fernando.

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Socarrón, callado y sencillo

Hermano de la pintora Maruja Mallo, una de las personalidades más singulares del surrealismo español, Cristino Mallo vive también, desde una perspectiva menos radical, el espíritu de renovación de los círculos intelectuales españoles de principios de los treinta. Colabora con el arquitecto Lacasa, para quien realiza maquetas, y diseña, por encargo de María Teresa León, los figurines de Los títeres de cachiporra, de García Lorca.Tras la guerra, la propuesta de Cristino Mallo se sitúa, en un talante próximo a la actitud defendida por los pintores de la llamada escuela de Madrid, con quienes mantiene estrecha relación, en una meditación innovadora que se aleja de la mera retórica académica, y que supone un puente sobre el paréntesis bélico que recupera, para el contexto español de posguerra, un cierto talante de modernidad.

Creador refinado y voluntariamente independiente, Cristino Mallo establece una lectura muy personal de la gran tradición representativa de la escultura occidental. En ese sentido, y aun cuando alguna pieza aislada explora terrenos más abstractos, su obra entronca en cierto modo con posiciones como las encarnadas, en nuestra propia vanguardia histórica, con un Manolo Hugué o, dentro de la escultura italiana de su tiempo, con Marini y Manzú.

En esa vía, cuya voluntad de reducción y estilización no pierde nunca la visión de un cierto paradigina de mediterraneidad, no podía dejar de despertar la atención temprana de una figura como la de Eugenio D'Ors, quien incluye a Cristino Mallo en la selección en su quinto salón De los once.

El propio D'Ors destacaba, en 194 8, la síntesis de dinámica creatividad y sobrio equilibrio que: define el hacer de Cristino Mallo y que procedía de la huella de Maillol.

Sereno, delicadamente sobrio e intimista, Mallo es un escultor que extrae de lo cotidiano, trabajando en formatos casi siempre muy reducidos, una rotundidad y emoción extrañamente intensas. De sus temas más caros, en esa discreta ambigüedad, sería con frecuencia el de a figura en movimiento, en la frontera de una acción detenida que posee todo el temblor y gracia de su impulso y una secreta estabilidad interior. Veracidad de lo diverso, como la que descubre el humor, en esa certera y tierna ironía que recorre también la obra de Cristino Mallo.

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