La asincronía de Djokovic: los gestos frente al juego
Yo creo que un gran campeón como él no debería marcharse de esta manera de ninguna pista. Otra es que nos preguntemos el porqué de los silbidos
Después de un emocionantísimo partido y de más de dos horas de intensa lucha, la estadounidense Madison Keys logró derrotar este sábado a la actual número uno mundial, la bielorrusa Aryna Sabalenka y, por consiguiente, anotarse a sus 29 años el Open de Australia, su primer Grand Slam. Sólo faltan unas horas para dar por concluido el primero de los cuatro torneos más importantes del año y para conocer, también, el desenlace final en el cuadro masculino.
Jannik Sinner y Alexander Zverev se disputan hoy el título, el primero de ellos intentando reeditar el triunfo del año anterior y el segundo persiguiendo conseguir, finalmente, inaugurar su casillero en los Grand Slams. Tanto si la victoria recae del lado del transalpino como por primera vez del teutón, ninguna de ellas va a favorecer los intereses del tenista español Carlos Alcaraz. En el caso de que gane el italiano, este se acercará peligrosamente, con tres trofeos de este tipo, a los cuatro que nuestro jugador posee; y en el supuesto de que sea Zverev quien lo levante, este cobrará una mayor tranquilidad y confianza para afrontar los próximos grandes eventos y el tenista español se alejará de la segunda posición mundial. Este hecho propondría, además, un nuevo contendiente en la lucha por el número uno del ranking ATP.
Y, sin embargo, por muy interesante que haya sido la realidad deportiva en estas dos últimas semanas, el viernes fue otro tipo de hecho el que sobresalió ampliamente reflejado en los medios de comunicación y en las redes sociales de todo el mundo: la despedida con abucheos y silbidos que buena parte del público le dedicó a Novak Djokovic cuando este anunció el abandono de su partido de semifinales después de perder el primer set contra Zverev.
Yo creo que un gran campeón como el serbio, alguien que ha contribuido a escribir las páginas más excelsas de la historia del tenis, no debería marcharse de esta manera de ninguna pista y, con menos razón aún, de la Rod Laver Arena, donde él ostenta el récord de victorias y de títulos. El respeto, este es mi particular sentir, se lo tiene merecido en el momento difícil, sin lugar a dudas, de tener que abandonar la pista que tantas veces lo ha visto vencer.
Otra cuestión es que nos preguntemos, una vez que se han dado los hechos, el porqué de esa protesta que se desencadenó en las gradas. En primer lugar, entiendo que el público demostró su desilusión y enfado por la privación del espectáculo esperado después de haber pagado una entrada por él. Pero la segunda razón y, probablemente, la más importante, es que, a lo largo de los años, se ha ido alimentando cierto recelo alrededor de Novak, debido a sus muecas o histrionismos, que ha sembrado dudas sobre la veracidad de sus lesiones.
En la ocasión que nos trae, las sospechas se empezaron a generar en su partido de cuartos de final ante Carlos Alcaraz. Después de perder el primer set y con evidentes gestos de dolor, el serbio dio a entender a su oponente y al público en general que difícilmente podría continuar su partido. Pero la realidad fue que, no sólo encaró el resto del encuentro con total normalidad si no que, incluso, acabó ganándolo. En su duelo de semifinales contra Zverev, en cambio, jugó todo el primer set con aparente normalidad y sin visibles muestras de dolor hasta que decidió abandonarlo justo después de que el alemán se lo anotara.
Cuando un jugador se enfrenta a problemas físicos en un encuentro de esta índole normalmente apura la decisión de su retirada hasta el final. Llama al fisio, se desenvuelve algunos juegos mermado y, sólo al constatar la irremediable fatalidad, opta por la retirada. En más de una ocasión hemos visto a Novak con actuaciones similares, con gestos faciales y lenguaje corporal que contradicen lo que estamos viendo en la pista y que siembran ciertas dudas sobre la autenticidad de sus problemas.
Imagino lo duro que habrá sido para él tener que aceptar una reacción tan adversa por parte del público. Si ya es difícil asumir que uno no puede seguir luchando, mucho más costoso debe de ser si esto va acompañado de la incomprensión del público. Yo deseo que el tenista serbio se recupere bien y poder seguir admirando su increíble juego durante todo el resto del año, pero también que consiga trasladar al público la confianza que debería tenerse sobradamente ganada un campeón de su inmensa talla.
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