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'La Celestina', de Maurice Ohana, cierra la temporada de ópera de París

Arturo Tamayo dirige la representación, con un montaje de Jorge Lavelli

La temporada parisiense de ópera se cierra este año con La Celestina, de Maurice Ohana, basada en la Tragicomedia de Calixto y Melibea, atribuida a Fernando de Rojas, y de la que el compositor ha realizado una versión personal, pero justa y clara, dirigida por Arturo Tamayo y con un montaje de Jorge Lavelli. Con un rigor excepcional, Maurice Ohana -de origen español, pero nacido en Casablanca, en 1914- ha conseguido hacer comprensible, en versión lírica, una obra tan compleja y matizada como La Celestina.

Pese a la simplificación de la tragicomedia de Rojas en un reducido libreto, todos los elementos esenciales, necesarios para captar la ambigüedad y el enfrentamiento de dos mundos, el medieval que agoniza y el moderno que se inicia, están ahí, evidentes en la versión del compositor, y esto, sin insistir en el texto cantado en varias lenguas -una astucia para poner de relieve la universalidad de la obra-, empleando oportunamente las onomatopeyas (las parcas) y utilizando la voz fundamentalmente, como el soporte de las emociones que expresar mediante una amplísima gama fonética. Las palabras claves, las necesarias, se oyen y se entienden perfectamente, y basta.En su adaptación, Ohana -no demasiado bien conocido en España pese a que se han estrenado en nuestro país algunas de sus obras, como Llanto por Ignacio Sánchez Mejías- ha puesto de relieve la vertiente política de la obra, algo excepcional o por lo menos raro en el repertorio lírico universal, situando la misma en 1492, año en que se producen dos acontecimientos fundamentales que conformarán el mundo moderno: el primero, la conquista de Granada por los Reyes Católicos y la expulsión de árabes y judíos, nacimiento de una sociedad totalitaria, colonialista también, con el descubrimiento de América, el segundo acontecimiento.

En este contexto, el personaje de Celestina aparece en realidad como el simple vehículo del destino de los protagonistas, la encarnación de la oposición de estos dos mundos, de la que se desprende "una meditación sobre la vida", inteligentemente planteada y guiada en la ópera de Ohana, por el iluminado, en realidad el autor, Rojas, al que el compositor hace comentar o explicar el sentido real de la obra, interpretado magistralmente por el actor Jean-Luc Bouté, en cuyos monólogos, de una simplicidad y exactitud raras, nos libra su ambiguo mensaje, con la serenidad del pesimista que comprende que la libertad perdida no volverá jamás. La muerte de la Celestina, "ministro de nuestro goce", supone que "la vida destruida conocerá el orden y el terror", afirma el iluminado casi al final de la obra.

El montaje de Jorge Lavelli no siempre sirve a las intenciones del compositor adecuadamente, lo que se comprende en parte, puesto que ha hecho, a su vez, una adaptación personal de la adaptación de Ohana.

Aunque en algunas escenas destaca la dimensión shakespeariana de La Celestina, en lo que el compositor insiste, en otras, pese a un montaje efectista -como en la aparición de la Celestina, o en la de su triunfo-, pierde un poco el ritmo, aunque hay que decir en su defensa que la estructura de la partitura de Ohana no facilita su trabajo, pues le obliga a veces, sin duda, a mantener ciertas escenas más de lo que la teatralidad de las mismas puede dar de sí. El paso de lo real a lo fantástico es más ágil en la música que en el montaje; sin embargo, el empleo de ciertos clichés hispanos triunfalistas que dan a ciertas escenas la grandiosidad de una estética grandes almacenes es como la contrapartida a la sobriedad del compositor, lo que resulta eficaz por su, suponemos, matiz irónico, aunque algunas veces a Lavelli se le vaya un poco la mano, quizá porque su principal preocupación a la hora de dirigir no sea precisamente la sutilidad.

Perfectamente dirigida por Arturo Tamayo, destacan en el reparto las dos Sibilas, Liliane Mazeron y Roselyne Allouche, y Celestina, interpretada por la mezzosoprano Katherine Ciesinski, frente a un Calixto y una Melibea casi inexistentes, esta última además un tanto perdida, debido a que ha tenido que sustituir en el último momento a Susan Roberts.

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