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La herida sin fin de Novak Djokovic

El campeón de 24 grandes, pitado por la grada de Melbourne tras abandonar ante Zverev, denuncia una larga persecución para “socavar constantemente” sus logros

Djokovic, durante el partido contra Zverev en la Rod Laver Arena de Melbourne.Foto: Tingshu Wang (REUTERS) | Vídeo: EPV
Alejandro Ciriza

¿Sería imaginable una pitada a Rafael Nadal en su reino de Roland Garros o a Roger Federer en el santuario de Wimbledon? Improbable, muy improbable, de ahí el impacto de lo acontecido en Melbourne, donde a la salida de la pista de Novak Djokovic le acompañan los abucheos; no generalizados, pero sí lo suficientemente audibles y corales como para que prevalezcan sobre los aplausos.

El serbio, que en mayo cumplirá 38 años, ha triunfado 10 veces en Australia —récord absoluto entre los hombres, cuatro por encima de Roy Emerson y Roger Federer— y es el tenista masculino más laureado de todos los tiempos, con casi todos los récords habidos y por haber en su currículo. Sin embargo, esta vez no puede continuar sobre la pista porque tres días antes sufrió un desgarro muscular, compitiendo contra Carlos Alcaraz, y el dolor se le hace ya insoportable. En otras ocasiones lo venció, pero ante Alexander Zverev desiste. Han transcurrido 1h 21m y ha perdido el primer parcial en el desempate (7-6(5). En ese instante, el mundo entero se pregunta cómo demonios la grada puede silbar al portento que hizo de esta pista su Edén y que batió a Rafael Nadal en la final más larga de todos los tiempos, en 2012 y tras 5h 53m. Lógicamente, le duele. Le duele mucho. Incluso más que el muslo.

Habla Djokovic mordiéndose la lengua porque, de lo contrario, puede ser todo peor. Mucho peor. “La gente vino aquí, pagó las entradas y esperaba una pelea, pero no la consiguieron. Desde esa perspectiva, lo entiendo. Intento al menos entenderlos, no sé si ellos me entienden o quieren entenderme. Sé lo que siento, cuánto le he dado a este torneo durante los últimos 20 años. Así que voy a parar ya para no continuar en la dirección equivocada…”, concede en su encuentro con los reporteros serbios, después de una escena embarazosa que ha llevado a su rival y amigo, Zverev, a pedir clemencia a los aficionados de la Rod Laver Arena: “Por favor, no abucheéis a un jugador cuando sale lesionado. Sé que pagasteis vuestras entradas y queríais ver un gran partido a cinco sets... pero Novak ha dado su vida por este deporte. Si no puede continuar jugando, es que no puede. Por favor, sed respetuosos y mostrad un poco de amor por Novak”.

Djokovic intenta cazar una dejada.
Djokovic intenta cazar una dejada.Kim Kyung-Hoon (REUTERS)

Extraña cuanto menos la relación del serbio con el torneo sobre el que mayoritariamente ha edificado su imperio sin igual. Todo lo dio, todo lo ha dado. ¿Todo lo dará? Quién sabe. “No lo sé, es una posibilidad”, contesta en la sala de conferencias. Tendré que ver cómo va la temporada, pero yo quiero seguir adelante. Me gusta venir aquí, el lugar en el que más éxito he tenido [10 títulos], así que, si estoy en forma y sigo motivado, no veo la razón por la que no vaya a venir”, prorroga, sabiendo que hace unos días John McEnroe dejó en el aire un poso de escepticismo sobre su lesión y que el mensaje ha terminado calando en los seguidores australianos. Así que dispara: “No he leído de manera detallada lo que dijo, pero lo que puedo decir yo es que siempre es más fácil juzgar y criticar que comprender. Esa es mi lección de vida”.

Sentirse el ‘patito feo’

El caso es que desde que la policía le retuviera en la aduana hace tres años, le recluyera después en un centro de aislamiento y el juez ordenase finalmente su deportación del país, a raíz del episodio de la no vacunación contra el covid, algo se rompió. Él se sintió engañado y atacado. “Me convirtieron en el villano número uno del mundo”, exponía en una entrevista concedida a la revista GQ, publicada justo antes del torneo. Djokovic esgrimía que durante aquellos días de control y encierro llegó a sentirse “como un fugitivo”, y que todo ese serial obedecía a una maniobra “política” para neutralizar al “héroe” por ser una “amenaza pública”. Australia le indultó y pudo regresar en 2023, cuando triunfó por décima vez, del mismo modo que el deportista dijo perdonar; sin embargo, desde entonces parece haberse quedado un poso de rencilla.

Es, en realidad, la historia de nunca acabar. Le sucedió en Wimbledon, donde de poco le sirvió masticar la hierba de la pista y ganar siete títulos porque la grada mostró su predilección indisimulada por el aristocrático Roger Federer, y ahora le vuelve la cara y expresa desafección Australia, el primer gran escenario que pisó. Fue en 2005 y tenía 18 años. El ruso Marat Safin estaba enfrente. Era un competidor gamberro y con mucho talento que aquel día perdió, pero entonces algunos ya le adivinaban un futuro esplendoroso. Se decía que volvería y que haría algo grande. Y así lo hizo, pero ahora, en condición de único gigante en pie, recibe un dardo en el pecho. Silba Melbourne. Él, incomprendido, el guerrillero que vino de Belgrado y al que persigue ese historial de sospechas del pasado. ¿Lesión o no? ¿Finge o no finge? ¿Estrategia? Muy difícil de aceptar, de comprender, dice. Y teoriza.

Djokovic, en la sala de conferencias de Melbourne Park.
Djokovic, en la sala de conferencias de Melbourne Park.JAMES ROSS (EFE)

De nuevo, se explayaba tras vencer a Alcaraz con los periodistas serbios, refugio seguro. “Mucha gente ha dudado de mí toda mi vida. La gente intenta constantemente socavar mis logros, pero eso forma parte de ser un deportista de éxito. En mi caso aún más, debido a mi procedencia y a un millón de cosas y razones diferentes. No es algo que me desanime, al contrario, me motiva para demostrar a los demás y a mí mismo que todavía puedo ganar en los escenarios más grandes. Hoy lo he vuelto a demostrar”, concedía en unas declaraciones publicadas por el portal Tennis Majors. Siente Djokovic una suerte de persecución sin fin, otro desencuentro y apunta a la construcción del relato: mientras Nadal y Federer siempre fueron presentados como el nexo ideal, él ha tenido que pelear contra el estigma de ser el patito feo del tridente, asegura.

Y desde la distancia, se pronuncia Boris Becker, el que fuera su entrenador: “Ahora la pregunta es: ‘¿Quo vadis? ¿Hacia dónde va el camino? Espero que siga adelante, pero son momentos difíciles para Novak Djokovic”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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