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Los 'limitchikis'

Pilar Bonet

Moscú, una ciudad de casi nueve millones de habitantes, experimenta una crónica falta de mano de obra que le ha obligado a importar contingentes de trabajadores de provincias, a los que se conoce como limitchikis, una palabra que procede del término limit (contingente).Los limitchikis, que sufren numerosas dificultades de adaptación y son fuente de numerosos problemas sociales, llegan con un contrato temporal y se alojan en residencias especiales, superpobladas e inhóspitas, dependientes de las empresas para las cuales trabajan. Su permanencia en Moscú está en manos de sus patronos, para los que tienen que trabajar un determinado número de años si quieren comprar la libertad de instalarse de forma definitiva en Moscú accediendo a la propiska (permiso de residencia). La propiska moscovita, que da acceso a los beneficios de vivir en una ciudad mejor abastecida y con mayores ventajas sociales y culturales que otras localidades soviéticas, es un bien preciado y difícil de conseguir, ya que la capital está cerrada a la inmigración de provincias.

El ex jefe del Partido Comunista de la URSS en Moscú, Boris Eltsin, trató de poner fin al fenómeno de los limitchikis y prohibió a las empresas importar mano de obra desde 1987, alegando que la presencia de esta masa de trabajadores había empeorado la situación social en la ciudad. Entre 1977 y 1987 llegaron a Moscú 700.000 limitchikis. La prohibición de Eltsin fue mal acogida por muchas empresas moscovitas que cumplen sus planes precisamente gracias a la importación de estos contingentes. Con distintos trucos, tales como inscribir a los obreros en cursos de capacitación profesional en Moscú, distintas empresas violaron la prohibición. La construcción del Metro de Moscú nunca prescindió de los limitchikis, y hoy, habiendo sido ya cesado Eltsin al frente del partido, el fenómeno ha cobrado dinamismo de nuevo.

Los limitchikis, una mano de obra cómoda para los patronos de los que dependen, han sido una solución fácil que muchas empresas moscovitas han primado.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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