El miedo es mal consejero

Dice E. Burke que "el miedo es el más ignorante, el más injusto y el más cruel de los consejeros". El miedo que almacena Gonzalo Guadalupe, nuevo matador de toros vasco, le aconsejaría que por respeto a la profesión de torero tendría que reflexionar si su comparecencia en una plaza de toros se ajusta al mínimo exigible para esta profesión. Si los matadores de toros que ha dado Euskadi, recuérdese a Fortuna, Cocherito, Agüero o Torquito han suplido sus carencias en exquisiteces, han puesto por delante el corazón para ser eso: matadores de toros.Gonzalo Guadalupe, que ayer en Tolosa hizo el número 18 de los matadores que ha dado Vizcaya -más que Salamanca, por ejemplo- terminó con sus toros a pinchazos, quizá porque su ánimo no le permitiera cruzarse, vaciar la embestida y matar con decoro. O pudieron ser los nervios del compromiso, porque con la muleta también se le nota muy inestable porque en el primer borrego, romo e inofensivo, no redondeó faena, con el público a favor, lo mismo que en su segundo, preocupado más de que pasara el toro que de torear.

Robles, decidido y con garbo en muchos pasajes de la lidia, alcanzó cotas de interés en su segundo porque se acopló en todo momento con las serias dificultades del toro e imprimió genialidad y retazos bellos aunque un tanto rápidos. Sin embargo, Joselito, que tuvo un primero descaradamente romo e inválido, en su segundo pudo dar más de sí porque se encontró con un toro bravo y repetidor, pero Joselito recordó, quizá, que Tolosa no era un lugar muy trascendente y se empleó en un toreo desajustado y con tintes de pueblerino.

Lo que está claro es que Tolosa ha perdido su carácter torista porque esta plaza puede presumir de que ha visto lidiar toros y novillos de ganaderías tan interesantes como la de Isaías y Tulio Vázquez, pero es lógico que si vienen las figuras el decorado cambia en detrimento de la afición amante del toro.

De todas formas el espectáculo de ayer, montado favorablemente por Guadalupe, tuvo su lógica, aunque el nuevo torero vasco no fuese capaz de aprovechar una oportunidad de oro. Y volvemos otra vez a lo mismo, es que los miedos son malos consejeros.