Llegaron los europeos
Joachim Kühn, Jean-François Jenny-Clark y Daniel Humair. Vienna Art Orchestra.Festival de Jazz de Madrid. Teatro Albéniz. 8 de noviembre.
Con los europeos llegó el jazz al festival de Madrid. Empezaren el concierto Joachim Kühn, piano; Jean-François Jenny Clark, contrabajo, y Daniel Humair, batería. Les anunciaban así, todos por igual, pero en la práctica fueron el trío de Joachim Kühn.
Hacen un jazz muy bonito y muy interesante de ver en directo aunque haya defectillos en la amplificación, que los hubo por lo que respecta al bajo, el cual, muy propiamente, estaba bajo. Y es un jazz bonito en directo porque lo músicos lo escenifican muy bien sin necesidad de hacer cosas raras, simplemente con su actitud al tocar.
Joachim Kühn, que lleva camino de convertirse en asiduo de Madrid y de los locales de jazz de Madrid, es un pianista muy bueno y muy europeo. Como ejecutante es excepcional, y algo dado a las florituras; también sabe parecerse a Monk, pero parecerse a Monk es otra floritura para pianistas así. Resulta ecléctico en las ideas, y riguroso y complejo en las composiciones; para las improvisaciones se reserva un humor excéntrico.
Buen director de grupo, Kühn arrastra bien con él a los otros, cuya principal virtud es ésa, que se dejan arrastrar muy bien. Jenny-Clark habla el idioma del jazz moderno con elocuencia y, en otras ocasiones, con buen sonido. Daniel Humair ha sido el primer gran batería en un festival en el que veremos a Tony Williams y Elvin Jones. Hizo un solo magnífico, casi una pequeña pieza para percusión, llena de efectos y, de nuevo, con un interesante aspecto escénico, en la línea de las bromas musicales de Mauricio Kagel.
Pero a Kühn no le hacía falta nadie. Cuando le dejaron solo, nos ofreció un recital completo donde hizo piano after hours, un poco de free del bueno, del de antes, y hasta un pasaje agitanado que anticipaba lo de Sanlúcar, Morente y todos los demás flamencos que han puesto en el programa del festival. Joachim Kühn es, sin duda, un monstruo del jazz. Es inteligente y resulta siempre musical, lo mismo cuando evoca a Satie o Chopin que cuando aporrea el piano. Más incluso en este segundo caso, porque se diría que entonces le da apuro castigar a la herramienta de trabajo y le da fuerte, sí, pero sabiendo donde dar para no hacer daño. Tortazos cariñosos, como los que se dan los payasos en los circos.
Luego llegaría la reconciliación en la balada Easy to read, toda una declaración de amor al piano. Se inclinaba entonces Kühn sobre el teclado, y de repente se echaba hacia atrás con brusquedad, como si le diera rabia parecerse tanto a Bill Evans.
La Vienna Art Orchestra, en la segunda parte, continuó hablando el lenguaje del jazz europeo, pero desarrollado y más que cuadruplicado. En vez de tres músicos eran trece contando a Matthias Ruegg, director, porque con el director hay que contar siempre para poner disciplina. Ruegg la pone en lo musical; no tanto en el resto, porque los músicos se le van del sitio, dan paseos y se marchan del escenario como si no quisieran escuchar lo que tocan los otros. Escribe además Ruegg composiciones inspiradas de títulos también inspirados: Cuando las serpientes tristes se niegan a soñar en la cárcel; Un poema de luz en un espíritu oscuro.
Vienen los de la VAO patrocinados por la embajada austríaca en una gira larguísima y preparadísima. Detalle que les honra, regalan a la prensa un folleto muy documentado y bastante ilustrativo.
Por ejemplo, de la cantante Lauren Newton -que se sienta entre los trompetas-, dice ese folleto que conjuga las virtudes de Cathy Berberian y Anita O'Day; y es verdad, así que poco más hay que añadir. Hay que destacar además al trombón Christian Radovan, al tuba Jon Sass, a los saxos Harry Sokal y Wolfgang Puschnig, al fliscorno Herbert Joos, que tiene un sonido muy acariciador
Bueno, en realidad hay que destacarlos a todos. Sin olvidar a Uli Scherer, piano; Heiri Kaenzig, bajo, y Wolfgang Reisinger, batería: los del ritmo, que son siempre los que más trabajan.
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