Pequeñas miserias de un gran montaje
Cuando el jueves 8 por la tarde se abrió la exposición De El Greco a Picasso, un fenomenal y ventoso aguacero azotó las inmediaciones del Petit Palais. Igual que en las inauguraciones de la mañana, una muchedumbre se apretó ante las puertas y soportó más de media hora de retraso respecto a las 17.30 ("tres precisés") que exigían las invitaciones. Varios altos cargos españoles renunciaron, indignados, a arriesgarse al resfriado y se fueron sin contemplaciones.La exposición sobre el arte español de este siglo había sido concebida por sus comisarios siguiendo un orden temático y no sólo cronológico, con un encabezamiento para cada apartado (La sombra de la guerra, Los años fértiles, etcétera), y a la entrada de las salas no había rótulos que justificaran la disposición de cuadros y esculturas. Juan Ariño, responsable del montaje, había encargado las correspondientes leyendas a los organizadores franceses, pero éstas no fueron inscritas. Cuando pidió explicaciones le dijeron: "Mire, en este museo hay mucha gente ofendida porque se haya hecho una reforma para acoger una muestra de arte español y no una de arte francés".
Pero la reforma del Museo de Arte Moderno de la Villa de París no fue perfecta: "Aquí siempre ha habido goteras", dijo una de las responsables del museo cuando se descubrió que una de esas filtraciones líquidas había dañado un cuadro de Tàpies. Aquel día, a primeros de octubre, los españoles se indignaron con razón. Pero al día siguiente llegó un camión de catálogos procedente de España. La empresa de transportes no lo protegió debidamente, y la gota fría dañó hasta 1.000 ejemplares. La parte francesa llamó entonces a un notario para que diera fe del desastre.
Otros problemas ha habido -un Palazuelo fue rozado por las máquinas, el Marte, de Velázquez, sufrió un esgrafiado (rayón) que por suerte sólo afectó al barniz superficial-, pero todos ellos son previsibles en una muestra de tantas obras, casi 400 en total.