El huevo del 'Culebrón'
El comportamiento del público, esa pequeña congregación de seres humanos dispares que reaccionan de forma unánime ante el estímulo que se les sirve desde una pantalla, es significativo y nos persuade una vez más de que una película no es sino el arte de pulsar con sabiduría las emociones primarias colectivas.Los prospectores de filmes clásicos para la sección ABC de América Latina acertaron con el remake 40 años más tarde de aquel éxito mexicano que fue -y es- Aventurera, de Alberto Gout, melodrama tremebundo magníficamente entretejido por el guionista Alvaro Custodio y protagonizado en línea de vedette multiuso por Ninón Sevilla, que canta, baila, solloza, odia, besa mucho, reparte botellazos y se deja llevar por el torrente de trapisondas que el destino -el guión otra vez- le depara.
El respetable observa conductas cuando menos curiosas ante este tipo de espectáculos: se niega a pecar de ingenuo, resabiado por muchas horas de arte, ensayo y filmografía social, y prorrumpe en falsas carcajadas en los momentos trágicos para asfixiar en sí mismo todo ímpetu de disfrutar sufriendo, de comulgar con la historia, de constituirse en populacho. Creaciones geniales de lo camp como Aventurera representan el huevo del culebrón, del serial televisado, prolongable hasta el infinito, que confirma la vigencia del género por los índices de auditorio y la soledad de las calles e hipermercados a la hora en que se emiten. Distinguiríamos también otro prejuicio del grupo espectador, a saber, que cuando le sirven un folletín en blanco y negro con el sello de garantía del león que ruge o la antena de radio chisporroteante, lo respetan y lo degustan; pero basta que comience la banda sonora con acento criollo o caribeño para que la emoción se les desmorone.
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