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Crítica:CINE / 'LOS MODERNOS'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

París en Montreal

Cuando el largo círculo de la trama de Los modernos se cierra al fin, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el protagonista, Nick Hart, un pintor que se ha ganado la vida en Paris haciendo caricaturas para la prensa diaria, descubre colgadas en la pared del templo de la creación contemporánea telas de Matisse, Modigliani y Cezanne, telas que él sabe falsas por la sencilla razón de que es él quien ha pintado las copias expuestas y ha visto cómo eran destruidas las originales. En ese momento Hart se siente satisfecho, recupera "su autoestima", y la película acaba sugiriéndonos que los museos están llenos de copias realizadas por artistas de talento de los que nada sabemos.El problema de la argumentación de Rudolph, que alcanza a la forma misma de la película, es que para nosotros, espectadores, que aceptamos que Kevin O'Connor sea Hemingway y Elsa Raven Gertrude Stein, los cuadros son de Matisse, Modigliani o Cezanne porque de ellos es laidea original y su plasmación Físiea, que podrá ser copiada o imitada pero siempre continuará siendo suya, independientemente de los problemas de mercado y de la sacralización de la obra única.

Los modernos

Director: Alan Rudolph. Intérpretes: Keith Carradine, Linda Fiorentíno, Geneviève BujoId, Geraldine Chaplin, Wallace Shawn, Kevin J. O'Connor y John Lone. Guión: S. Rudolph y John Bradshaw. Fotografía: Toyomchi Kurita. Música: Mark Isharn. Direccion artística: Steven Lagler. Estadounidense, 1988. Título original: The Modems Estreno en Madrid: cine Alphaville, V. O.

Un París mental

Puede que los cuadros sean falsos pero siguien siendo de Matisse, Modigliani y Cezanne. La manera de acabar Los modernos está en consonancia con el París reconstruido en el plató de Montreal, un París mental, imaginado, que no es distinto de los espacios creados para Choose Me o Trouble in Mind, limitados a unos pocos lugares que la cámara recorre a base de lentas panorámicas siguiendo a los actores, cuyas trayectorias se entrecruzan y van fabricando la ficción entre multitud de espejos. La capital francesa de los años 20, invadida por una generación de escritoresamericanos, desde el ya citado Hemingway hasta Scott Fitzgerald pasando por Edinmund Wilson, es la que evoca Los modernos como paraíso por unos breves años, un lugar en el que los artistas eran reyes, convivían y discutían entre ellos, en el que el dinero estaba a punto de hacer su irrupción corruptora, en el film de la mano de Bertram Stone (John Lone), un millonario que, en su cinismo, dice y hace las cosas más sensatas de la función.Al cine siempre le ha gustado convertir la historia en ficción, propiciar encuentros entre personajes inventados y otros que, siéndolo, han existido y figuran en todas las enciclopedias. Los políticos, militares, inventores y héroes han sido biografiados por Hollywood y por el cine de casi todos los países, pero casi siempre para utilizarlos como protagonistas. En Los modernos, como en Arde París?, y ya me perdonarán la comparación, que sí creo moderna, todos los estupendos actores con los que trabaja Rudolph están al servicio de una recreación de la atmósfera, de la época, y los curriculums brillantes la atraviesan como un guiño cómplice dirigido al espectador, que puede reírse de esas americanas provincianas que confunden Hemingway con Fitzgerald. París es o debiera ser la heroína del film y no sólo un telón de fondo, y la ciudad son sus personajes, lo que ellos sugieren. Y en este sentido, ese Nick Hart que se cree alguien porque copia bien, o esa Gertrude Steín tan insufrible como parece era pero sin su malicia, o ese Hemingway botarate empeñado en pronunciar sentencias para la posteridad son unos "modernos" un tanto risibles y poco parisinos. Sólo Linda Fiorentino y John Lone, los personajes que menos deben a los manuales de historia, así como el divertido Wallace Shawri, logran que olvidemos a ratos que Montreal no es París.

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