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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El viaje yugoslavo

CON LA llegada a Madrid de Lazar Mojsov se inició ayer la primera visita a nuestro país de un jefe de Estado de Yugoslavia. Los viajes de ese género dan ocasión a actos protocolarios que, aparte de su valor simbólico, sirven para un mejor conocimiento mutuo entre los pueblos. Sin embargo, la pregunta que cabe hacer es la de si las conversaciones de Mojsov y sus colaboradores con las altas autoridades españolas contribuirán a dar mayor impulso a unas relaciones que se han mantenido hasta ahora en niveles modestos.Existen bases objetivas para que tal evolución se produzca. Somos países mediterráneos, lo que no sólo ha establecido entre nosotros relaciones desde tiempos remotos, sino que contribuye a aproximar las concepciones de España y Yugoslavia sobre ciertos problemas internacionales. El hecho de que España sea miembro de la Comunidad Europea y de la Alianza Atlántica, mientras Yugoslavia es un país no alineado, no es obstáculo para que puedan existir coincidencias.

Por razones históricas -que tienen su raíz en la actitud independiente de Tito en 1947 y su ruptura con Moscú-, Yugoslavia ha sido un caso excepcional en Europa. Gobernada por el partido comunista (que tomó el nombre de Liga de Comunistas), Yugoslavia se ha mantenido fuera del bloque oriental, con una política exterior independiente, ligada al Movimiento de Países No Alineados, lo que le ha otorgado cierto protagonismo en las relaciones con el Tercer Mundo.Esa colocación especial ha inclinado a Yugoslavia a promover formas de cooperación europea no condicionadas por los bloques y a favorecer en lo posible los procesos de distensión. Un hecho reciente ha destacado su papel internacional: la visita a Belgrado de Mijaíl Gorbachov, que no sólo ha consolidado el respeto soviético a la independencia yugoslava, sino que ha evidenciado el deseo del nuevo líder de la Unión Soviética de marginar el esquema tradicional del "movimiento comunista internacional" y de fomentar relaciones más flexibles entre fuerzas políticas de izquierda, superando barreras y anatemas del pasado.

Por otra parte, la reunión de ministros de Exteriores de países balcánicos en Belgrado, preparada activamente por la diplomacia yugoslava. Su éxito ha sorprendido, ya que en ella se ha roto el hielo entre países que casi no se hablaban. Este éxito no es casual: está relacionado con los nuevos horizontes que se abren en un clima mundial marcado por la mejora de las relaciones entre Moscú y Washington. Hoy se ensancha el espacio para que los países europeos, de uno y otro bloque, y neutrales, promuevan políticas concretas de cooperación en temas económicos, políticos y culturales. España, desde su propia colocación de miembro de la Comunidad Europea y de la Alianza Atlántica, ha sabido desarrollar una política exterior favorable al desarme, a la distensión y a la promoción de relaciones positivas entre todos los países europeos.

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Como dijo con acierto el rey Juan Carlos durante su visita a Belgrado hace tres años, es importante que se eleve el papel en la política internacional de países medios como España y Yugoslavia. Las posibilidades de plasmarlo en realidad son hoy mayores que en 1985, y la visita de Lazar Mojsov debe contribuir a ello.

El aprecio al papel positivo de Yugoslavia en la escena internacional no puede hacer olvidar la seriedad de los problemas a los que tiene que hacer frente en el plano interno. Problemas sobre todo económicos -con índices de inflación, de paro y de deuda externa preocupantes- y relacionados asimismo con una estructura federal aquejada por corrientes centrífugas que dificultan la cohesión del Estado.

Cabe considerar, desde una visión histórica, que la perestroika de Gorbachov legitima la decisión yugoslava de buscar un camino distinto al de la URSS para edificar el socialismo. Pero la autogestión yugoslava no ha logrado resultados brillantes, y la gravedad de los problemas económicos y sociales ha dado lugar a un debate en las altas esferas de Belgrado sobre los cambios imprescindibles.

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