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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

30 años de Fidel

COINCIDIENDO CON el final del año, hace ahora seis lustros los revolucionarios cubanos llegaban a La Habana. El 1 de enero de 1959, Fidel Castro establecía en ella su nuevo Gobierno. Era, en ese momento, el triunfo de un largo esfuerzo de liberación de la dictadura de Batista, cruel y vendepatrias, en el lenguaje de los alzados, y para muchos ciudadanos de todo el mundo -y especialmente para los latinoamericanos-, el arranque de una nueva era de independencia. Pero es más fácil hacer una revolución, e incluso ganarla, que detenerla en su momento justo y gozar de sus beneficios. Hoy, la revolución cubana está seca y ha dejado al descubierto una incapacidad, probablemente consustancial, para evolucionar.Nadie duda de que en la radicalización del proceso revolucionario cubano intervino decisivamente el bloqueo norteamericano y sus permanentes amenazas. Se repetía así una antigua historia: en 1917, Rusia sufrió el cordón sanitario occidental y la guerra civil fomentada desde el exterior, y el sistema nacido de la Revolución de Octubre fue degenerando hasta devenir en Stalin y el comunismo de guerra.

En Cuba, a los factores exteriores se añadió la personalidad, proteica y avasalladora, de su líder. Castro, después de haber partido para la revolución como un católico de clase media, se declararía más tarde .marxista-leninista" y, tras el bloqueo, estrechó su alianza con la URSS como única salida del punto muerto. Con el correr de los años se fue haciendo realidad lo de que la revolución devora a sus propios hijos y Fidel se fue desprendiendo -fusiló, encarceló- de antiguos colaboradores, algunos de ellos cómplices del enemigo exterior, otros muchos sinceros revolucionarios disconformes con la progresiva transformación del sistema en una dictadura personal. Tras unos primeros años de verdadero y sincero espíritu creador en el campo de la cultura y las artes, las posibilidades de expresión se fueron cerrando y llegó la época de los arrepentimientos y las vergonzantes confesiones públicas. Muchos de los intelectuales occidentales de izquierda que apoyaron el experimento cubano -y lo sostuvieron como última esperanza después de haber perdido la virginidad con el descubrimiento de la naturaleza del socialismo real- fueron distanciándose, mientras que en el interior muchos de los entusiastas de la primera hora fueron haciendo las maletas.

El régimen fue aislándose progresivamente no sólo por la pérdida de estos apoyos, sino también por la evolución de la sociedad internacional, que hizo ¡mposible el trasplante de esa forma de revolución a otros países del continente -como en la experiencia trágica del comandante Guevara-, y vino a demostrar, primero en China y luego en la URSS, que la dictadura delproletariado es, en su esencia, una dictadura más, y hay que rectificarla aunque sea tarde. El principio de todas estas revoluciones era el de una estricta necesidad y hay que admitir que obtuvieron grandes logros. En Cuba se hizo una redistribución de la riqueza; se eliminó el poder de la mafia de Estados Unidos, que había convertido el país en un gigantesco burdel-casino; se hizo llegar la enseñanza a todo el pueblo, y pudo mostrarse como paradigma a un Tercer Mundo que comenzaba a liberarse.

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Treinta años después, todo ello sigue siendo cierto, pero también lo es que el régimen de Castro no parece tener futuro en un mundo en el que la creciente distensión internacional está dejando sin sentido las posiciones avanzadas en el campo enemigo. El líder reformador soviético, Mijail Gorbachov, tendrá ocasión de explicárselo personalmente al dirigente cubano en un próximo viaje. Quienes conocen a Castro no se hacen muchas ilusiones. Hace unos meses, el dirigente cubano ya afirmó rotundamente que su país "no necesita de perestroika". Muy probablemente, el régimen castrista subsistirá mientras él viva. Y no parece nada seguro, por otra parte, que Estados Unidos quiera ayudar a que las cosas sean de otro modo.

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