Arthur Penn: "Tal como está el cine en mi país, deseo ser un cineasta marginal"
El director de 'Bonnie y Clyde' asiste, junto a Bob Rafelson, al festival de La Habana
Dos cineastas estadounidenses, Arthur Penn (director de El zurdo y Bonnie y Clyde) ,y Bob Rafelson (director de La viuda negra), mantuvieron la tarde del pasado domingo una larga conversación con la Prensa acreditada en el festival habanero. Las posiciones de ambos cineastas frente a la situación actual de¡ cine en su país alcanzaron gran dureza crítica. Cuando le preguntaron a Penn las razones por las que su cine se aparta cada vez más de las normas de estilo y de producción de los grandes estudios, respondió: "Me siento marginal y deseo seguir siendo un cineasta marginal. Tal como está la producción de los grandes estudios, no quiero un lugar en ella para mis películas".
Bob Rafelson añadió: "Cuando se hacen las películas como las hacemos nosotros, no es necesario querer ser marginal. Ellos te obligan a serlo. Recuerdo que, cuando me seleccionaron para optar a un oscar, mi hijo, que era muy pequeño, se sorprendió de que me quedase en casa y no acudiera al espectáculo de circo de la entrega de los premios de la academia. No me fue fácil explicarle que hoy, en el cine de Estados Unidos, hay que guardar como sea la independencia y no entrar en los círculos cerrados de un gremio que no aspira más que a ganar dinero y autofelicitarse". Y añadió Penn: "Los oscars son un asunto ridículo, pero bajo ellos, como ocurre siempre con las ceremonias del poder, hay un juego político encubierto. Por eso no hay que entrar en ese juego".Penn es un hombre de pequeña estatura, perfil aguileño y mirada irónica y azul, de extraordinaria intensidad. Rafelson, por el contrario, responde al arquetipo del norteamericano pétreo, de gran envergadura física y rostro impenetrable. Dice Rafelson: "La opción entre cine y televisión no me interesa. La televisión es más pequeña. Yo comencé en ella, pero esto no me impidió descubrir la especificidad del cine". Y Penn: "La televisión se aprende en los estudios, mientras que el lenguaje del cine se descubre en la interacción personal entre el director y los actores. No sé si el cine se puede aprender en una escuela. Yo lo he aprendido trabajando con los actores: comencé en el teatro, no en la televisión. En el teatro se trabaja con los actores hasta el instante, difícil de determinar, en el que ellos ya no necesitan al director y se hacen dueños de la escena. El teatro comienza cuando el director sobra. Pero en el cine la presencia del director es necesaria hasta el final, hasta que todos los trozos de la película están unidos. Pero el actor sigue siendo lo más importante, y, como en el rodaje pierde conciencia de la continuidad de su personaje, la función del director es recordársela continuamente para que, como en el teatro, sea finalmente él quien se adueñe de la historia".
Cine político
"Trabajar con actores como Brando o Hoffinann es una experiencia apasionante, en la que hay que aprender algo de humildad", prosigue Penn. Y añade: "Con los grandes actores a los directores nos ocurre lo mismo que a los músicos con los grandes instrumentistas. Éstos afirman, multiplican los sonidos, y descubren en ellos resonancias que el compositor no había imaginado".
Le preguntan a Penn por qué está en La Habana: "Acepté la invitación con placer, con curiosidad y debo confesar que también con ignorancia. No conocí ni conozco la situación del cine latinoamericano".
"Mi cine", dice Penn, "es político, porque todo cine lo es. Pero no me gusta el cine de argumento específicamente político. Ustedes están preocupados por el carácter violento de mis películas. Yo vivo en una sociedad violenta, y me limito a expresar la violencia de esa sociedad en que vivo. Mi lenguaje no es sólo obra mía, sino en parte también una consecuencia del tiempo y del lugar donde me ha tocado vivir. En ese sentido sí hago un cine político, pero no en otro. Tengo aversión por las películas que tratan de asuntos políticos, que no son, a mi juicio, los más esenciales para el cine. Lo esencial son las gentes que padecen la política, no las gentes que la hacen".
La conversación se distiende. Fuera, el calor del invierno tropical aprieta. Rafelson pone una nota refrescante en medio del ambiente de baño turco: "Sí, descubrí a Jack Nicholson. Fue de una manera pintoresca y casual. Un día entré en un cine. Era una película muy mala y había un tipo sentado delante de mí que vociferaba contra ella. Me uní a sus protestas. Era Jack. Salinios juntos del cine. Se consideraba un actor fracasado y le imáté a hacer un guión conmigo. Nos pusimos a la tarea. Y descubrí que, cuando Jack escribía una frase, al decirla la interpretaba. Era magnífico verle gesticular, asumir uno por uno a cada personaje, como si fuera él quien fuese a interpretarlos a todos. Y me di cuenta de que era un actor innato, superdotado. Poco después lo enrolé en Easy rider. Lo demás vino por sí solo".
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