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Reportaje:

Viajeros y negociantes

Los polacos hacen turismo por los países del Este gracias al comercio de divisas y artículos occidentales

Ser polaco en Polonia es un destino lleno de dificultades. La endémica crisis económica, la escasez de alimentos, de piezas de repuesto, de energía, de divisas y capacidad adquisitiva así lo dictan. Estas muchas razones, unidas a la relativa libertad con que los polacos pueden salir de su país, hacen de ellos el pueblo más viajero de Europa del Este, y el más tramposo. Para poder calmar las ansias viajeras, pese a la escasez de moneda convertible, los polacos se dedican desde hace años al llamado comercio turístico. En los países socialistas, todos ellos escasos de ciertos artículos de consumo, especulan con divisas y productos occidentales del mercado negro de Polonia.

Este año, las autoridades de los países hermanos de la comunidad socialista han decidido que ya está bien y han hecho la vida imposible a los polacos en épocas de vacaciones. A los turistas comerciantes y a los que no lo eran. Familias polacas en sus diminutos Polski Fiat, abarrotados de productos comprados en Occidente, observan con angustia e indignación cómo los guardias fronterizos de la RDA esparcen por los suelos toda la carga, desde la trituradora eléctrica para la abuela hasta las bolsas de pomelos, cítricos que los hijos en Polonia aún no conocen. Volver a cargar todo es un acto de virtuosismo en el ahorro de espacio. Hay que volver a encontrar la fórmula por la que habían cabido en la guantera las tabletas de chocolate -racionado en Polonia-, las revistas occidentales de moda y el chandal Adidas del niño. A nadie sorprendían los guardias de la RDA, que son para los polacos un espantoso producto de la combinación de espíritu prusiano y comunismo. Sin embargo, otros países socialistas comenzaron su caza inmisericorde al turista polaco. Por primera vez, las autoridades de Varsovia han reaccionado con protestas diplomáticas ante varios de sus aliados.El flujo turístico entre Polonia y sus aliados es muy desigual. A los polacos les dejan viajar. Y viajan. Si no tienen las divisas suficientes, se las buscan. Para otros regímenes, Polonia es, por el contrario, poco fiable ideológicamente como para confiarle a sus súbditos aunque sea en vacaciones, Como los polacos llegan con escasísimos recursos y los países del Este están, interesados en el turismo occidental con di visas convertíbles, aquéllos quedan relegados siempre a las peores instalaciones turísticas. Para mejorar su situación, los polacos, gente ocurrente, recurre a la venta de productos de todo tipo o al tráfico de divisas.

Según algunas estimaciones, hasta el 95% de los polacos de vacaciones en el Este de Europa incurre en estas prácticas.

Bulgaria ha sido el país más radical en su caza alpolaco. En una acción sin precedentes, ha extendido su control aduanero a todo el territorio nacional. Todo coche polaco en sus carreteras era registrado sistemáticamente y se producían controles policiales en hoteles y restaurantes. Todo producto valorado en más de 50 levas (oficialmente, 50 dólares; extraoficialmente, unos 10) era confiscado si no había sido declarado a la entrada. Toda divisa no declarada corría la misma suerte.

En Checoslovaquia, los controles han alcanzado este año niveles germanorien tales. En Hungria, el país preferido en el Este por los polacos, las medidas han sido muy severas. De hecho, el endurecimiento de la práctica de aduanas sólo afecta a los polacos. Este verano se aplicó una nueva ley que impone a los polacos una tasa de tránsito para aquellos produe tos que hipotéticamente pue dan ser vendidos en Hungría.

Tasas de control

Esta tasa era del 300% del valor del artículo en divisas convertibles. Teóricamente, esta cantidad se recuperaba al salir del país. Sin embargo, los polacos recibían la información sólo en húngaro, y aquellos que caían en la cuenta quedaban desagradablemente sorprendidos cuando al abandonar Hungría los aduaneros les señalaban que no contaban con las divisas suficientes para devolver la tasa. Gracias a una intervención del Ministerio polaco de Asuntos Exteriores se levantó esta medida.En todo caso, y dado que una mejoría de la situación económica a corto plazo no sólo es improbable sino que rayaría en lo milagroso, los polacos van a seguir trampeando para permitirse el sueño de más actualidad en todo el Este: el viajar.

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