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Albert Vidal: "Mi humor es una actitud trágica frente a la existencia"

El catalán Albert Vidal, al que unos definen como actor, otros como investigador escénico y él mismo se denomina creador, acude a Madrid a presentar, dentro del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid, El bufón, un montaje que, a pesar de surgir en 1977, ha mejorado con el tiempo, "como los buenos vinos", según su creador, quien apunta que su humor es una actitud trágica frente a la existencia. Este hombre -que de pequeño quería ser músico, payaso o misionero y de mayor trabajó con Jacques Lecoq, Dario Fo, en el teatro de Gunkha en Bali o en el Piccolo de Milán- es, sin que apenas se sepa, el actor español más cotizado internacionalmente.

"Esa denominación de origen que me adjudican no sólo los medios de comunicación, llamándome actor, siempre me sorprende", comenta Vidal. "Yo me considero un creador escénico que trabaja y evoluciona, y que además coincide que ese creador interpreta una serie de obras que mantiene en repertorio".En la dinámica profesional de Vidal se interrelaciona la investigación con los resultados: "Hago continuos descubrimientos, a lo largo de los años, en esas acciones y lugares escénicos inhabituales".

Él no quiere hablar de rescates, sino de obras que se van destilando con el tiempo, donde se llega a realizar un teatro minimalista: "Lo que ofrezco al público son vinos de buena crianza, vinos añejos que ganan con el tiempo. Ojalá pueda ofrecer El bufón dentro de 10 años, porque será mejor, al igual que el que presento estos días en Madrid es superior al que se pudo ver el día de su estreno. Hoy presento esta obra como base de sustentación para que en ella afloren y crezcan los resultados de una investigación. No sólo estreno vestuario; estreno gestos, modulaciones de la voz; estreno pausas; estreno lenguaje escénico; estreno teatro, porque mi vida es un continuo estreno, un continuo estar alerta en la comunicación y en la creación".

La trayectoria de Albert Vidal demuestra que lo que dice no son sólo concesiones literarias. Sólo habría que recordar algunas acciones suyas, como vender helados por las calles de Sitges, realizar exóticas apariciones por la ciudad de Barcelona, organizar un entierro (el suyo propio) en la ciudad de Vic, presentar espectáculos -a veces sin previo aviso- de madrugada en solitarias plazas o puertas de cementerios o exponerse en una jaula en numerosos zoos de todo el mundo interpretando la cotidianeidad del hombre contemporáneo.

A pesar de que no se conoce un solo trabajo de Albert Vidal en el que el humor no lo impregne todo, él afirma contundentemente: "No es el humor la base de mi trabajo, sino la fisura humana de la tensión metafísica de una visión del mundo que aspira a un cambio en las relaciones sociales. Lo mío es actitud trágica frente a la existencia, que libero, respondiendo a la mejor tradición española, en un humor tragicómico ".

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