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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Camaronmanía

Juntar a Camarón de la Isla con Ketama y Pata Negra ha sido, desde el punto de vista festero, una buena idea. Hay que reconocerlo, aunque ello se tradujera en enojosas molestias e incomodidades para el espectador convencional, no dispuesto a integrarse en la movida que de fijo se iba a desatar. Y que se desató.El público de Camarón es casi siempre multicolor y bullanguero, extravertido, inquieto. Público incondicional que se viste de fiesta para ir a ver y oír a su ídolo, y que acude en grupos, la familia en pleno, incluidos los churumbeles, que siempre son muchos y que tienen una extraña habilidad para colarse por cualquier resquicio.

Público, también, tremendamente indisciplinado, que no respeta los derechos adquiridos por los demás en taquilla, con su entrada, para ocupar una localidad determinada y no ser perturbado en ella por alguien que se pone en pie delante, o se sienta en el respaldo de su silla, o se apelotona tumultuariamente en los espacios libres.

Ketama, Camaron con Tomatito, Pata Negra

Palacio de los Deportes, 10 de mayo.

Todo esto ocurre cada año en el Palacio de los Deportes cuando actúa Camarón, y si se tiene esa experiencia y no se le pone remedio por la organización ésta será la única responsable de lo que un día pueda ocurrir. Hace unos meses en Barcelona, y antes en otros lugares, hubo heridos en conciertos de Camarón. En Madrid no los ha habido todavía por puro milagro, porque se están propiciando una y otra vez los requisitos idóneos para que se produzcan.

Si la suerte cambia y un día hay tragedia, nadie busque más responsable que una organización incapaz de montar un buen servicio de seguridad, respaldado por la policía si es preciso. Y en último caso, si ni aun así son capaces de garantizar el orden, Camarón no debe venir.

Una fiesta

Por lo demás, oír a Camarón de la Isla fue una fiesta. Hasta el punto en que se le pudo oír, constantementejaleado por ese público que casi ni le escucha, conformándose con verle y aclamarle lo más próximo posible a él. Ciertamente es otra forma de escuchar flamenco que nada tiene que ver con el aficionado tradicional a lo jondo.Como al público propiamente camaronero en esta ocasión se unió otro público juvenil y rockero, con mucha cazadora de cuero y pelos largos o pintados, que también conecta de maravilla con el cante de Camarón, el concierto fue durante gran parte de su tiempo un puro clamor, una pasión delirante, un mar de entusiasmos incontrolados en medio del cual el sufrido espectador de flamenco, sin más, se sentía como de prestado.

Tanto Ketama como Pata Negra tienen el flamenco en sus raíces, pero lo que hacen es ya otra cosa. En Ketama están, por ejemplo, cuatro jóvenes de la última generación de los Habichuela y un Joselito Soto que es hijo del cantaor jerezano Sordera. Conocen el flamenco, lo han mamado y en gran medida siguen viviendo de él. Pero crean que interpretan una música que podría ser obra de otros cualesquiera jóvenes músicos actuales.

Algo parecido podríamos decir de Pata Negra. Sus dos jóvenes componentes pertenecen a una amplia dinastía de guitarristas gitanos y flamencos, los Amador. En ellos se puede detectar quizá con mayor precisión la raigambre flamenca, singularmente en la parte que hacen con guitarras acústicas, pero en cuanto se pasan a los instrumentos eléctricos ya aquélla se desvanece casi por completo.

Lo que parece evidente es que unos y otros hacen algo que está en la onda actual y que interesa cada vez más a los jóvenes de hoy día. Eso está ahí y hay que contar con ello. Tiene poco que ver con nuestro flamenco ancestral, pero su poder de convocatoria es infinitamente más grande que el conocido por lo jondo en toda su historia anterior. Cosas que pasan.

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