_
_
_
_
Tribuna:LOS PROBLEMAS FINANCIEROS DEL TERCER MUNDO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Deuda latimamericana, bases para una negociación

Cada vez hay mayor unanimidad acerca de la incapacidad de los países en vías de desarrollo de pagar su deuda externa, que, duplicándose desde 1980, ronda el billón de dólares. Por esta razón, señala el autor, la mayoría de los bancos acreedores está elevando sus reservas, el mercado secundario cotiza los títulos de ladeuda con descuentos crecientes, e incluso en el Senado de Estados Unidos se oyen voces que abogan por una solución de largo plazo a un problema al que no se le ve una solución en los términos en los que el sistema financiero y los Gobiernos acreedores (a través del FMI y el Club de París) lo están planteando.

La incapacidad de los países deudores para pagar su deuda externa se impone a pesar de los durísimos planes de estabilización aplicados en los distintos países, hasta el punto paradójico de que los países que más recursos externos necesitan para financiar sus necesidades de desarrollo se han convertido desde los inicios de la década en exportadores netos de ahorro.Desde 1982 América Latina está transfiriendo al exterior un equivalente al 4%. de su PIB y, sin embargo, su deuda total se ha incrementado un 17% en el período (en 1985 rondaba los 370.000 millones de dólares). Para damos una idea de lo que esto representa baste recordar que la famosa transferencia alemana, en concepto de reparaciones de guerra impuestas por el Tratado de Versalles, transfirió entre 1925 y 1932 el equivalente al 2% del PIB.

Este artículo intenta cuestionar la opinión muy generalizada, e implícita en las posiciones del FMI, de que el problema de la deuda tiene sus orígenes en la pretensión de los países en vías de desarrollo de crecer y vivir por encima de sus posibilidades y de espaldas a las coyunturas internacionales. Este empeño no debe entenderse como apologético de los gobiernos -casi nunca democráticos- que se endeudaron, sino como una contribución a la necesaria delimitación de responsabilidades respecto al montante de la deuda entre los países deudores y el sistema financiero internacional. Esta tarea se ilustra con el país latinoamericano más endeudado: Brasil.

Deuda brasileña

De acuerdo con el FMI, el saldo de las operaciones corrientes de un país indica su posición deudora o acreedora respecto del ahorro externo. Según esta evaluación, Brasil financió su milagro económico absorbiendo entre 1967 y 1985 algo más de 140.000 millones de dólares de ahorro extemo, de los cuales, casi un 90%. fueron absorbidos desde el primer choque petrolífero, poniendo de manifiesto la incapacidad de los dirigentes brasileños al no cambiar sus planes de industrialización ante la nueva tesitura económica. El ahorro externo habría representando como media el 18% y el 24% de la formación bruta de capital de Brasil en los períodos 1974-1979 y 1980-1982, respectivamente, siendo así un elemento central del crecimiento económico durante el período. En estas circunstancias, la obligación de responder a los compromisos contraídos estaría Fuera de toda discusión.

No obstante, la metodología del FMI no pasa de ser una simple operación contable que distorsiona el origen y las responsabilidades respecto de la deuda. El saldo de las transacciones corrientes engloba elementos reales, necesarios para mantener la producción y el consumo de un país (importaciones de insumos y mercancías), y elementos financieros tales como intereses y repatriación de beneficios.

De este modo, para evaluar la responsabilidad del deudor en el monto total de la deuda es necesario distinguir en ésta la parte que corresponde a absorciones de ahorro externo de aquella que se origina en el sistema financiero internacional o en políticas económicas tomadas fuera del país (verbigracia subidas del tipo de interés promovidas por la Reserva Federal de EE UU). Con ello, separamos la componente real (gap real) de la componente financiera de la deuda.

El gap real engloba el saldo de las balanzas comercial y de servicios productivos. Un valor negativo refleja la cantidad que un país tomó prestado del exterior para satisfacer la demanda agregada interna. A la vista de las estimaciones del gap real presentadas en la tabla adjunta, las consideraciones y cifras del FMI acerca de la deuda brasileña se matizan sobremanera.

Así, las necesidades de financiación externa entre 1967 y 1974, cuando el país crecía a una tasa media anual del 11 %, que de acuerdo con la evaluación del FMI hubieran representado como media el 7,1% de la inversión, representaron sólo el 3,1% de la misma. Esto se debió a que la expansión del producto se dio sobre la base de la capacidad ociosa disponible del período anterior y del dinamismo de las exportaciones.

De igual modo, y si bien es cierto que la arrogancia de los gobiernos militares les hizo imposible ínternalizar el choque del petróleo con el realismo que hubiera sido necesario, esta imprudencia fue sensiblemente menor que la pretendida por el FMI y así el gap real entre 1974 y 1979 representó como media el 10,7%. de la inversión, frente al 18,3% asumido por el FMI. La imprudencia de los tecnócratas de la dictadura fue contratar el 75% de la deuda a tipos de interés flexible; el error del sistema financiero fue colocar a la ligera sus excedentes de petrodólares.

En el proceso, Brasil había reducido drásticamente sus reservas de divisas y fue incapaz de absorber tanto el segundo choque del petróleo de finales de 1980 (lo que deterioró la relación de intercambio) como el alza de los tipos de interés de la economía norteamericana, que, entre diciembre de 1979 y diciembre de 1980, saltaron del 9% al 21% como consecuencia de la necesidad estadounidense de atraer ahorro externo para financiar sus déficit internos.

En el período 1980-1985 Brasil aplicó dos planes de estabilización que si bien redujeron considerablemente el gap real a través de una drástica reducción de importaciones y la expansión del sector exportador, fueron incapaces de contener el deterioro del déficit por cuenta corriente.

El país entró en barrena en un proceso en el que los altos tipos de interés deterioraban la balanza por cuenta corriente cuya financiación obligaba a obtener nuevos préstamos en condiciones cada vez peores, que a su vez deterioraban, aún más, la balanza por cuenta corriente. En resumen, se redujo el gap real pero fue imposible controlar la componente financiera de la deuda.

De la severidad de los ajustes recesivos iniciados en 1983 habla no sólo el signo positivo del gap real medio a partir de este año, sino el que su valor agregado para el período estudiado no llegue más que a 29.000 millones de dólares (compárese esta cifra con los más de -142.000 millones obtenidos aplicando la metodología del FMI). En el período 1983-1985 Brasil exportó recursos reales netos iguales al 50% del ahorro externo absorbido en los 15 años del milagro. Para el FMI, el país continuó absorbiendo 7.500 millones de ahorro internacional.

¿Qué hacer?

En los momentos actuales, y en medio de fuertes presiones y boicoteos tanto internos como externos, Brasil está en vías de suspender la moratoria de los intereses debidos a los bancos privados declarada en el primer semestre del año pasado dentro de su programa de ajuste no recesivo (el Plan Cruzado). Tal suspensión significa el reconocimiento por parte de Brasil del total de la deuda debida y sus íntereses, y la aceptación de su solución a través del mecanismo ortodoxo de ajustar la balanza de pagos, a cambio de obtener de las instituciones financieras 7.500 millones de dólares de crédito adicional con los que financiar los intereses debidos.

La obtención de esos créditos está condicionada a negociar con el FMI un plan de austeridad en el que se cifren objetivos mínimos de transferencia de recursos al exterior, lo que, en cualquier circunstancia, va a deteriorar aún más las condiciones de vida de la población en un entorno en el que el salario mínimo mensual es el más bajo de toda su historia, recibido por más del 42% de los asalariados, y su poder de compra dista mucho (representa alrededor de 1/8) del necesario para cubrir la ración alimenticia esencial que es definida por el propio Gobierno.

En estas circunstancias la vuelta al FMI es realmente problemática: 1) es una huida hacia adelante que nada ayuda a resolver el problema de la deuda, sino que, todo lo contrario, lo deteriora en tanto que ningún dinero nuevo va a entrar en el país y la bola de nieve de la deuda va a continuar rodando; 2) significa que se ignora la raíz financiera del problema y, por tanto, se acepta cargar sobre sus hombros (en especial sobre los de sus sectores más desfavorecidos) las consecuencias de la política reaganista; 3) no se contribuye al proceso de consolidación democrática, y 4) se debilitan sobremanera las posibilidades de conseguir una alternativa colectiva (fundamentalmente latinoamericana) a las exigencias del sistema financiero. Al respecto, es importante constatar que nueve países latinoamericanos han suspendido total o parcialmente los pagos de intereses y/o principal, así como que dos países que siguen las directrices del FMI, Argentina y México, no sólo están inmersos en serias recesiones, sino que, además, han sido incapaces de abatir sus tasas de inflación.

Sin embargo, los países deudores tienen en sus manos una baza que debieran jugar con decisión ya que el signo positivo del gap real medio en los últimos años implica la desvinculación delnivel de demanda interna del crédito exterior, con lo cual los acreedores han perdido su capacidad de presión financiera sobre los deudores.

Cualquier represalia de los acreedores se volvería contra sus propios intereses en tanto que el, superávit comercial excede ampliamente los créditos a largo plazo disponibles (actualmente, para América Latina, el crédito internacional sólo financia el 20% de los intereses debidos) y un eventual corte de los créditos de corto plazo y comerciales (que son los más seguros para el acreedor) redundaría en la capacidad de cobrar algún interés.

Sistemas de negociación

En estas circunstancias es posible:

1. Establecer sistemas de negociación en los que se revalúe el valor de la deuda. Estos sistemas debieran: a) considerar que el valor en el mercado secundario de los títulos de la deuda está sensiblemente mermado (la de Brasil se cotiza con casi un 50% de descuento) y su valor se continuará deteriorando mientras sigan las políticas de parcheo propuestas por el FMI; b) purgar el montante total de la deuda de su componente financiera, y c) distribuir responsabilidades, entre bancos acreedores y deudores, sobre la génesis de la deuda.

2. Ligar el montante transferible a las posibilidades de transferencia de divisas del deudor. En la coyuntura presente, cuando las economías centrales y en especial Estados Unidos levantan el hacha del proteccionismo para posibilitar sus políticas de ajuste interno, la entrada de divisas por exportación parece ser el candidato más idóneo a esta indexación. El porcentaje de ahorro exportable nunca debiera yugular objetivos razonables de desarrollo económico interno.

3. Corolario de este punto es que los países deudores tienen que aprender a andar en sus propios zapatos sin el recurso milagroso del crédito exterior, lo que en los momentos actuales significa, entre otras cosas, la expansión del mercado interno, la consolidación y profundización de los regímenes democráticos, la modernización del Estado y la integración regional.

En este sentido, las reuniones periódicas -las primeras sin el patrocinio de Estados Unidos que ocho presidentes latinoamericanos (cuyos países suman una deuda de 341.000 millones de dólares) vienen manteniendo desde noviembre pueden desembocar en un proceso en el que el subcontinente defina una estrategia común de negociación con el sistema financiero.

José Luis Curbelo es economista, Ph. D. por la universidad de California, Berkeley, y profesor en la facultad de Económicas del País Vasco. En el segundo semestre de 1987 fue profesor visitante en la universidad Federal de Minas Gerais, Belo Horizonte, Brasil.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_