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Dijo John Ford: "Yo fotografío gente"

La Filmoteca Española edita un libro dedicado al gran cineasta

Es quizá una frase apócrifa, pero parece suya, porque radiografía el carácter lacónico y burlón hacia las actitudes de los intelectuales respecto del cine, de un norte americano-irlandés de Cap Elizabeth, Maine, llamado John Martin Feeney, también conocido como John Fearna, Sean Aloysius O'Fearna, Jack Ford y John Ford: "Yo fotografío gente". Era su manera, no ajena a una peculiar coquetería y a quitar solemnidad a su trabajo, del que sabía su secreta condición ambiciosa. En John Ford, libro que acaba de se editado por la Filmoteca Española, hay muchos elementos de juicio para adentrarse en el universo de este complejo cineasta que quería pasar por simple.

Este volumen es el tercero que edita la Filmoteca Española. Pertenece al programa editorial que esta instituición decidió poner en marcha hace tinos años y que camina a paso de tortuga, demasiado gota a gota, distanciando en exceso la aparición de cada volumen respecto de la fecha de publicación del anterior.Hace unos meses, la Filmoteca dedicó un amplísimo cielo de sus proyecciones a la obra de John Ford, que es uno de los ejemplos máximos de aportación del cine al entendimiento de las raíces de nuestra civilización. El libro ahora editado es una prolongación natural de aquel memorable ciclo, que dio a conocer a muchos españoles la magnitud y la permanencia, por encima de los cambios de gustos y de preferencias, del vigoroso e inconfundible estilo que emana de la ingente obra fordiana.

El libro ahora dedicado a la obra de John Ford ofrece un conjunto de excelentes ensayos, casi todos inéditos en España, sobre aspectos parciales, pero todos ellos esenciales, de su obra.

La enorme bibliografía que en las últimas décadas ha provoca do John Ford, desde que alguien decidió considerar a la obra de este divertidor como un asunto se rio -muy serio: un eje de la identidad de los hombres contemporáneos- se ve así complementa da por esta antología de dispersos análisis de extensión media que, recopilados en forma de fresco, ofrecen al lector una forma muy útil e inteligente de entrar en la espesura del cine de Ford desde muy diversos ángulos simultáneos y que a la postre resultan complementarios. Esto hace que la aparente dispersión del libro sea en realidad una forma inesperada de concentración.

Aportación españolaLa aportación española al volumen, además del esfuerzo compilador y editorial en sí mismo, materializado en un minucioso trabajo coordinador de Antonio Weinrichter y su presentación introductoria al volumen, se limita a un ensayo del actual director de la Filmoteca, Miguel Marías, escrito antes de que tomara posesión de este cargo. El resto del libro consiste en 27 estudios, la mayor parte aparecidos en publicaciones especializadas extranjeras, sobre todo francesas, estadounidenses y, británicas, de expertos analistas del cine de Ford, cerrados por una exhaustiva filmografía compilada por Tom Gallagher.

Junto a estos componentes literarios, el libro cuenta con una iconografía riquísima, que le convierte, en cuanto objeto en una joya editorial. Jean Roy, Peter Bogdanovich, Jean Mitry, Bertrand Tavernier, Joseph McBride, Louis Marcorelles, Adriano Aprá, Roger Tailleur, Martin Rubin y Michael Wilmington son algunos de los nombres que firman esta colección de ensayos, en consonancia con su probado y meticuloso conocimiento del cineasta, que en ocasiones ha conducido, a obras que sobrepasan el estudio de una de sus particularidades y se orientan hacia una interpretación global de la obra completa de John Ford. La paradoja que surge de la lectura del libro radica en que la gran variedad de asuntos y de enfoques que contiene no impide, sino que por el contrario acentúa, la unidad de fondo del trabajo, lo que da idea del rigor y el buen sentido con que se ha llevado a cabo la compilación y ordenación de los textos, así como su ensamblaje recíproco en un fresco unitario.

Hay títulos de algunos de los ensayos que componen el volumen cuyo enunciado pone de manifiesto el interés que su contenido tiene para el conocimiento de la obra fordiana: El incomprendido, El período de aprendizaje, Ceremonias de inocencia, Realismo y romanticismo, El poeta tras una máscara de hierro, Ford en Irlanda, Género, director y estrellas en los westerns de Ford, El otoño de John Ford, además de análisis de algunos de sus filmes esenciales, como El joven Lincoln, El caballo de hierro, Wagonmaster, Fort Apache, El hombre tranquilo, Centauros del desierto, Dos cabalgan juntos, El hombre que mató Liberty Valance y Siete mujeres, su última incursión detrás de las cámaras.

La aguda mirada de un tuerto

A Ford le faltaba luz en un ojo, pero debía ver doble con el otro. De otra manera no se explica que su mirada penetrase en el revés de las cosas, en los misteriosos ritos que reposan bajo los comportamientos comunes y en los jugos que circulan bajo la piel rugosa de los rostros desérticos.Descifró Ford, con un sólo ojo, más enigmas del comoportamiento humano que una legión de antropólogos apiñados detrás de un microscopio. Y lo hizo con la facilidad de quien sólo busca hacer pasar buenos ratos a sus amigos, que eran todos sus contemporáneos. Como Chaplin, encumbró a los humildes, hizo letrados a los analfabetos. Por eso su voz tuvo resonancias genesíacas: mejoró a quienes la oyeron.

Despreciaba a las élites y habló de los asuntos mas graves con las palabras más accesibles. No se fiaba de las ideas y, aunque las tenía, y firmes, las disolvía en los ritmos recónditos de los sentimientos, pues de estos sí se fiaba Ford. De ahí proviene la ojeriza que' los intelectuales tuvieron y tienen contra él: hacia trizas su razón de ser. Era Ford para ellos un tipo intolerable, un sujeto que, fotografiando la piel de la gente, radiografiaba las honduras de esa gente, y que, mientras otros se retorcían en busca y rebusca de alambicados lenguajes para decir evidencias sencillas, él empleaba estas evidencias sencillas para expresar los alambiques más complejos del comportamiento.

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