En las fronteras del 'apartheid'

Juan Pablo II ha evitado cuidadosamente durante este viaje a las fronteras de Suráfrica mencionar por su nombre a este país cuando ha criticado el "pecado" del racismo.En su vuelo de Roma a Harare fue interrogado intensamente por los periodistas sobre el tema de las sanciones económicas contra Suráfrica. Su respuesta fue que eso era un asunto exclusivamente político y se preguntó sobre su eventual efectividad. Esta posición concuerda perfectamente con la del episcopado polaco, sobre el que el Papa tiene un indudable peso, y que se ha opuesto a la aplicación de medidas similares para Polonia, porque quien las sufre, se afirma, es la población.

Es obvio, por otra parte, que en buena medida el éxito de la visita del Papa a esta zona está en manos del Gobierno racista de Pretoria, que en cualquier momento puede tomar medidas como el corte del fluido eléctrico o impedir el paso de personas que, como ayer en Botsuana, llegaban a la ciudad de Gaborone procedentes de Suráfrica.

Quizá por ello, el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro, aún asegurando que Carol Wojtyla admira a Mandela y quiere su libertad, se preguntaba anteayer sobre si esta gira era el momento más adecuado para pedirla. Con la intención de no desatar las iras de Suráfrica, Juan Pablo II se ha referido en diversas ocasiones a lo que ha denominado pecado del racismo, pero sin citar por su nombre al poderoso país que lo practica. Por el momento, parece que Pretoria ha tenido una actitud no agresiva. Prueba de ello es que los guerrilleros del Renamo -financiados por Pretoria- han anunciado un cese de hostilidades durante la visita del Pontífice.