Borja promete una revolución moral en Ecuador
ANTONIO CAÑO ENVIADO ESPECIAL,El socialdemócrata Rodrigo Borja prometió una revolución moral en su país y una política exterior independiente al tomar posesión, el miércoles, de su cargo como nuevo presidente de Ecuador. En una ceremonia convertida en auténtico acto de afirmación latinoamericana, donde se hizo ostensible la incomodidad del secretario de Estado norteamericano, George Shultz, el jefe del Estado ecuatoriano anunció que acabará con la corrupción y que incorporará a su país a los foros de solidaridad regional.
Rodrigo Borja, de 51, años, pronunció un discurso de más de dos horas ante seis jefes de Estado y numerosos vicepresidentes y ministros de Asuntos Exteriores de distintos países de América Latina y de otros continentes. Convocó a una gran concertación nacional para sacar al país del caos en el que, según él, ha quedado sumido después de cuatro años de gestión conservadora. "La situación es de extrema gravedad", dijo. "Recibimos un país en bancarrota económica y moral, una preocupante degradación ética en las más altas esferas gubernativas, un pueblo que a fuerza de desengaños ha perdido la fe".Puso un gran énfasis en la necesidad de una renovación ética de la política ecuatoriana y prometió perseguir a los culpables de los casos de corrupción presentados en el pasado. "El pueblo clama por la moralización administrativa y por la sanción a los culpables", afirmó Borja, que anunció que "hoy termina la era de quienes suponían que la ley estaba hecha para su uso parúcular". Prometió mantener al Ejército bajo la disciplina de la Constitución, y tal como estaba previsto, ayer mismo anunció los nombramientos de los nuevos Rodrigo Borja aseguró que implantará un sistema de economía mixta, "donde convivan la planificación estatal con la propiedad privada". Dijo que el neoliberalismo puede funcionar en los países desarrollados, pero no en las sociedades latinoamericanas. Anunció un programa económico de emergencia "con medidas de estabilización primero y de crecimiento después".
Adelantó que su país no podrá pagar la deuda externa, calculada en 14.000 millones de dólares. "No se trata de que no queramos pagar, se trata de que no podemos pagar", manifestó Borja, que calculó que Ecuador necesitaría el total de las exportaciones durante mas de cuatro años para pagar la deuda, pese a ser un país exportador de petróleo.
El presidente ecuatoriano garantizó una política exterior basada en la no intervención y la libre determinación, y afirmó: "Nos resistimos a ser fichas del ajedrez geopolítico mundial". Borja destacó la necesidad de avanzar hacia la integración latinoamericana. En la mañana de ayer, en una reunión con la Prensa, insistió en este aspecto y mencionó el hecho de que, con la presencia de Fidel Castro en su toma de posesión, "se ha recuperado el pluralismo ideológico en América Latina".
Borja mantuvo el miércoles encuentros con Castro y con el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, a quien expresó, según el propio presidente ecuatoriano, "el anhelo de que EE UU contribuya al plan de paz para Centroamérica". Borja explicó que deseaba mantener relaciones respetuosas con EE UU, pero advirtió que no admitiría injerencias.
Tensión
La presencia de Shultz ha estado cargada de tensión. El hecho de que el primer acto oficial del nuevo presidente haya sido recibir a Daniel Ortega no es, desde luego, la política a la que Estados Unidos estaba acostumbrado en este país. A eso se sumó la polémica por el mural de Oswaldo Guayasamín que ha adornado el Congreso durante los actos del relevo presidencial. En él aparecen las siglas CIA pintadas sobre el casco de un símbolo de la muerte. Borja explicó ayer al respecto que el pintor tiene derecho a dibujar lo que quiera y que Shultz también tiene derecho a opinar contra esa pintura, como efectivamente hizo.
El secretario de Estado norteamericano fue recibido en el Congreso con gritos contrarios y con pitos. Se sentó en la fila de los cancilleres, cerca del ministro de Asuntos Exteriores de la República Árabe Saharaui Democrática, y lejos de donde compartían conversación y sonrisas Raúl Alfonsín, Jaime Lusinchi, Fidel Castro, Mario Soares, Julio María Sanguinetti y Óscar Arias.
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