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Tribuna:UNA POLÉMICA CIENTÍFICA
Tribuna
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La ética de los trasplantes

Escritos como el de Ángel Pestaña (La ética de los trasplantes, EL PAÍS, 5 de marzo de 1988) no hacen más que sembrar confusión, desconcertando a la opinión pública y perjudicando a los que pueden beneficiarse de estas técnicas.Entre los argumentos negativos que Ángel Pestaña aporta para discutir la ética de los trasplantes figuran la supervivencia y la calidad de vida del trasplantado; el coste por trasplante; el empleo de una alta y cara tecnología, que sólo beneficia a unos pocos; la supuesta cuarentena de los trasplantes en Estados Unidos y la escasez de donantes.

No es verdad, como se afirma en el referido artículo, que el enfermo con un trasplante cardiaco tenga una "mala calidad de vida", con "insatisfacción vital", con "minusvalía física" e "incapacidad laboral resultante".

Quisiera saber a cuántos trasplantados ha entrevistado Ángel Pestaña para atreverse a hacer tal manifestación. Según datos del International Heart Trasplantation Registry, hechos públicos en el último congreso de Nueva Orleans de 1987, más del 60% de los trasplantados están vivos a los cinco años, y el 80% de los supervivientes puede reintegrarse a su anterior ocupación. En cuanto a la insatisfacción vital, le invito a que venga a nuestro hospital a hablar con alguno de ellos. Es cierto que el trasplantado tiene por ahora que estar sometido a tratamiento y a revisiones, lo que supone una servidumbre que conllevan sin lamentar porello su supervivencia.

Se puede afirmar que los resultados de los trasplantes cardiacos son superiores a la mayoría ole los tratamientos que se aplican a los tumores malignos, que nadie duda en aceptar.

El coste por trasplante

No sé de dónde ha sacado el autor la cifra de ocho millones de pesetas por trasplante cardiaco en España, pues ni nosotros hemos podido calcular con exactitud lo que cuesta. Mientras la Seguridad Social no establezca en los hospitales un plan contable individual, no sabrá con precisión lo que le cuesta ningún acto médico o quirúrgico.

Dada la baja remuneración del personal sanitario en España, el coste está, desde luegol muy por,debajo de esa cifra. En la Revista Española de Cardiología se publácó en 1987 un estudio realizado por la dirección del hospital de la Santa Cruz y San Pablo, de Barcelona, en el que se evaluaba un trasplante cardiaco en 2.244.000 pesetas. No consume, desde luego, los recursos de "ocho operaciones de By-Pass coronario". Más de acuerdo con la realidad parece estar la estimación del doctor Shumway, máxima autoridad en trasplantes cardiacos, que considera que un trasplantes viene a costar el doble que una operación cardiaca habitual, siempre que ésta no implique la colocación de varias prótesis valvulares, pues entonces los costes pueden equipararse. Además hay que considerar que un cardiópata hospitalizado cuesta más de seis millones de pesetas al año, y si por su estado precisa cuidados intensivos, puede llegar a costar tres veces más. Algo parecido ocurre con los trasplantes renales: un nefrópata en diálisis gasta tres millones de pesetas al año, y, por desgracia, por escasez de donantes, en el momento actual hay más de 6.000 enfermos esperando un trasplante renal.

Durante los dos primeros años de realización de los trasplantes cardiacos los equipos no recibieron ninguna remuneración por su trabajo en horas extraordinarias. Durante el año 1987, la Administración ha venido pagando por trasplante la cantidad de 250.000 pesetas. Esta cantidad, que descontando los impuestos se reduce a 195.000 pesetas, hay que repartirla entre un equipo de seis médicos y cirpjanos que intervienen en la operación. Cada trasplante nos ocupa unas ocho horas, contando con la preparación del receptor, la espera, el transporte, la intervención y el posoperatorio inmediato. De los 43 trasplantes realizados por mi equipo, sólo dos se han realizado de día, el resto se ha efectuado a lo largo de toda la noche. Ángel Pestaña sabe poco de trasplantes cardiacos, pero sí sabrá calcular a cuánto le sale la hora de trabajo nocturno a cada, miembro del equipo.

No ha sido el incentivo económico el móvil que nos ha llevado a estos complejos procedimientos terapéuticos. La inquietud científica, el deseo de equiparar nuestra técnica a la de otros países y la necesidad de ayudar a nuestros enfermos es lo que ha movido a nuestro grupo a poner a punto estos procedimientos.

Hay que tener una gran miopía científica para no saber que toda tecnología avanzada arrastra en su avance a otras técnicas y a otros servicios y acaba muchas veces produciendo beneficios colaterales más importantes que la propia técnica original. En nuestro hospital, los servicios de cardiología, inmunología, anatomía patológica, anestesia, hematología, microbiología, etcétera, han tenido que realizar, con motivo de los trasplantes, un esfuerzo técnico y han adquirido unas experiencias útiles para otros enfermos. Los trasplantes han supuesto en el mundo entero un incentivo importante para el desarrollo de nuevas drogas y de nuevas técnicas, y es seguro que, en el futuro, tendrán extensa aplicación.

Yo no puedo entender que un investigador del CSIC, que conceptualmente presta más atención a las investigaciones básicas, p eda no compartir esta opinión. Ángel Pestaña afirma que en 1980 en EE UU se puso en cuarentena la cobertura por la Seguridad Social del coste de los trasplantes cardiacos. La verdad es que esto fue una decisión temporal adoptada por el Massachusetts General Hospital, de Boston, que tuvo un eco momentáneo en la entonces secretaria, Pa

La escasez de donantes

Tenemos grandes problemas para la obtención de órganos y se mueren muchos enfermos por no conseguir para ellos el órgano adecuado. Pero me parece que las informaciones equivocadas no sólo no ayudan a resolver el problema, sino que lo empeoran, por lo que es necesario rectificarlas.

Hay que mejorar nuestra coordinación local, regional y nacional para poder aprovechar mejor las donaciones. Hay que exponer ante la sociedad la necesidad angustiosa de órganos para trasplantes e informarla de que la ley y la conciencia médica hacen completamente imposible la extracción inoportuna de órganos o la dejación de medidas de supervivencia en los posibles donantes.

La actual ley española de trasplantes es suficientemente buena, por lo que hay que difundirla, insistiendo en el criterio de la muerte cerebral, la seguridad de este diagnóstico y la imposibilidad de recuperación a partir de ese estado, deshaciendo las dudas que a veces se plantean entre esa muerte irreversible y las situaciones de coma cerebral, en las que sólo parte de las ftinciones del cerebro está abolida y que puede ser reversible.

La sensibilidad de Ángel Pestaña se perturba cuando un pobre enfermo aparece en televisión solicitando ayuda para su problema de trasplante. Pide que se haga "una regulación legal para evitar la postulación televisiva de órganos con que se nos obsequia periódicamente".

A mí me perturba mucho más ver cómo se nos mueren enfermos esperando el órgano que podría salvarlos. En una cosa estoy de acuerdo: en que la medicina exige cada vez más recursos económicos. Incluso morirse es cada vez más caro.

Pero no sólo los trasplantes: los hemofílicos, los leucémicos, los afectados del SIDA, los enfermos en diálisis, los inválidos, los parapléjicos, los comatosos, los ancianos desamparados, cuestan mucho dinero a la sociedad. Que Ángel Pestaña nos diga dónde corta.

Diego Figuera es catedrático de Patología Quirúrgica.

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