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Tribuna:RETRATO DE DOS CIUDADES
Tribuna
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La conciencia de la Revolución

La Revolución de 1789 y su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano se han convertido ya en el debate incesante en Francia. En una buena librería se encuentran, sin buscar, una decena de títulos sobre el tema. Este país es una máquina de debatir, un proceso autocrítico continuo.La Revolución se ve, generalmente, como la manera más directa que tuvo Francia de construir una libertad que se volcó sobre Europa y que es la que vive hoy, en el supuesto -fácil de hacer- de que las formas democráticas vinieron de ella. Pero hay escritores que piensan que fue inútil, porque se habría ido a la democracia de todas formas, y dañina, porque produjo una violencia grave que pesa en la conciencia francesa.

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La tradición es otra cosa

Podría haber sucedido, por ejemplo, que Luis XVI se entendiese mejor con los revolucionarios y hubiese producido una monarquía constitucional, o que Danton y Robespierre se hubiesen puesto de acuerdo, evitando, como consecuencia, el terror que inspiraron. Pero nada de eso pasó.

Si buscamos en los argurne itos de los intelectuales que hoy revisan la Revolución, se llega a dos conclusiones: la izquierda en general la aprueba, la ferecha en general la rechaza (derecha e izquierda, las de hoy; pero como si no se hubiera acabado nunca el debate del ancien régime).

Cierto que hay argumentos más sutiles: por ejemplo, que es posible que Francia siga buscando desde entonces una forma de monarquía y la haya remedado con Charles de Gaulle y ahora con Mitterrand, como si el presidencialismo fuera una consecuencia del complejo de culpabilidad por la truncada cabeza real y hasta una consecuencia del complejo de Edipo (tomando al rey, o al presidente-monarca, como padre de todos).

Esperanzas

Hay quien cree que los socialistas no han tenido nunca una buena revolución en su pasado, y muchos de ellos la están esperando todavía, como si esperaran al Mesías.

Algún pensador asegura que la Revolución Francesa es "un problema insoluble"; otro, que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que aún se aprende de memoria en los colegios, hace creer a los jóvenes franceses que viven en un país más libre que los otros, y algunos mueren sin llegar a desengañarse, sin aprender la realidad. De todas maneras, estas formas de discusión sobre lo imposible han hecho siempre de Francia un país distraído y gracioso.

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