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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La OTAN, en Madrid

POR PRIMERA vez se reúne hoy en Madrid el Consejo Atlántico, acontecimiento que viene a subrayar, antes que nada, la normalización de nuestra presencia en la Alianza Atlántica. Objeto hasta hace poco de fuertes enfrentamientos políticos, nuestra pertenencia a la OTAN es algo que ya prácticamente nadie discute. Es significativo que el partido comunista, que encabezó la oposición a la OTAN, asuma ahora esa pertenencia y defienda incluso la estrategia de disuasión nuclear y el ingreso de España en la Unión Europea Occidental (UEO), como se reflejaba ayer en una tribuna en estas páginas. Por otra parte, que el Consejo Atlántico se reúna en Madrid es sin duda un gesto de respeto hacia las posiciones específicas que España mantiene dentro de la Alianza, como su teórica no nuclearización, su no integración en la cadena de mandos y su no reconocimiento del mando establecido en Gibraltar.Esta sesión del Consejo Atlántico se celebra en un momento crucial de la evolución internacional, después de la cumbre en Moscú entre Reagan y Gorbachov. Independientemente del comunicado que se suele hacer público, lo más interesante de estas reuniones del Consejo Atlántico, dedicadas a una "reflexión" en común, es el debate sin publicidad que sostienen los ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN y del que se filtran ecos más o menos intencionados. No es arriesgado adelantar que un tema central de esos debates será el examen de las consecuencias que se derivan para la estrategia occidental de los cambios que se están realizando en la Unión Soviética. Después de la firma del tratado sobre los misiles nucleares de alcance intermedio, del inicio de la retirada de la URSS de Afganistán, del diálogo entre Reagan y Gorbachov, retroceden las tendencias iniciales a minimizar el significado de la perestroika.

Pero no se trata de un debate abstracto sobre el futuro de la Unión Soviética, sino que debe influir de modo directo en el enfoque de cuestiones candentes para los Gobiernos europeos, y concretamente la del desarme convencional. Salta a la vista el desfase existente entre el ritmo -por lento que sea en algunos puntos- con que EE UU y la URSS avanzan en la cuestión del desarme nuclear y los retrasos y lentitudes de las negociaciones sobre las armas convencionales. Ello se debe, en no pequeña parte, a diferencias entre los Gobiernos europeos de la OTAN. Diferencias que se han soslayado hasta ahora con resoluciones de la OTAN centradas en destacar la "inferioridad" de Occidente en armas convencionales y en exigir de la URSS que renuncie a su superioridad. Pero el problema es más complejo. Para alcanzar un equilibrio que permita a los países europeos sentirse seguros hacen falta no sólo reducciones que pongan fin a las disparidades, sino tener en cuenta también aspectos cualitativos. En todo caso, éste es uno de los temas de mayor complejidad de la agenda de control de armamentos.

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La actual reunión del Consejo Atlántico puede ser importante. No se espera que haga propuestas concretas, que no han sido preparadas. Pero sus debates deberían contribuir a crear unas premisas, entre los Gobiernos europeos, para las próximas negociaciones sobre desarme convencional, que tendrán lugar este otoño en un marco vinculado a la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa. Hay un aspecto de las conversaciones entre la URSS y EE UU sobre desarme nuclear en el que los avances han sido importantes: la verificación in situ, en los dos países. No hay por qué pensar que ese principio deba limitarse exclusivamente a lo nuclear. Existen hoy posibilidades ayer impensables para avanzar por ese camino también en el terreno del desarme convencional. Además de su eficacia para prevenir ataques por sorpresa, esos métodos ayudan a crear un clima de confianza.

Pero mucho dependerá, en las futuras negociaciones, del entendimiento entre los Gobiernos europeos ante las nuevas perspectivas abiertas en el sistema defensivo del continente por la cumbre de Moscú. Y en este sentido, la reunión de Madrid, en la que Estados Unidos debe explicar más en detalle a sus aliados los resultados de la cumbre, puede ser un foro adecuado para comenzar a fraguar ese entendimiento.

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