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36º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

El certamen donostiarra muestra las distintas caras del cine español

Puede que sea casual, pero el festival de San Sebastián de este año está logrando dar una imagen distinta del cine español, que ya no lo muestra escindido entre comedias tontorronas y productos de supuesta alta cultura poblados de fantasmas y represiones. Si Malavenura es un ejemplo de cine de autor, Ander eta Yul ha supuesto una feliz reaparición de los filmes con fuerte voluntad de enraizamiento con los problemas político-sociales vivos, mientras que Diario de invierno es un trabajo de gran ambición que no le teme a la desmesura y que reivindica para sí lo mejor de la tradición cultural del país.

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Además, las dos últimas cintas españolas presentadas, Barón Rouge y Remando al viento, son también muy distintas entre sí y en relación con las anteriores. Barón Rouge, del debutante Rafael Moleón, es un thriller en la modalidad, una sorpresa cada quince minutos, mientras que Remando al viento, dirigida por Gonzalo Suárez y presentada aquí en su versión original inglesa, es un producto internacional, que parte de la mitología y la realidad que envuelve a personajes cuya biografía y obra son patrimonio universal. Byron, Shelley, Polidori y Mary Shelley son los protagonistas del filme, quizá el más redondo de los que se han visto hasta el momento en la selección oficial.Suárez ha optado por un camino muy distinto del recorrido por Ken Russell o Iván Passer, dos recientes revisitadores de aquella noche suiza de 1816, en que Mary Shelley alumbró a Frankenstein. Su dos antecesores habían optado por una iconografía gótica y por privilegiar el papel de los poetas, mientras Suárez prefiere adoptar el punto de vista de la creadora del más cinematográfico de los monstruos modernos y crear un mundo inspirado en la pintura romántica.

El buen trabajo de Gonzalo Suárez, más constante y sostenido que en otras obras suyas, en las que había marcadas e innecesarias oscilaciones de tono, se ve ayudado por una producción muy cuidada. Todas las películas españolas que se han visto antes en San Sebastián han tenido, en mayor o menor medida, problemas de sonido, hasta el punto de que, en el caso de Diario de invierno se cuestiona públicamente durante la conferencia de prensa la calidad del equipo de proyección con que está equipado el teatro Victoria Eugenia, que hizo incomprensibles muchísimas frases de una película de espléndidos diálogos.

Pero ninguno de esos problemas se hicieron patentes durante los pases de los filmes The last temptation of Christ, Stormy monday o Rowing with the wind, que ése es el título original de Remando al viento. ¿Cuál es la razón de ello? Al margen de las pegas que puedan merecer las salas de San Sebastián, parece obvio pensar que las deficiencias técnicas están también en otra parte, quién sabe si en nuestros laboratorios, en nuestras salas de doblaje o en los procesos de mezclas.

Sorpresas

Un festival no sólo depara sorpresas agradables o desagradables en relación con las películas que selecciona, sino también respecto a las figuras que lo visitan, las declaraciones de algunas de ellas o respecto a su capacidad de convocatoria.De esta manera, hay que reseñar que más de 2.000 espectadores asistieron a la maratón dedicada al cine rockero en el frontón Anoeta; que al ministro de Cultura, señor Semprún, los proyectos cinematográficos en que más le apetecería trabajar son: en una adaptación de La ciudad de los prodigios, otra de El siglo de las luces y en una reconstrucción de el caso Yoyes; que Bertolucci se ha añadido a la lista de Visitantes famosos, mientras se espera a Kim Bassinger para la clausura.

Anécdotas que se alternan con el éxito de John Waters y su Hairspray, una muy divertida comedia sobre los años sesenta, con buenos números musicales y una galería de tipos extraordinaria, o con la feliz sorpresa representada por la película galesa On the black hill, de Andrew Grieve.

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