Boyer, el banco europeo y el poder político
"La unión monetaria era una decisión prácticamente inevitable tras el acuerdo de la Comunidad Europea de liberalizar totalmente los movimientos de capital a corto plazo a partir de 1990 para la mayoría de los países miembros de la Comunidad Europea", explicaba Miguel Boyer, presidente del Banco Exterior de España y ex ministro de Economía y Hacienda, poco después de que se hiciera público que formará parte de la comisión de sabios que preparará los pasos y el calendarios que deberán cubrirse para que, en la cumbre europea de Madrid del próximo año, se puedan adoptar formalmente.Para Boyer, el trabajo a desarrollar por el comité, que estará presidido por Jacques Delors como presidente de la Comisión Europea, será "instrumentar las reglas del juego que hagan posible la creación de una institución que cumpla las funciones de banco central para los países de la CE. Pero ello implica la toma de decisiones económicas y, sobre todo, políticas de profundo alcance". El presidente del Banco Exterior señala que el Comité de la Unidad Monetaria Europea, inspirado por Valéry Giscard d'Estaing y Helmut Schinidt y del que formó parte, "ha venido trabajando en este mismo sentido aunque con formulaciones muy utópicas, ya que se ha llegado a redactar los estatutos del hipotético banco central europeo".
Reglas del juego
"Lo básico", añade el ex ministro, "es establecer las reglas del juego que deben cumplirse para poder llegar a un sistema de cambios fijos, lo que implica la adopción de compromisos sobre la convergencia de las políticas monetarias de todos los países en temas como cuánto debe crecer la masa monetaria en cada Estado". Pero con ser esto importante, porque significa aceptar pérdidas importantes de autonomía, "el comité deberá buscar salidas a otros problemas generales más importantes como la misma convergencia en materia de balanza de pagos". Boyer señala que "el actual sistema internacional establece medidas obligatorias para aquellas naciones que tengan déficit importantes en sus balanzas pero no hace lo mismo para quienes obtengan superávit continuados, y esto es algo que Europa debe incorporar"."El problema' esencial", prosigue, "es cómo convencer a algunos países, como Alemania Occidental, para que abandone su política superortodoxa de crecimiento escaso a cambio de estabilidad inflacionaria cuando otras naciones tienen que forzar la máquina para reducir el desempleo".
Junto a estos problemas políticos el resto parece más fácil, si se obtienen soluciones duraderas de un compromiso firme de todas las partes. Para Boyer, "la creación de un banco central europeo, que intervenga en los mercados internacionales, exige el sometimiento de esta institución a algún órgano político que ejerza control sobre el inismo". "No es posible pensar en un banco central de la CE sin que éste sea receptivo a las indicaciones, políticas del Parlamento Europeo, en línea con lo que ocurre con los bancos nacionales que, por mucha independencia que tengan de los poderes políticos instituidos, son sensibles a la situación concreta por la que atraviesan las naciones".
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