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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desacuerdo sobre aguas turbulentas

EL PORTAZO marroquí en las negociaciones pesqueras con la Comunidad Europea (CE) crea a España serios problemas tanto políticos como sociales. El primer efecto negativo del amarre obligado de los 711 barcos expulsados del más rico caladero de que disponía España fuera de sus aguas es económico y social. Entre los 10.000 tripulantes de esa flota ahora amarrada y los empleos indirectos por ellos generados son 40.000 las familias y al menos 150.000 las personas que viven del fruto de la pesca en las aguas bajo soberanía o jurisdicción de Marruecos.La falta de acuerdo entre Marruecos y la CE sobre el convenio pesquero que sustituirá al que tradicionalmente ha mantenido España con el país magrebí perjudica sobre todo a Canarias y Andalucía. A pesar de que las ayudas a los afectados ya han sido arbitradas por el Gobierno, las consecuencias, de no llegarse a un acuerdo, pueden ser muy graves, porque España carece de caladeros alternativos para una flota en su mayoría artesanal, de la que viven 30 puertos pesqueros de 10 provincias diferentes.

El fracaso de las negociaciones amenaza también con destapar la olla de los nada escasos contenciosos hispano-marroquíes. Además, para los marroquíes son imprescindibles la ayuda económica española y un acuerdo que garantice el libre tránsito de sus exportaciones hacia Europa. También la CE y Marruecos se necesitan. El país magrebí, como fruto de los fuertes intereses franceses en su suelo, es el beneficiario privilegiado de la política mediterránea de la Comunidad. Marruecos dirige el 70% de sus exportaciones y gran parte de su mano de obra excedente hacia los países comunitarios, y el rey Hassan II ha hecho una apuesta prooccidental y proeuropea, sin parangón en el área, como vía de asegurar la consolidación de su régimen y la sucesión monárquica. El rey demanda también de la CE el apoyo diplomático ante la ONU para resolver la asignatura pendiente de la reivindicación de su soberanía sobre el Sáhara. A nadie, y menos a Europa, le conviene crear un foco de tensión nuevo en el norte de África. Sorprende, pues, que todos estos lazos hayan sido insuficientes a la hora de encarar un convenio comercial complejo, pero que no constituye más que una parte pequeña de todos los intereses en juego.

Marruecos quiere ofrecer un acuerdo pesquero para todos los países de la CE con menos concesiones de las que actualmente disfruta España. Su argumento es que las reservas de sus bancos de pesca están amenazadas. No existen datos que avalen sus tesis, pero la CE acepta parcialmente este criterio. El país magrebí, con créditos y becas de formación concedidos por España, ha ido construyendo una estructura pesquera incipiente, y quiere reservarse un hueco en sus propios caladeros, explotados con alto rendimiento por barcos japoneses, soviéticos, españoles y, en menor medida, portugueses.

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En el desacuerdo pesan las exigencias marroquíes de obtener un doble precio por su pesca -el que pagará la Comunidad y el que tendrá que asumir España por su cuenta-, pero también la incapacidad diplomática comunitaria en este asunto. La Comisión Europea ha dejado transcurrir los cinco meses de prórroga sin lograr un mínimo avance en las conversaciones sobre un acuerdo para el cual no existe todavía presupuesto comunitario. La última reunión negociadora transcurrió en discusiones técnicas sobre millas y mallas. Pero ningún alto responsable político estuvo presente en Bruselas, y los contactos telefónicos con Madrid y Rabat quedaron finalmente desbordados por el ultimátum del télex marroquí que daba ocho horas de plazo para que los barcos comunitarios abandonasen sus aguas.

Los marroquíes explotaron al máximo la estrategia de la tensión. Llegaron a Bruselas afirmando que no habría más remedio que parar el reloj para seguir negociando en enero. Alimentaron con astucia esa esperanza hasta el último minuto, y se marcharon dando un portazo ordenado desde Rabat por Hassan II. Pero quizá no han medido suficientemente cuál puede ser la reacción de las instancias comunitarias por sentirse burladas. Ésa es la mejor baza de España.

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