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NICARAGUA Y SU FUTURO

El Congreso de EE UU decide hoy la suerte de la 'contra'

Francisco G. Basterra

La suerte de Nicaragua, de la paz en Centroamérica y del ejército de 10.000 contra, armado y dirigido por Estados Unidos, está en manos de una veintena de congresistas, aún dudosos, que hoy deberán decidir de una vez por todas. La pelota está en la Cámara de Representantes, que si vota en contra de los 36 millones de dólares pedidos por Reagan podría acabar con una política que durante seis años ha tratado, sin éxito, de derrocar a los sandinistas. Pero los demócratas tienen miedo. La presión que está ejerciendo la Casa Blanca es tremenda, y aún Reagan puede entonar su último hurra y salirse con la suya.

El Senado votará el jueves, pero si la Cámara rechaza el paquete de ayuda, del que 3,6 millones de dólares son para armas, el plan habrá muerto. Es el momento de la verdad para un Congreso que siempre, a última hora, se ha visto forzado a dar la luz verde para la ayuda militar a los rebeldes. Hace 18 meses otorgó 100 millones a los antisandinistas. Ronald Reagan, que se juega en este voto uno de los pilares de su política exterior, vio frustrada anoche su intención de meterse de lleno en los hogares de los norteamericanos con un emocional llamamiento de última hora para inclinar la votación a su favor. Las tres grandes cadenas privadas de televisión (CBS, NBC y ABC) se negaron a retransmitir en directo el discurso, ante la ira de la Casa Blanca."No he venido aquí a presidir la comunistización de Centroamérica", ha dicho Reagan en los últimos días, tras pronosticar demagógicamente que un voto negativo significará que los marines tendrán que combatir en el golfo de México. Todo vale en esta batalla propagandística. Horas antes del momento de la verdad, la Casa Blanca no contaba aún con los votos necesarios para triunfar, pero los demócratas no se atrevían a cantar victoria. "Estoy seguro de que vamos a ganar, pero en Washington nada es seguro. El voto será muy reñido", dijo el líder del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes, Tom Foley. Pero la oposición al presidente, que teme ser culpada en este año electoral de haber perdido Nicaragua a los comunistas, si el Congreso suspende la ayuda y Daniel Ortega reniega de sus promesas democratizadoras, ha anunciado que apoyará un paquete únicamente de ayuda humanitaria que no dejaría tirados a los contras.

Pero en política, y menos en la compleja cuestión de Nicaragua, no hay nada definitivo. Y no está nada claro que Reagan vaya a rendirse, incluso si pierde hoy el voto. Vuelve a manejarse la idea de que Estados Unidos podría solicitar -a pesar del desastre del Irangate- fondos a terceros países para que la contra continúe operando.

La oposición, fundamentalmente a través de las iglesias y variopintos movimientos ciudadanos, también ha echado toda la carne en el asador. Se ha gastado en los tres últimos días 100.000 dólares para pasar anuncios televisados anticontra en 16 distritos electorales, para influir a otros tantos parlamentarios indecisos. Se trata de contrarrestar la campaña de la Administración, que asegura que un voto negativo hoy es abrir las compuertas a la marea roja en Centroamérica, que se extendería hasta México y la frontera sur de EE UU. La estrategia de la Casa Blanca es simple: rechazar cualquier apertura de los sandinistas como un truco pasajero, y mantener la presión militar hasta que acepten una negociación política que suponga, en la práctica, compartir el poder con la oposición sin elecciones. Justo un poco menos de una victoria militar que, sin embargo, algunos demócratas creen que es aún el auténtico objetivo de Reagan.

Shultz hace campaña

A EE UU le asiste la razón moral, y esta política del palo y la zanahoria, asegura el secretario de Estado, George Shultz, está a punto de dar resultados. Ortega está contra las cuerdas gracias a la presión de los rebeldes, y sería absurdo ceder ahora, cuando Washington está ganando, viene a decir Shultz.

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Es cierto que, por primera vez en seis años, los insurgentes están provocando serios problemas económicos, militares y políticos a los sandinistas. Es ridículo, añade Shultz, que este plan tenga ni siquiera que votarse. Para los críticos de la Administración lo que ésta está haciendo es torpedear el plan de paz Arias y ofrecer la coartada a los sandinistas para no democratizarse. "Siguen creyendo que es posible una solución militar". "La política de Reagan no es una presión para la paz, sino para la escalada de la guerra. La Administración quiere capturar Nicaragua", advierte Richard Gephardt, candidato demócrata a la presidencia.

Consciente de la impopularidad de los contras, sobre todo después del escándalo Irangate, Reagan ha reducido su petición de ayuda de los 270 millones de dólares previstos hace sólo unos meses a 36 millones. Además mantendría congelada la porción militar hasta el 1 de marzo para dar tiempo a un alto el fuego en Nicaragua. Pero Reagan se reserva el derecho de juzgar si los sandinistas han cumplido o no con los acuerdos de Guatemala.

Los demócratas han pretendido que fuera el Congreso el que decidiera si Nicaragua había cumplido o no con el plan de paz, y que fueran la Cruz Roja o la OEA las encargadas de manejar la ayuda, y no la CIA.

A Reagan le quedan menos de 12 meses en la Casa Blanca y corre el peligro de dejar el problema sin resolver a su sucesor. Los demócratas, si consiguen derrotarle, tomarían la iniciativa en un tema de política exterior en un momento en el que aparecen como muy probables perdedores en presidenciales.

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