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Tribuna:LA ESTRATEGIA DEL PODER EN CENTROAMÉRICA
Tribuna
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Esquipulas: ¿proceso de paz u otra modalidad de guerra?

Esquipulas ha sido interpretado en la Prensa mundial casi unánimemente como un proceso de paz. Su promotor, el presidente costarricense, ha sido objeto de elogios de los más diversos sectores del mundo libre y recibió el distinguido Premio Nobel de la Paz.Entre tanta euforia y optimismo que despertó Esquipulas se le escaparon a la discusión pública algunos elementos de la temática que, a la luz de una reflexión más serena, podrían parecer paradójicos.

Relaciones de poder

Podría preguntarse el lector, por ejemplo, acerca de las relaciones de poder entre las diferentes fuerzas involucradas en el conflicto centroamericano. A título de ejemplo: ¿cómo se explica que una pequeña república, cuya población cabe en un suburbio de Nueva York y que no dispone de un poder económico, político o militar digno de mención, haya sido capaz de mover a los titanes del conflicto, que durante ocho años no habían logrado avances en cuanto a una solución negociada del conflicto? Es indudable que existen momentos en la historia en que pequeñas fuerzas pueden producir grandes cambios. ¿Pero es éste exactamente el caso de Esquipulas o trátase más bien de una política que deriva su poder real de intereses invisibles e intocables?

Otra paradoja que viene a la mente se refiere al supuesto beneficiario de los esfuerzos de paz y democratización del presidente costarricense: Nicaragua. ¿No sería más congruente con la realidad latinoamericana y las preocupaciones democratizadoras de Arias que usara su fácil acceso a la Prensa del mundo libre para presionar a la tiranía del general Stroessner en Paraguay o al dictador chileno, Augusto Pinochet, a fin de que se respete en sus países la soberanía del pueblo?

Sin duda, podría argüirse que Centroamérica le preocupa más a Óscar Arias porque afecta directamente al país que él dirige y que, por ende, no va tan lejos como para preocuparse de Paraguay y de Chile. Pero, aceptada la razón: ¿no habría más materia para la democratización en Guatemala, Honduras y El Salvador que en Nicaragua?

Tan sólo en el mes de diciembre de 1987 hubo 85 asesinatos políticos en Guatemala, dentro de lo que The New York Times recientemente llamó la persistencia de los viejos patrones del terror, pese a que el país es conducido bajo la responsabilidad de un Gobierno civil democratacristiano.

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En Honduras -así informa la Comisión de Derechos Humanos del país (CODEH)- se produjeron 157 asesinatos políticos y 22 desapariciones forzadas durante el año pasado. Mientras tanto, el mismo vicepresidente de la CODEH, Miguel Ángel Pavón, y otro miembro de la organización, Moisés Lardaverde, fueron asesinados el 14 de enero del presente, es decir, un día antes de la reunión de los jefes de Estado centroamericanos en San José y en plena vigencia de Esquipulas.

Igual o peor es la situación en El Salvador, como demuestran fehacientemente los datos de Amnistía Internacional y, entre otros, Socorro Jurídico.

Pero dejemos esas preguntas y paradojas, un tanto inquietantes, y concentremos nuestra atención en el aspecto principal de la problemática: ¿cuál es la razón de ser del Plan de Esquipulas, promovido por Óscar Arias? Adelantaremos nuestra respuesta, parafraseando la famosa sentencia de Clausewitz: "Consideramos que el Plan de Esquipulas es la continuación de la guerra con otros medios".

Para entender la función de una propuesta de paz dentro de una situación bélica hay que entender, primero, la función de la guerra. La guerra no es una actividad que tenga su finalidad en sí. Su razón de ser consiste en proporcionar al vencedor la posibilidad de determinar las condiciones de posguerra, es decir, la paz.

En el caso concreto de Nicaragua, la función de la agresión es muy clara: se trata de convertir una revolución popular con proyección socialista en una revolución burguesa que garantice los intereses de dominación estadounidense en el área. Nicaragua debe regresar a lo que la gran Prensa estadounidense a veces llama su condición normal centroamericana, es decir, una república que acepte el derecho de veto que el imperio ha disfrutado "tradicionalmente en América Latina" (Jeane Kirpatrick).

Es dentro de este contexto que se sitúa el plan de paz, democratización y desarme de Óscar Arias. En efecto, es un plan de paz, pero de pax americana, concebido y aplicado con el fin de determinar las condiciones de la posguerra nicaragüense en beneficio de Estados Unidos.

Este carácter del proyecto se ha manifestado con más claridad en las últimas declaraciones que hizo Arias al respecto y que fueron publicadas por The Washington Post durante la primera semana de febrero.

Coincidiendo con la demanda central de la oposición pro-estadounidense en Nicaragua y Miami, el presidente costarricense solicitó que el Frente Sandinista dejara su control sobre las fuerzas armadas, una clara intervención en los asuntos internos de un Estado soberano, democrático y constitucional.

Presiones de todo tipo

Si Nicaragua no cumple con el Plan de Esquipulas, entonces el premio Nobel de la Paz buscará que se apliquen "presiones morales, diplomáticas; económicas y políticas" a Managua. Y advierte Óscar Arias que el veto del Congreso estadounidense contra la ayuda militar a los contrarrevolucionarios nicaraguenses es reversible. Es más, en circunstancias de actuación extrema de los sandinistas, el presidente estaría dispuesto a pedir a la Organización de Estados Americanos (OEA) que comisionara una intervención militar de rescate a... Estados Unidos.

Siendo hombre de Estado, Óscar Arias sabe que este tipo de amenazas constituye una violación del derecho internacional -entre otras, de las estipulaciones de la Carta de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos-, el cual prohíbe el uso de la fuerza o de la amenaza de su uso en el trato entre los Estados.

Sin embargo, estando Nicaragua en el banco de los acusados (por mandato de Washington), cualquier aliado del imperio puede agredir al país impunemente. Tiene la seguridad de que su plan de paz sea bien venido y hasta premiado con un premio Nobel.

Tal hecho, que en otros tiempos tal vez hubiera parecido paradójico, quizá contradictorio y aun hasta ridículo, no tiene nada de extraño bajo las condiciones de la pax americana. Menos aún cuando ésta se realiza en tiempos orwellianos.

Heinz Dieterich es profesor titular de Sociología en la universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, México.

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