El ángel enamorado
Hace unos años, no muchos, antes de que Adriano Celentano fuese considerado oráculo y los peluqueros se confundieran con los filósofos, una película como Der Himmel über Berfin (Cielo sobre Berlín) habría merecido el trato de un auténtico acontecimiento artístico-cultural. A favor o en contra, fanáticos de Wenders habrían discutido, con detractores bien armados de argumentos, citas y socarronería. ¿Una película con ángeles, con un ángel de la guarda que se enamora y decide ser hombre? Frank Capra, Rainer Maria Rilke, Peter Handke, Howard Hawks y Jean Cocteau se hermanarían o enfrentarían en la polémica. Hoy, el cine no goza de la situación de arte de moda; no es imprescindible ver Cielo sobre Berlín para estar al día, pero sí lo es para todos aquellos que aún no han aceptado el tópico de que las únicas películas buenas son las de antes.Cielo sobre Berlín gira sobre el renacimiento de los deseos, temores y satisfacciones infantiles entre los adultos, un renacimiento que surge cada vez que éstos se atreven a salir de la rutina. El saber acumulado por siglos de historia no sirve a la hora de descubrir la vida, un paso que sigue siendo individual, dado en el territorio virgen del propio yo, y eso es lo que atrae a Damiel, el ángel protagonista del filme.
Cielo sobre Berlín
Director: Wim Wenders. Intérpretes: Bruno Ganz, Solveig Dommartin, Otto Sander, Peter Falk, Curt Bois. Guión: Peter Handke y Wim Wenders. Fotografía: Henri Alekan. Germano-francesa, 1987. Estreno cine Alphaville.
Para Wim Wenders, rodar Cielo sobre Berlín supone enterrar sus viejos héroes, esos personajes errantes que encontraban refugio en la huida. También significa volver a su país y a su idioma, reencontrarse con su arcángel Peter Handke y con el pasado. Por primera vez, la mujer no es motivo de fuga ni sueño inalcanzable. Daniel cruzará "el vado de la muerte y el tiempo" para enamorar a Marion y descubrir el placer de frotarse las manos cuando hace frío o el poder calorífico y hogareño de un café y un cigarro. Esta imagen ideal está sacada de Johny Guitar, de Nicholas Ray; pero mientras que en el western era expresión del escepticismo de quien está de vuelta de todo, aquí corresponde al entusiasmo inaugural de quien comienza a tratar la realidad cara a cara.
Este llegar a ser humano -renunciando a la eternidad angélica y a la omnipresencia- se consuma junto al muro en su lado bueno, cuando menos desde la perspectiva de despertar tendido junto a él, como un vagabundo o un borrachín -o ambas cosas a la vez-, las dos inaceptables públicamente al pie del impoluto aspecto que presenta en el Este el mismo muro pintarrajeado del lado occidental. Antes, mientras era ángel, la muralla no existía, y la ciudad se le aparecía entera, ausente de su propia historia. Ahora descubre los colores, la sangre, el dinero y la ciudad real.
El ángel comprende por fin el aquí y ahora que atravesaba los pensamientos angustiados a los que tenía acceso en su antigua condición celestial.
Wim Wenders ha desarrollado su carrera buscándose siempre buenos compañeros de viaje: de Peter Handke a Robby Müller, incluyendo a Henri Alekan, Nicholas Ray, Samuel Fuller o Sam Shepard. Todos esos colaboradores e inspiradores han quedado integrados en el calmoso ritmo wendersiano por una cámara alérgica a los primeros planos y al corte.
En Cielo sobre Berlín, el papel de los colaboradores es importantísimo. El texto de Handke, que nos sitúa en una época en que "el niño era niño" y nos recuerda que "si la Humanidad pierde sus narradores, pierde su infancia", desempeña un gran papel al insuflar a la película el aliento poético adecuado, misión en la que también se distingue Henri Alekan.
Por su parte, Wenders aporta a su filmografía no sólo una inflexión temática, sino también de tono. Si en París-Texas el humor hacía acto de presencia en unas pocas secuencias, en Cielo sobre Berlín es mucho más constante, aunque más sutil: permite la relación de Peter Falk con el resto de personajes, permite que a Bruno Ganz le caiga por la cabeza su armadura, o que Marion, interpretada por Solveig Dommartin sea una trapecista que hace su número embutida en una malla con alas.
Babelia
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