La oportunidad perdida
Los dos últimos días del ciclo Madrid: canciones de los 80 confirmaron la estrechez de planteamientos de unas jornadas que se han limitado a exponer una parte de la música realizada a lo largo de los últimos años, sin abordar una de las carencias fundamentales de la década que finaliza: la ausencia de un foro de discusión en profundidad de los problemas que afectan a una música popular, que de tanto mirar atrás se está convirtiendo en una inmóvil estatua de sal.Mientras la revolución del soporte está a la vuelta de la esquina (en Japón se vende un disco convencional por cada seis compact-disc), las radios alcanzan su mayor grado de sumisión a la política de las discográficas y la infraestructura musical española aún no ha solucionado problemas elementales, es una oportunidad perdida la organización de un cielo de tres días basado en lanzar miradas a un pasado inmediato que ha situado a la música popular como uno de los mayores negocios de los últimos años, situando la creatividad en un plano secundario.
Madrid: canciones de los 80
Hilario Camacho, H. H. Farnox, Ventolera, Luis Pastor, Pablo Guerrero. Miguel Vigil, Javier Batanero, La Trampa, Manolo Tena y Ramoncín. Centro Cultural de la Villa. Madrid, 22 y 23 de diciembre.
El día dedicado a los cantautores reunió a tres veteranos para los que la década de los 80 no ha sido particularmente propicia. Hilario Camacho, Luis Pastor y Pablo Guerrero desarrollaron su trabajo con normalidad en los 70 y hoy se encuentran ante un futuro incierto, contra el que luchan con la fidelidad a unos principios como principal arma. La adaptación de cada uno ante este problema es muy diferente. Hilario Camacho, autor de canciones de la belleza de Cuerpo de ola, no ha variado un ápice su música. Solo con su guitarra interpretó sus temas más conocidos, no estrenó ninguno y finalizó con Los cuatro luceros, su primera composición. Significativo.
Diversificación
Luis Pastor ha evolucionado más e intenta continuar su carrera a través de una diversificación que lo mismo recuerda a Djavan que se introduce en el rock. Esto disminuye la unidad de su repertorio y ese riesgo asumido aún no ha dado resultados, a pesar de la calidad de algunas composiciones. Su distante actuación dio paso a Pablo Guerrero, que ha elegido la vía de la experimentación para desarrollar su lirismo. El extremeño camina por un sendero complejo. La sencillez e inocencia de sus canciones casan a veces con dificultad con el minimalismo polirrítimico y repetitivo que las envuelven, echándose en falta un mayor arropamiento armónico. Su actuación quedó diluída, porque hoy la honestidad de planteamientos ya no es suficiente. Los noveles H. H. Farnox y Ventolera tampoco fueron especialmente estimulantes. El primero, admirador de John Mayall y Paul Butterfield, no aportó nada nuevo y Ventolera sorprendieron por sus excelentes voces, y es un grupo con posibilidades si personalizan más su repertorio.
En el último día del ciclo se alcanzaron algunos de los mejores momentos con las actuaciones de Miguel Vigil, La Trampa y Manolo Tena, tres intérpretes que inician su carrera con personalidad. Miguel Vigil es feo, bajito y sentimental, y su ternura entrañable conectó inmediatamente por la sencillez con que la expresa. Canciones correctamente interpretadas y arregladas, excesivamente costumbristas y a las que falta algo de originalidad. La Trampa es un grupo recién nacido, centrado en su cantante y guitarrista y con esa fuerza e ingenuidad que solo tienen los que empiezan. Sus canciones pop están bien construidas y dan sensación de madurez. Manolo Tena presentó nuevo grupo, con el que tendrá que trabajar para adaptar a los veteranos y excelentes profesionales que lo integran hacia la sutilidad de su música. Tena es uno de los músicos más interesantes que hoy intentan desarrollar una línea personal y su calidad como intérprete y compositor merece una atención superior a la que tiene.
Javier Batanero solo cumplió y, por último, Ramoncín se autoproclamó como la estrella del ciclo. Mientras los 13 artistas que le precedieron limitaron su actuación a 4 ó 5 canciones, Ramoncín -que continúa mirándose en el mismo espejo que Bruce Springsteen- ofreció un concierto muy profesional de más de una hora, haciendo gala de una insolidaridad fuera de .lugar en un ciclo de estas características. Quizá quería justificar que cobró cuatro veces más que sus compañeros de cartel, pero Joaquín Sabina, que actuó el primer día, tenía un cachet similar y fue más humilde.
Babelia
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