_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Conservadores en el Este

LA DESTITUCIÓN de los dirigentes búlgaros que han defendido con más decisión en los últimos años la política de reforma y de apertura es un hecho grave, no sólo como señal de que en Sofía se afianzan los conservadores, sino como indicación de que el inmovilismo tiene, en el conjunto del bloque soviético, una fuerza enorme. Las direcciones comunistas instaladas en el poder durante décadas disponen de palancas eficaces para derrotar las corrientes reformistas, a pesar de que éstas reciban hoy estímulos desde Moscú.Todor Jivkov, el secretario general del partido y jefe del Estado de Bulgaria, es el más veterano de los dirigentes del Este: ocupa la máxima dirección desde 1954 y pertenece a la generación estalinista. Supo conservar su puesto durante la etapa reformista de Jruschov y fue luego un brezneviano entusiasta. Al iniciarse la perestroika en Moscú, se adaptó a la nueva corriente, al menos de palabra, y se inició en Bulgaria una política de reformas, sobre todo económicas. El nuevo clima despertó en la sociedad búlgara y en el partido deseos de liberalizar la vida cultural y de rejuvenecer la dirección del partido. Pero las decisiones que acaba de adoptar el Comité Central ponen fin a esa etapa de tolerancia. El anciano Jivkov refuerza su poder eliminando, en primer lugar, a Chudomir Alexandrov, el dirigente que más se había destacado por actitudes abiertas y que, con la simpatía de los soviéticos, era considerado como el sucesor de Jivkov. Han sido destituidos también otros dirigentes que, inspirándose sobre todo en los debates de la Prensa de Moscú, propiciaban una ligera apertura ideológica.

Lo ocurrido en Bulgaria no es un hecho aislado. La perestroika se inició en la URSS hace más de tres años, y sin embargo -con la excepción de Hungría en ninguno de los países del Pacto de Varsovia se ha puesto en marcha un proceso de renovación comparable al que tiene lugar en la URSS. En Rumanía, la dictadura de Ceaucescu adquiere rasgos cada vez más anacrónicos, sumiendo a la población en una situación de miseria. En la RDA, a pesar de una presión social muy fuerte, sobre todo de amplios sectores juveniles, Honecker se aferra al inmovilismo en política interior, si bien lo combina con cierta apertura hacia el exterior, sobre todo en las relaciones con la RFA. En Praga, la sustitución de Husak por Jakes en la dirección del partido se ha hecho sobre todo para reducir los cambios al mínimo. El caso de Polonia es peculiar porque, antes de la perestroika, desde la marea de Solidaridad en 1980, el sistema del socialismo real había sido dislocado. Jaruzelski, en vez de avanzar hacia el diálogo con la oposición, no se ha mostrado capaz de romper con los hábitos del pasado. Polonia vive un momento de incertidumbre, que puede tener un serio coste social. Sólo en Hungría el camino renovador ha sido desbrozado.

Este cuadro de la Europa del Este, al que podría añadirse Cuba tras la reciente declaración de Fidel Castro de que la perestroika no es para su país, causa preocupación. El proceso de cambios no es -ni puede ser un fenómeno exclusivamente ruso. Independientemente de las causas concretas que la pusieron en marcha en Moscú, implica -como ha dicho reiteradamente Gorbachov- una nueva manera de pensar. Lleva a revisar principios, métodos y concepciones históricas que están en la base del sistema y de la cultura política de los países comunistas. Cuando, por encima de las declaraciones formales, prevalece el inmovilismo en la RDA, Rumanía, o Bulgaria, se benefician de ello los conservadores de la URSS, que mantienen su oposición, más o menos solapada, a la perestroika.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

La voluntad de reforma en el Este es imparable, porque lo impone la realidad económica. Si esa voluntad no encuentra cauce para expresarse, se acumulará el descontento y, por tanto, la posibilidad de que tome formas desesperadas y violentas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_