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Hormigas contra catedrales

El templo de Zamora, amenazado por las térmites

Una auténtica marabunta de hormigas térmites ha hecho nido en la catedral de Zamora, y desde su subsuelo hasta su mismísimo cimborrio se han adueñado del recinto catedralicio, amenazando muy seriamente todo su entramado de madera y -lo que sería irrecuperable e insustituible- su magnífico coro.

El cabildo acaba de dar la voz de alarma, y distintas empresas y organismos están estudiando la forma de acabar con esta plaga, cuyos hormigueros no han sido todavía detectados.Asimismo, no se sabe todavía qué métodos y sustancias -químicas o no- pueden ser los más adecuados para acabar con las térmites sin que el ataque a esta hormiga pueda conllevar grave deterioro para su vieja estructura, ya aquejada de múltiples males derivados de la terrible humedad que padece y los que aquejan a sus vetustas piedras, sobre todo en sus tejados.

La catedral zamorana se asienta en otras viejas estructuras: la de la primitiva catedral, edificada por Alfonso III el Magno; las demoliciones realizadas por el conquistador árabe Almanzor y las reconstrucciones del siglo XII de Fernando I y posterior de Alfonso el Emperador. La catedral vieja se construyó en el tiempo, para entonces remarcable, de 24 años; es de ancha base románica, pero en su alzado se sobreponen claras y rotundas formas orientales.

Su tesoro artístico interior -en tapices, esculturas, retablos, esculturas, imaginería, inmensa custodia y altar de plata repujada y dorada- figura en primer lugar de cualquier libro o catálogo sobre el patrimonio histórico-artístico de España.

Si todo ello es irreemplazable, aun más lo sería la destrucción de la sillería de su coro, obra en talla de madera del siglo XV, que es, junto a las de Plasencia y Toledo, de las mejores existentes en España y única en el mundo. Cada uno de los respaldos de sus sillerías alta y baja presenta una figura -de santos en la parte alta y de personajes del Antiguo Testamento en la baja- En sus sillas -misericordias o apoyos-se representa una serie de escenas donde la figuración alude a costumbres de los monjes y clérigos de la época.

No se ha detectado todavía que las térmites hayan llegado hasta el coro, pero basta rozar los muros para, a simple vista, observar a estas laboriosas y siempre insatisfechas hormigas marcando sus sendas por todas las columnas de la catedral. La sacristía es, por ahora, la zona visible más afectada.

Como es sabido, esta clase de hormiga -albina y a la que la luz repele- se alimenta tan sólo de madera. La sillería sería para ellas un auténtico boccato di cardinale.

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